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6A LaPrensa Panamá, sábado 12 de octubre de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 650 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. Subdirectora y Editora de la Unidad de Investigación Mónica Palm Editora Digital Yolanda Sandoval Editor del Impreso Juan Luis Batista La opinión de Hilde Navegando entre dos ríos: La responsabilidad penal y la responsabilidad política Integridad Miguel Dayan Barrera Rodríguez [email protected] El camino de la responsabilidad política y la penal se cruzan a menudo, pero no deberían confundirse. Como ríos que fluyen paralelos, ambas formas de rendición de cuentas responden a diferentes necesidades. La política requiere respuestas éticas ante la ciudadanía, la penal exige justicia ante la ley. Confundir estos ríos, como suele ocurrir, no solo debilita nuestro sistema de justicia, sino que también afecta el alma de la democracia. La responsabilidad política es un compromiso con el pueblo, una promesa de actuar con integridad y eficiencia. No es necesario que se cometa un delito para que un líder deba rendir cuentas, basta con que la desconfianza, la ineficacia o la opacidad se filtren en sus acciones para el convencimiento político-moral de su culpabilidad. Este río prístino es fácil de mancharse. El gobernante debe responder ante la sociedad, aceptando las consecuencias de sus decisiones, ya sea la pérdida de caudal político o la salida del poder. Es un juicio moral entendible por el pueblo, más cercano al alma colectiva que a las frías reglas del derecho. La responsabilidad penal, en cambio, es más severa, más implacable. Es un río tempestuoso. Es la ley la que habla, y exige pruebas claras de que un delito ha sido cometido. La corrupción, malversación, abuso de poder son actos que deben enfrentarse ante los tribunales, y la justicia decidirá el destino de quienes quebrantan las reglas que protegen a la sociedad. Se guía por hechos nítidos y firmes que conducen a un convencimiento judicial de culpabilidad. Sin embargo, algunos políticos han aprendido a navegar entre estos dos ríos, usando el respaldo electoral como un puente hacia la impunidad. Cuando se ven atrapados en investigaciones penales, recurren a las urnas, apelan a incidencias sentimentales y a los índices de popularidad para zafarse del debate público de sus acciones. Con el voto y las redes sociales transforman la justicia en un escenario donde se declaran inocentes. Así, convierten sus victorias políticas en escudos contra la responsabilidad, distorsionando el verdadero sentido de su mandato, desviando la atención de sus delitos. Esta práctica, tiene efectos devastadores para la democracia. El daño es profundo cuando los ríos se diluyen. En lugar de resolver los problemas políticos a nivel ético-social, el debate se traslada a los tribunales. La diferencia entre la responsabilidad política, que exige respuestas ante el pueblo, y la responsabilidad penal, que busca justicia ante la ley, se diluye. Y con ello, también se diluyen los estándares morales que se esperan de los líderes. Por eso no rinden cuentas, confunden la opinión pública convirtiendo la absolución penal en una falsa exoneración política, y la condena penal en una persecución política. Esto no solo afecta la percepción de los ciudadanos, sino que también distorsiona el papel de los jueces. Al transformar la política en una responsabilidad judicial, los jueces se ven forzados a ser árbitros de batallas que no les corresponden. El electorado, la sociedad quienes deberían ser los jueces finales del comportamiento de los líderes, son desplazados, y terminan siendo cómplices pasivos con el endoso del voto producto del engaño de estos hábiles navegantes politiqueros. Esa navegación es perjudicial, el juicio político, cálido y vibrante, se reemplaza por un frío juicio penal. La política, que se construye en el calor del debate público, no debería ser tratada con la misma rigidez que un proceso penal. Es vital que Panamá distinga claramente estos dos ríos. El apoyo electoral no debe servir como escudo para quienes cometen delitos, ni puede confundirse la absolución penal con la exoneración política. La rendición de cuentas debe ser un faro que guíe a la democracia, no una herramienta para debilitarla. Solo