6A LaPrensa Panamá, sábado 16 de noviembre de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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Si bien es cierto que la autoridad municipal hizo uso del poder arbitrario contradiciendo la normativa de otras instituciones y que los pobres perros terminaron pagando el plato roto, no es menos cierto que los ciudadanos de Arraiján parecen no tener claro sus deseos de un imaginario orientado a vivir en una comunidad con normas de convivencia pacífica. Inicio mi reflexión con esta pregunta: ¿Los habitantes del sector Oeste somos más felices que los moradores de hace 40 años atrás? El hecho de que hoy contemos con más residenciales de clase media, más centros comerciales, más autopistas, más corredores, más emprendimientos, etc. ¿Nos hace más felices? Creo que no. Este desencanto no es culpa del tranque ni de la modernidad, ni siquiera de la política. En una comunidad no se puede gozar de una felicidad plena cuando hemos normalizado la anarquía. Una sociedad de juega vivo, de qué hay pa’mí, de poco importa, de eso no es conmigo, de no es mi problema. Una región egoísta que literalmente es el Salvaje Oeste, despreocupada con el prójimo donde no me importa si mi stereo pasa los 100 decibeles y le usurpa la tranquilidad al vecino. Somos un distrito tan hipócrita que, de pronto, defendemos a los perros y gatos, pero los maltratamos con fuegos artificiales a cada rato y donde no puedes transitar por las calles sin ver a un animalito destripado, enfermo o abandonado En su libro El ascenso de la insignificancia, Cornelius Castoriadis, explica el concepto de imaginación radical que sirve para comprender la crisis contemporánea de la sociedad, especialmente en lo que se refiere a la pérdida de sentido y significado en todos los sectores de la sociedad. Castoriadis acuñó, entre otros conceptos, el término imaginario social, el cual representa la concepción de figuras, formas e imágenes de aquello que los sujetos llamamos “realidad ”, sentido común o racionalidad en una sociedad. En Panamá Oeste, así como en el resto del país, estamos perdiendo el sentido y significado de nuestros imaginarios colectivos que nos hacían felices en medio de las contradicciones, la desigualdad y la pobreza. Hemos perdido el sentido común y hemos dejado gobernar la irracionalidad. Todo el universo que tiene que ver con nuestras narrativas, costumbres, creencias, mitos y esa realidad que los panameños interpretamos en el momento histórico que nos tocó vivir, lo estamos adulterando y corrompiendo con una conducta colectiva egoísta, despreocupada, apática, insolidaria, desorientada, sin referentes ni liderazgo, que solo puede producir tristeza y malestar. Si bien es cierto que la política panameña está enferma, también están enfermas las instituciones, enfermo está el sector privado y enfermo está el cuerpo de la sociedad misma; hasta el destino ya está enfermo. La crisis se refleja, por ejemplo, en la falta de sensatez. Hay una carencia de sensatez terrible. ¿Por qué un gobierno local tiene la necesidad de establecer más de cien formas de multa para que la gente tenga un gramo de sensatez? Este es un indicador de que no tenemos la imaginación ni la creatividad para resolver problemas sencillos como comunidad, donde hasta escupir un chicle se convierte en un caos. La crisis también se ve reflejada en la falta de comunicación de pensamiento. El pensamiento mediocre se ha mediatizado desde las redes sociales. La gente no piensa críticamente ni argumenta en las redes. Las peores y más infames opiniones, llenas de ignorancia gramatical, prejuicios e ignorancia se pueden leer en las redes. La gente pide cabildos y consulta ciudadana, pero no son capaces de escucharse y conversar para no terminar en insultos y gritos como suele pasar. Octavio Tapia hace esta pregunta en su libro El panameño, entre el malestar, la despreocupación y esperanza:“¿Cuál sería el imaginario de un futuro mejor, que corresponda a su propia participación y a su sentido de pertenencia social? ¿qué tipo de “posibilidad”se encuentra en su capacidad de imaginar?”No tenemos la menor idea, porque el sentido de pertenencia ha desaparecido. El imaginario social, nos dice María Albaitero, es la capacidad imaginante, un orden de sentido, una producción de significaciones colectivas que al ser producida se va transformando. Es un espacio constante de creación que permite a las personas ejercer su libertad y ser creativas. Aquí los espacios de creatividad y libertad son las cantinas y el parkin. Mediante el imaginario social sabemos quiénes somos y qué papel debemos desempeñar en la sociedad. Sin embargo, la insignificancia, como dice Castoriadis, en una sociedad donde los valores y significados colectivos se han deteriorado y desmoronado, las personas quedan atrapadas en un estado de apatía y vacío existencial. La “insignificancia ”, no es una noción para hacer bromas. Debe tomarse en serio, porque en su importancia radica la crisis actual de las sociedades donde la capacidad de sostener significados que den sentido a la vida colectiva y personal, han quedado reducidos a lo insignificante, dice el filósofo. Esta banalidad es el triste reflejo de lo que ocurre en