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10A LaPrensa Panamá, miércoles 23 de octubre de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista ¿Por siempre el Parlacen? Foro regional Ramón Morales Quijano [email protected] Algunos profesionales del Derecho internacional —al igual que empíricos en el campo—han hecho públicas sus observaciones para que Panamá se retire del Tratado Constitutivo del Parlamento Centroamericano. Como alguien familiarizado con el tema, ofrezco un análisis desde una perspectiva externa. Este debate resurge periódicamente y vuelve a cerrarse con la conclusión de que Panamá “no puede”salirse de lo que algunos consideran un refugio para perseguidos de la justicia. Para los ciudadanos comunes resulta reprochable que nuestras instituciones jurídicas no consideren el panorama integral de los efectos internos de este Tratado, ya que existen disposiciones tanto internas como internacionales, con matices y variantes explícitas, que podrían aplicarse a este caso sin caer en dogmatismos. Los efectos internos de un Tratado —es - pecialmente aquellos que lesionan derechos—son fácilmente detectables con el tiempo, ya que están relacionados con el proceder de las autoridades delegadas y las interpretaciones conjuntas o unilaterales del instrumento. Esta es la base de nuestro argumento. El balance es claro: el objetivo fundamental del Tratado es consolidar a Centroamérica como una región de paz, libertad, democracia y desarrollo. Sin embargo, su fracaso es evidente, y en el Artículo 5 se otorgan 25 atribuciones, además de las cuestionables inmunidades y privilegios que contiene el Artículo 22. Es sabido que el Derecho internacional deja al Derecho constitucional de cada país la definición de las reglas internas para pactar un Tratado. En Panamá, los tratados internacionales —originados en el Órgano Ejecutivo—deben ser aprobados por la Asamblea Nacional. No obstante, en la Constitución Nacional, a pesar de una conveniente ambigüedad que favorece intereses políticos, hay suficiente margen para reflexiones y decisiones según las circunstancias que se presenten. El debate sobre hasta qué punto un Estado está obligado a cumplir un Tratado es constante, y Panamá tiene su propia historia de reivindicaciones. Según diversos autores, cuando no se han establecido las condiciones de terminación de un Tratado, es posible aplicar unilateralmente una cláusula de excepcionalidad para darlo por terminado. El retiro de Panamá podría justificarse por el “cambio fundamental de las circunstancias”, que es un motivo reconocido para finalizar compromisos internacionales. El Artículo 62 de la Convención de Viena establece que la denuncia puede ocurrir cuando se incumple la base esencial del consentimiento y de las obligaciones de las partes. Sin embargo, la limitante es que debe existir un cambio fundamental en las circunstancias que motivaron la creación del Tratado. La aplicación de este mecanismo, reconocido por la Corte Internacional de Justicia como excepcional, está regulada en la Convención de Viena de 1969 sobre el Derecho de los Tratados. Se considera aplicable en este caso, ya que el Parlacen ha incumplido su obligación de actuar de buena fe en el desempeño de las condiciones previstas conforme a los Artículos 26 y 31 de la mencionada Convención. En el Derecho Internacional, “lo pactado obliga”, pero esto también exige que todas las partes cumplan de buena fe. La jurisprudencia internacional establece reglas generales, además de lo estipulado en el texto, que destacan la interpretación contextual del preámbulo, la intención y los anexos de un Tratado. Asimismo, deben analizarse todas las normas pertinentes de Derecho Internacional que regulen las relaciones entre las partes. Este análisis debe ser profundo por parte de nuestros expertos en Derecho Internacional Público. Por lesión enorme —que entre Estados puede implicar casi una ruina completa—, por iniquidad o por la torpeza del objeto, la denuncia o retiro de Panamá del Tratado Constitutivo del Parlamento Centroamericano parece posible, ya que existe un mecanismo establecido para ello. También podría optarse por el recurso de nulidad relativa debido a vicios sustanciales (de hecho y no de derecho). El Artículo 42 de la Convención de Viena establece que la terminación, denuncia o retiro de una parte es permitida si resulta de la aplicación del Tratado o de lo estipulado en la Convención. Parece que Panamá, como mínimo, podría reclamar la nulidad del Artículo 22 del Tratado Constitutivo del Parlacen, que otorga inmunidades y privilegios, por (a) la naturaleza ligera y no vinculante de sus decisiones, y (b) por prestarse a la corrupción y evasión de responsabilidades