7A LaPrensa Panamá, sábado 16 de noviembre de 2024 Opinión Soberanía, geopolítica tributaria y listas fiscales Punto de vista Publio Ricardo Cortés [email protected] Observo una edición del Ulyssesde James Joyce de Pinguin Modern Classics, ilustrada en portada con una representación dibujada que muestra la congestión de tráfico en el centro de Dublín, en 1904. No hay vehículos a motor. Quizás algún tranvía. Todo fluye en desorden. Sobresale el transporte público llevado por una especie de ómnibus de pasajeros, tirado por caballos, muy grande y techado, parecido a un vagón de tranvía, con una puerta trasera en una esquina y escalera, igual a los que circulaban en Londres en la misma época. Muy probablemente el antecedente de los posteriores buses rojos de dos pisos, tradicionales de la capital de Inglater ra . Esos pesados y aparentemente poderosos omnibuses, tirados por caballos vigorosos, gobernados por un cochero temible, son los protagonistas de la mejor explicación metafórica que yo conozco de la esencia del sistema internacional, atribuida a Lord Salisbury, varias veces Primer Ministro y Ministro de Relaciones Exteriores inglés, en las últimas décadas del siglo XIX, cuando el Imperio Británico victoriano reinaba. Siendo niño, Lord Salisbury veía en Londres estos enormes omnibuses y observaba a los cocheros con las riendas en sus manos y un látigo, controlando a estos equipos de enormes caballos. Pensaba que eran los hombres más poderosos del mundo. Cuando creció y analizó mejor, realizó que estos hombres eran continuamente limitados por otros vehículos, por caballos sueltos, por los peatones, por el tráfico y que, lejos de ser tan poderosos, les costaba mucho llegar a su destino. Lord Salisbury decía que hacer política exterior era estar en una situación parecida a esos cocheros: desde fuera puedes verte poderoso pero, mirando de cerca, estás continuamente enfrentado por fuerzas que van en otra dirección. Al final, tendrás muy buena suerte si logras tus metas. El Estado Nacional es una creación intelectual y en su teoría básica cada Estado hace lo que quiere. Eso es soberanía. Un elemento fundacional de la soberanía es la potestad de definir y cobrar sus impuestos y la autonomía para aprobar sus propias leyes. El dilema con la teoría básica es que cada Estado reclama el mismo poder y cuando interactúan entre sí, en la comunidad internacional, el rejuego de intereses crea conflictos. Como los cocheros de Lord Salisbury, ninguno tiene todo el poder que aparenta tener y hasta las grandes potencias se ven limitadas en su transitar por el “tráfico ”de otros poderes que impactan en los ámbitos económico, militar y cultural. El asunto se complica si observamos que la comunidad internacional de Estados, no tiene, a diferencia del orden doméstico, una autoridad superior, que sea último depositario del poder suficiente para poner orden. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se ha estado configurando un orden internacional más o menos sujeto a Derecho, pero la realidad es que el Derecho Internacional Público es todavía un marco jurídico muy difuso, reciéntemente mucho más debilitado por la situación de Ucrania y Medio Oriente. La realidad de la comunidad internacional sigue siendo hoy, a pesar de todo, un territorio parecido a la selva, donde impera el más fuerte y donde el arte de negociar, hacer alianzas y reconocer limitaciones es fundamental. En ejercicio de su soberanía y con la gran bendición de las élites de los países más poderosos del mundo, desde los años 20 del siglo pasado, Panamá fue configurando un sistema de vehículos corporativos flexible, bastante opaco, ligado a un sistema tributario de renta exclusivamente sustentado en la fuente territorial. Muchas otras jurisdicciones, por ejemplo Uruguay, hicieron algo parecido. Esos sistemas, por más domésticos que parezcan, coscientemente funcionaron para ayudar a sectores sofisticados y muy ricos de las élites de todas las grandes potencias y también de Panamá y América Latina, a disminuir ostensiblemente su pago de impuestos. Todos sabían lo que hacían y también es necesario decir que esencialmente era legal. Claro, porque la Ley había sido configurada para que así lo fuera. En Biología un fenómeno así lo llaman “simbiosis”. En 2008 hubo una crisis financiera internacional profunda y todo empezó a cambiar. Los países más poderosos, organizados en el G-20, “ordenaron”la reestructuración del sistema financiero mundial. Empezó la presión sobre todas las jurisdicciones que se dedicaban al mismo negocio de Panamá. La mayoría optó por negociar en serio y salvar lo que podían, mientras se adaptaban al nuevo orden. Panamá aparentaba negociar y cumplir. Pero muy en el fondo ganaba tiempo, dilataba. Había una fe ciega y colonialista de que, en algún momento, los Estados Unidos nos iba a rescatar y todo volvería a ser igual. Muchos