Arraiján y, con seguridad, en el resto del país. No es culpa de un decreto. Sin sentido de pertenencia, sin un significado de lo que realmente importa y qué es bueno para mí y el otro, sin una ética del cuidado que nos cuide a todos, no vamos a mejorar como sociedad ni como país, aunque dejemos a los perros ladrar. EL AUTOR es escritor Jubilaciones especiales de la Fuerza Pública El futuro de la CSS Tomás C. Alonso S. [email protected] Las jubilaciones especiales fueron establecidas con el fin de beneficiar a aquellos trabajadores cuyas profesiones presentan una alta probabilidad de mortalidad o implican actividades peligrosas, tóxicas o insalubres. A pesar de los riesgos laborales inherentes, estas funciones son esenciales para la sociedad. Por lo tanto, dichos profesionales no solo enfrentan riesgos significativos, sino que su salud puede verse considerablemente afectada. La jubilación anticipada, según la legislación de cada país, aplica a bomberos, policías, militares, mineros, personal de vuelo, buzos, trabajadores ferroviarios o del metro, químicos, empleados de plantas petroleras, metalúrgicos, trabajadores en grandes alturas, marinos, guardabosques, limpiadores de alcantarillado y, en algunos países, artistas y toreros. La edad de jubilación anticipada generalmente es inferior a la de jubilación ordinaria para otras profesiones. Esta jubilación puede ser voluntaria u obligatoria, de acuerdo con la normativa vigente en cada país, e implica condiciones especiales o requisitos específicos para su adelanto. En Panamá, esta normativa se aplica a la Policía Nacional, Servicio Nacional de Fronteras y Servicio Aéreo Nacional. La Ley 18 de 1997 permite a los policías jubilarse tras 25 años de servicio consecutivo o 30 años no consecutivos, sin importar la edad. Muchos completan su servicio antes de la edad de jubilación (57 años para mujeres y 62 para hombres). El Ministerio de Seguridad paga pensiones mayores a $2,500, superando al Seguro Social, y cubre la diferencia hasta el último salario recibido, lo cual es insostenible, especialmente para comisionados. A menudo, gobiernos entrantes ascienden a uniformados próximos a jubilarse por conexiones personales, permitiéndoles retirarse con pensiones más altas. Las jubilaciones anticipadas incrementan los gastos fiscales del Estado, ya que requieren recursos adicionales para financiar estas jubilaciones por un periodo más largo. Esto podría causar déficits en los fondos de pensiones y requerir ajustes presupuestarios constantes. También puede resultar en recortes de beneficios futuros o en aumentar las contribuciones de los trabajadores activos para cubrir los pagos. Es necesario establecer una nueva ley para regular y realizar los cambios pertinentes. Entre estos cambios, se puede considerar una revisión de los requisitos, como exigir 30 años de servicio continuado, el cumplimiento de un mínimo de cuotas pagadas al Seguro Social y establecer la edad mínima de 55 años para las mujeres y 60 años para los hombres y que la misma sea voluntaria. Además, el techo máximo de jubilación no debería superar los 2,500 dólares desde el inicio, que es la pensión más alta que paga la Caja del Seguro Social (CSS). Es importante que los pagos se integren en la estructura de la CSS y que los fondos sean administrados y regulados legalmente por la CSS, en lugar de depender del Ministerio de Seguridad. Una posible alternativa sería implementar nuevos incentivos para que los oficiales extiendan su permanencia en activo, tales como bonificaciones por años adicionales de servicio después de los 30 años. Adicionalmente, se podría flexibilizar la edad de jubilación, permitiendo a los uniformados optar por una jubilación parcial. Estas medidas deben estar acompañadas de asesoramiento financiero y apoyo psicológico obligatorio, con el fin de preparar adecuadamente a los policías para su jubilación, asegurarles una pensión privada complementaria y, principalmente, garantizarles acceso a un seguro de salud privado durante su re tiro. Es crucial que la ciudadanía panameña entienda que las jubilaciones especiales no son siempre perjudiciales y, en algunos casos, son necesarias. La Fuerza Pública de Panamá no es responsable de los problemas de la CSS. Sin embargo, es necesario revisar la legislación que regula esta entidad, incluido el sistema de jubilación policial. El sistema actual podría no garantizar una jubilación adecuada para las próximas generaciones. Por consiguiente, es imprescindible que todas las instituciones cooperen y debatan los cambios necesarios, incluyendo a las entidades encargadas del orden público. Nuestro país ha transitado desde una dictadura y una invasión hacia una democracia. Los gobiernos anteriores evitaban modificar las leyes relacionadas con las fuerzas policiales para mantener la estabilidad entre los militares que se integraron en la policía y así evitar conflictos. Los tiempos han cambiado y la policía necesita avanzar hacia una mayor profesionalización. Es importante discutir sus normativas en un contexto democrático y progresar colectivamente, considerando las lecciones del pasado. EL AUTOR es abogado y docente universitario.
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