penales. La sentencia del 2 de febrero de 2012 de la Corte Suprema de Justicia ha sido interpretada como una negación del derecho de Panamá a ejercer importantes facultades en el ámbito internacional. Este fallo extenso contiene numerosas interpretaciones que, en realidad, corresponden a Cortes Internacionales instituidas para tales fines. En la práctica, no solo convierte a la Corte Suprema en una especie de legislador, sino que también limita sus futuras acciones. El punto clave, creo yo, debió ser simplemente declarar inconstitucional la Ley 78 del 11 de diciembre de 2009, “que deroga las leyes que aprueban los instrumentos internacionales relativos al Parlamento Centroamericano”. ¿No? El retiro de Panamá podría justificarse por el “cambio fundamental de las circunstancias”, que es un motivo reconocido para finalizar compromisos internacionales. EL AUTOR fue embajador panameño ante la Organización de Naciones Unidas. Osadía Historia Publio Ricardo Cortés [email protected] La Gran Guerra concluyó militarmente en noviembre de 1918. Aproximadamente 10 millones de muertos, 20 millones de heridos, incluyendo mutilados, millones de viudas. Los campos de batalla quedaron como territorio lunar, inhabitables, muy especialmente en el norte de Francia. En Verdún, todavía hoy hay áreas clausuradas. El orden mundial previo a la guerra colapsó. Tres imperios desaparecieron. Desde enero de 1919, se realizó una Conferencia de Paz en París, bajo el liderazgo de las grandes potencias, que fijaría fronteras, distribuiría territorios y se repartiría parte de los despojos de los extintos imperios. También se estableció la Liga de Naciones, bajo la esperanza ilusoria que con ese sistema internacional se evitarían futuras confrontaciones. En esos días todavía París no era una fiesta, como la que vivieron un par de años más tarde, Hemingway, F. Scott Fitzgerald y la generación perdida. Había cicatrices de la guerra por cada esquina, físicas y humanas. Pero París seguía siendo París. La elegancia y el buen gusto resucitaban, en medio de la escasez, la turbulencia política y la sensación de victoria en el conflicto. Casi todos los países estuvieron representados. Para marzo ya estaba claro que el Consejo Supremo tomaba las decisiones más importantes. Tal consejo estaba formado por Lloyd George, Primer Ministro inglés; Woodrow Wilson, Presidente de los Estados Unidos; Georges Clemenceau, Primer Ministro de Francia; y, Vittorio Orlando, Primer Ministro de Italia. Las reuniones formales tenían lugar en la sede del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia con vista al río, en Quay d´Orsay, entre el puente de la Concordia y el puente de Alexandre III. Sin embargo, todos los hoteles de las delegaciones y los restaurantes eran escenario de negociaciones paralelas, conjuras y traiciones. Margaret MacMillan (Paris 1919, Random House, New York, 2003) cuenta que París era el lugar donde tenían que estar los dirigentes que querían algo para sus naciones, especialmente territorio. Personajes de todo tipo circulaban en el “escenario”, tales como un futuro Primer Ministro de Japón o como Eleutherios Venizelos, el patriota griego que después fracasó en Anatolia, siendo derrotado por el nacionalismo republicano que dio origen a la actual Turquía; el también futuro primer Presidente de Israel; la Reina Marie deRumania,glomorosaypidiendoagregarasupaíslamitaddeHungría;Lawrence de Arabia, acompañando al Príncipe Árabe Faysal. En fin, todos estaban allí. Y, claro, como no podía ser de otra manera, también estaba presente alguien de Chitré, el delegado de Panamá, Antonio Burgos, quien tuvo algunas intervenciones interesantes. Por ejemplo, el 28 de abril, según describe MacMillan, mientras una extraña nevada cubría París, el delegado de Panamá pronunció un discurso sobre la paz, muy largo y erudito, que empezó con Aristóteles y terminó con Woodrow Wilson. De todos los choques de intereses que habían, uno de los que más llama la atención fue la situación de Italia y sus aspiraciones en el Adriático. Al inicio de la guerra Italia tenía un tratado de defensa con Austria-Hungría, pero se las arregló para no entrar en el conflicto. Después se pasó al otro lado, firmando en 1915 un tratado secreto en Londres con Inglaterra y Francia. En ese acuerdo a Italia se le prometió, no solo su soñado control en ciertas partes de las costas del otro lado del Adriático, especialmente la ciudad de Fiume (hoy Rijeka), sino también sobre ciertas islas de Asia Menor y derechos en Arabia y el Mar Rojo. En París, Italia reclamó el cumplimiento del acuerdo, especialmente en lo que se refería al Adriático, invocando razones nacionalistas, porque habían poblaciones italianas en la región, y