piensan todavía así. Nos fuimos quedando solos. Retamos al sistema. No hicimos alianzas y llegó abril de 2016 cuando recibimos un torpedo a la línea de flotación llamado ‘Panama Papers’, que no nos hundió, pero que nos averió muy fuertemente y todavía sufrimos las consecuencias. Desde 2016 hemos avanzado mucho en la actitud negociadora y de cumplimiento. Pero siempre tarde. Siempre arrastrando las piernas. Siempre con doble juego. Los poderes externos nos conocen perfectamente. ¿Qué debemos hacer hoy? ¿Volver a atrás y arroparnos nuevamente en la soberanía? Ese es un punto de vista respetable. Yo, sin embargo, prefiero que se fortalezca la actitud negociadora y de cumplimiento. Tenemos mucho que perder como Estado si no lo hacemos y los intereses de un solo grupo no debieran condicionar todos los intereses nacionales. Ahora bien, tampoco se trata de dejar tirados en la cuneta a los que se han dedicado por décadas a esos negocios. Se trata de transformarnos. En Viena, Dublín, Ámsterdam, Frankfurt o Londres se ofrecen hoy en día, servicios jurídicos corporativos y tributarios de alto nivel que han sido “bendeci - dos”por los poderes internacionales. En Panamá hay suficiente talento para estudiar esos productos y adaptarlos a nuestra realidad, para ofrecerlos al mercado de América Latina, más baratos y con la misma calidad. ¿O acaso las leyes de sociedades anónimas y fundaciones de interés privado no son modelos importados? Lo que sí es cierto es que el pasado no volverá. Negociar es la actitud. Precisamente por ello felicito las recientes noticias que dan cuenta de negociaciones avanzadas para que Panamá sea excluida de la Lista Fiscal de Brasil, incluyendo la posibilidad de firmar un Convenio para Evitar la Doble Imposición con dicho país, lo cual es un instrumento para atraer inversiones. Un buen paso en la dirección correcta. EL AUTOR es abogado La CSS también requiere una reforma asistencial Cambios Dora-Edith Sánchez Pothá [email protected] Luego de varios días de reflexión y participación en algunos debates relacionados a la propuesta de reformas a la Ley Orgánica de la Caja de Seguro Social de Panamá, he decidido compartir algunas consideraciones, resaltando la necesidad de hacer reformas asistenciales. Es cierto que debemos preocuparnos por la sostenibilidad de la Caja de Seguro Social, por implementar mecanismos que permitan una mejor administración de sus recursos, procurar mayores ingresos y sobre todo, la continuidad del programa de Invalidez, Vejez y Muerte. Sin embargo, el alcance de todas estas gestiones se encuentra lejos del panameño de a pie, que cotiza y que al final del camino, lo único que aspira es jubilarse y recibir esa pensión que le permitirá solventar sus gastos vitales, pero al final, siempre espera que cuando lo necesite, el seguro social pueda brindarle una buena atención. Y es precisamente esto lo que muchos reclaman, una buena atención. Una atención oportuna, de calidad, centrada en el respeto a la dignidad humana, con acceso a los insumos, medicamentos y cuidados que su condición de salud amerite. Estoy segura que los cambios organizacionales son importantes para lograr este objetivo, pero es necesario que de manera simultánea se realicen reflexiones y se implementen estrategias orientadas a mejorar la calidad de los servicios de salud que la Caja del Seguro Social le ofrece a la población asegurada. Lo que encontramos hoy son listas de espera, filas interminables, pacientes en los pasillos de los cuartos de urgencias, personal de salud agotado de trabajar largas jornadas sin los insumos necesarios para atender dignamente a los pacientes, y también, tristemente nos encontramos con persona asistencial sin vocación, lejano e indiferente al dolor de los pacientes. En estos últimos me quiero enfocar. La percepción de mala atención tiene mucho que ver con infraestructura, con la administración, pero tiene todo que ver con la actitud del personal que atiende. Si queremos, podemos perdernos en el debate de las reformas, del incremento de años de jubilación, de la cuota de la empresa privada, los cambios en junta directiva, las funciones del director; aunque quizá muchas de las cosas que pensemos o por las que luchemos, no vayan a cambiar, pero lo que sí podemos cambiar desde ya, sin necesidad de ninguna reforma legal, es nuestra actitud durante el proceso asistencial de los pacientes. Eso implica reconocer su vulnerabilidad, convertirnos en sus fieles protectores, rescatar la confianza que deben tener en el personal de salud, demostrar la capacidad que tenemos de tratar bien a todas las personas, de reconocer sus derechos y deberes, de asistirlos sin que eso represente una molestia, de poner todos nuestros medios a su disposición, de reconocer nuestras limitaciones y siempre mantener informado al paciente de todo, respetando de manera permanente su autonomía y