así podremos avanzar hacia un futuro donde política y justicia fluyan en armonía, cada una en su cauce, cumpliendo su papel. EL AUTOR es abogado La diferencia entre la responsabilidad política, que exige respuestas ante el pueblo, y la responsabilidad penal, que busca justicia ante la ley, se diluye. Y con ello, también se diluyen los estándares morales que se esperan de los líderes. Por eso no rinden cuentas, confunden la opinión pública convirtiendo la absolución penal en una falsa exoneración política, y la condena penal en una persecución política. Diplomacia económica para transformar regiones olvidadas Nombramientos Darry Santana [email protected] Panamá, la tierra que por definición propia es abundancia, se ha constituido desde sus inicios en un puente entre océanos y cultura. Es así que, en 1519, teníamos uno de los primeros asentamientos permanentes en América, y desde entonces nuestra capital se alza como un emblema del progreso, pero fuera de sus límites, nuestra realidad es dolorosamente distinta, una brecha cada vez más palpable entre desarrollo y oportunidad. Y frente al pésimo manejo del Estado por parte de los gobiernos, la repuesta ante las necesidades apremiantes de todos los sectores, siempre es la misma, no hay dinero. Sin embargo, nuestro país tiene la oportunidad de crear un plan de recuperación económica novedosa, que no solo reactive su economía tras tiempos difíciles, sino que transforme de raíz las regiones menos desarrolladas del país y sería a través de una herramienta tan poderosa como subestimada: nuestro servicio exterior. Si el Gobierno deja de escoger a nuestros diplomáticos por afinidad familiar o peor aún como pago por favores políticos; y empieza a desarrollar un enfoque renovado y una visión clara, Panamá puede convertir a sus diplomáticos en verdaderos guerreros de la inversión extranjera, que no solo representen a nuestra grandiosa nación y sus valores culturales, sino que verdaderamente se conviertan en arquitectos del futuro, y para ello necesitamos un equipo de élite, formado no solo en relaciones internacionales, sino en el arte de la negociación económica y en la identificación de oportunidades de desarrollo. Estos profesionales no solamente deben vender la idea de Panamá como un centro logístico, con el Canal como su principal activo; sino, como una tierra donde la agricultura tiene capacidades de ser de alta calidad y tecnificación, para ejemplo, cultivamos el café que en subasta se ha vendido como el más caro en el mundo y otros productos que llevan la marca Panamá como sinónimo de calidad. Estos agentes del servicio exterior, deben tener la capacidad de identificar las inversiones que estén dispuestas a transformar nuestras zonas rurales olvidadas; pero donde los sueños, la calidad de su gente y su tierra conectan la realidad de un Panamá profundo, lleno de riqueza que espera ser descubierto. Ahora bien, este plan no solo aborda la necesidad de atraer dinero, sino que busca transformar vidas, logrando dirigir proyectos que den resultados reales dentro de las comunidades olvidadas, como lo sería la construcción de carreteras que unen comunidades aisladas, la iluminación de noche en lugares sin acceso a la electricidad por medio de energías limpias, el desarrollo de infraestructuras para salud y educación que doten a los jóvenes de las zonas rurales de las mismas oportunidades que a los de la capital. Es así que, al abrir las puertas del mundo a estas oportunidades, los diplomáticos pueden atraer capital cuyo impacto se vea reflejado en empleos, pues cada inversión en estas áreas no solo significa crecimiento económico, sino un paso hacia la justicia social, equidad que el país tanto necesita, pero para lograr todo esto, necesitamos de un Gobierno que desarrolle una visión de Estado, identificando las zonas y sus potenciales; y finalmente escogiendo correctamente a nuestro equipo diplomático. EL AUTOR es abogado Estos agentes del servicio exterior, deben tener la capacidad de identificar las inversiones que estén dispuestas a transformar nuestras zonas rurales olvidadas; pero donde los sueños, la calidad de su gente y su tierra conectan la realidad de un Panamá profundo, lleno de riqueza que espera ser descubierto.

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