también motivos de seguridad militar. Todas las reclamaciones fracasaron, porque Inglaterra y Francia no mantuvieron su compromiso, molestos por el poco eficaz esfuerzo de guerra italiano, mientras que Wilson tampoco respaldó la aspiración italiana, entre otros motivos porque rechazaba la validez de la diplomacia secre ta. El asunto fue dramático. Se trataba de un miembro del Consejo Supremo que no obtuvo su aspiración más importante. En eldespachodeWilsonenParís,dondese reunían los cuatro estadistas, Orlando lloró y se secó las lágrimas con un pañuelo mirando a la ventana, el día que le dieron el veredicto de los otros tres. La delegación de Italia se retiró a finales de abril, justo cuando ya los alemanes llegaban a firmar el tratado. Hubo que editar los textos para quitar toda referencia a Italia. Wilson publicó un comunicado justificando su decisión con motivos principistas que todo el mundo repudió en Italia, donde estalló una poderosa ola nacionalista y de rechazo a Wilson. Orlando fue recibido como un héroe a su regreso a Roma. No sabemos si se enteró que en París, el delegado chitreano de Panamá lo mantenía en su recuerdo, durante las reuniones en Quay d’Orsay donde Italia dejó de estar representada. Margaret MacMillan cuenta que en una de esas sesiones posteriores al abandono italiano de la conferencia, “el delegado de Panamá colocó una bufanda negra en la silla vacía de Orlando”, la cual luego “fue retirada por un delegado portugués, que dijo que era demasiado pronto para guardar luto”. En mayo Italia regresó resignada. Por esas ironías de la Historia, Antonio Burgos posteriormente fue Embajador de Panamá en Roma, donde murió en 1937. En esa misma ciudad siguió viviendo Vittorio Orlando, bastante activo en la vida pública, hasta su muerte en 1952. En esos días todavía París no era una fiesta, como la que vivieron un par de años más tarde, Hemingway, F. Scott Fitzgerald y la generación perdida. Había cicatrices de la guerra por cada esquina, físicas y humanas. Pero París seguía siendo París. EL AUTOR es abogado. Cuando el puesto más alto pierde seriedad Presidencia Samuel Moreiro Blasco [email protected] Desde pequeños admiramos ciertos trabajos y, cuando nos preguntan “¿qué quieres ser de grande?”, mencionamos ser astronautas, policías o, en ocasiones, presidentes de nuestro país, un cargo que asociamos con autoridad, poder y, sobre todo, responsabilidad. Sin embargo, en Panamá, esa imagen se ha distorsionado por los últimos gobiernos, dejando la impresión de que para ser presidente ya no se necesitan capacidad o inteligencia, sino contactos, influencia o un apellido reconocido. Un puesto con grandes responsabilidades y cuyas decisiones afectan a toda la población ya no es tomado en serio, ni siquiera por los propios candidatos presidenciales. Hoy en día es común oír frases como “otro año sin candidatos buenos”o“tocará elegir al menos malo”. Aunque reconocemos nuestra realidad, es preocupante que esta perspectiva no cambie. En cualquier organización, es crucial que quien la encabece sea estable y esté capacitado para mantener el orden. Un buen dirigente puede corregir fallas en su equipo, pero cuando es la cabeza la que falla, las consecuencias pueden ser irreversibles. Lamentablemente, al menos los últimos tres presidentes de la república han llegado al poder creyendo que sus errores pasarían desapercibidos o que no tendrían un impacto considerable. Negar los problemas del país, lejos de solucionarlos, los agrava. Con una deuda externa creciente, corrupción en casi todas las instituciones públicas y una educación y salud en niveles tan bajos que nos hacen cuestionar cómo el país sigue funcionando, uno pensaría que estos serían temas prioritarios para el presidente. Sin embargo, no solo los ignoran, sino que en ocasiones son los causantes de estos problemas, aunque lo nieguen. El descontento ya no es solo desconfianza en el presidente de turno, sino una falta total de expectativas. La esperanza se ha desplazado a cargos más bajos, como diputados o alcaldes independientes, pero ellos no pueden lograr grandes cambios si quien lidera el gobierno no les da el apoyo necesario. Una organización, por más personas capacitadas que tenga, no funcionará si su cabeza es la fuente principal de los problemas. El cargo de presidente, que debería ser para servir a la población, se ha convertido en una vía para satisfacer el ego y ambiciones personales. El propósito de liderar un país ha sido tergiversado, y quienes llegan al poder ya no se toman en serio la enorme responsabilidad que implica. EL AUTOR es miembro del equipo organizador del debate presidencial del 13 de marzo de 2024.

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