voluntad. La Caja de Seguro Social no solo necesita una reforma legal, sino también asistencial. LA AUTORA es abogada especialista en Derecho Médico-Hospitalario. Alerta ciudadana: ¡Peligro inminente! Gestión de gobierno Jorge Obediente [email protected] Cada día que pasa, se hace más evidente que estamos en un país sin rumbo fijo, caracterizado por dirigencias que han fijado su norte en acuerdos de conveniencia hechos durante el periodo preelectoral para asegurar la continuidad de “su gente en el mismo ambiente”, un grupo al que me refiero como el “Cartel de las sanguijuelas”. El mayor logro del Estado ha sido consolidar las malas prácticas del pasado y continuar con el desangramiento del erario. Un ejemplo claro de ello fue la aprobación de un presupuesto irreal, y ahora nos despertamos con un traslado de partida por la suma de B/.505 millones, retirados de la educación para ser repartidos entre los contratistas del Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial y Misterio de Obras Públicas. Esa ley, que asigna el 7% del PIB a la educación, nunca será derogada, pues es el mecanismo para repartir el botín mediante traslados de partidas, burlando completamente las asignaciones presupuestarias. Ahora, el Ejecutivo ha presentado al Legislativo las reformas a la CSS. Un proyecto que se caracteriza por no exigir sacrificios al Estado, pero sí pone el peso sobre los jóvenes, los menores de 50 años, y los empleadores, a quienes se les aumenta en un 3% la porción de la cuota patronal. El sabio dicho de “Con el ejemplo se educa”no se está aplicando en su gestión, pues no ha hecho nada digno de ser considerado como una acción de un prudente padre de familia. Está jugando a los pandilleritos, emulando a Bukele. ¿Por qué no emula a Milei, quien redujo el tamaño de su burocracia gubernamental? No tiene que ir muy lejos; podría copiar la acción del alcalde capitalino, quien redujo en un 50% la planilla municipal. Fue una irresponsabilidad del Ejecutivo presentar ante el “Cartel de las sanguijuelas”el proyecto de ley para las reformas a la CSS sin antes haber tomado las medidas necesarias para ganarse el respaldo de la mayoría de la gente que no votó por él y a quienes les está pidiendo sacrificios. Esto lo hubiera podido lograr, pero no tuvo la voluntad de hacerlo, como derogando la ley del 7% del PIB para la educación, la descentralización paralela, los aumentos automáticos sin productividad, y la famosa prueba idónea que blinda a los funcionarios corruptos. Además, debería desmantelar la carga burocrática que mantiene el Estado, como un verdadero ejemplo de contención del gasto. Tenemos un peligro inminente que no es como los malos tiempos climáticos, que pasan. Este peligro durará hasta cinco años, pues así lo dispuso el “Cartel de las sanguijuelas ”, resultado de nuestro sistema electoral. El presidente debió haber sido bastante ingenuo, o estuvo en uno de esos cinco minutos de “alelason”, cuando mencionó que esperaba que el Legislativo discutiera el tema de las reformas a la CSS con seriedad y sin politiquería. ¡Esto es como pedirle al árbol de naranjas que dé aguacates! Usted está pidiendo cordura a las fuerzas del mal, donde simplemente no existe, y la única hoja de ruta es hacia el despeñadero, pues son los mismos perros hueveros de siempre. Su aplanadora Legislativa está compuesta por individuos sin ética, baja moral, carentes de honorabilidad y adeptos a la corrupción. Pero esto ya lo sabía cuando se asoció con el “Cartel de las sanguijuelas”. Como dice el dicho: “Crea cuervos que te sacarán los ojos”. El Estado ha puesto el destino de los ciudadanos en manos de esos facinerosos, por lo que estamos en peligro inminente. Lo que la cordura indica es que se posponga el debate de las reformas a la CSS hasta que el Estado cumpla su aporte de sacrificios, para que no vuelvan a ser promesas huecas, pues la credibilidad está por el piso. A lo mejor, lo que resulte de ese ejercicio es que no haya necesidad de aumentar la edad de jubilación ni las cuotas a los patronos, pues existen indicativos de que, si se aplica cero corrupción, se realiza una verdadera contención del gasto y se recuperan fondos mal habidos, posiblemente sobre dinero. Como alguien dijo: “En Panamá no hace falta dinero, sino que sobran corruptos”. Para muestra, la acción de B/.505 millones realizada por la augusta Comisión de Presupuesto, producto de la manipulación que le hicieron al presupuesto 2025, donde bajaron la potestad del Ejecutivo que había propuesto para aprobar traslados. Ciudadanos, debemos estar en alerta ante el peligro inminente, pues nos van a decir “A llorar al cementerio”y esto la ciudadanía no lo va a permitir. El mayor logro del Estado ha sido consolidar las malas prácticas del pasado y continuar con el desangramiento del erario. EL AUTOR es ciudadano
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