7A LaPrensa Panamá, viernes 4 de octubre de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 500 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva y Directora Editorial Annette Planells Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. 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Yo creía que en la guerra solo mataban a los hombres”.“En el primer incendio murieron muchos abuelos, muchos niños pequeños, no habían huido junto con los demás porque habían pensado que a ellos nos les harían nada”. “Rosaditos, los pequeños yacían encima de las brasas apagadas…” “Y después comenzó la hambruna”.“Un día llamaron a comer y no había nada que comer”. “Me pasé toda la guerra esperando a que terminara para poder ir a buscar a mamá”.“Antes de la guerra mi padre tenía una gran familia, con muchos hombres, pero cuando llegamos a la casa solo había mujeres”.“Me he saltado la época de la infancia, he desaparecido de mi vida. Soy un hombre sin infancia. En vez de infancia tengo la guerra”.“Llorábamos porque nuestra escuela estaba en llamas”.“Llevo toda la vida recordando aquel día…El primer día sin mi padre”. “Así que ninguno de nosotros vio a papá muerto. Y nadie lo recuerda muerto”. “Era una ciudad distinta. Toda en ruinas…, las piedras hechas arena…” “Vi - víamos en una residencia estudiantil; en la habitación éramos ocho. Todas huérfanas. No es que nos hubieran juntado así a propósito, es que había muchos huérfanos”.“Todas las escuelas se convirtieron en hospitales”.“Me costó acostumbrarme a la sangre. Me asustaban los heridos con quemaduras. Con esas caras negras…” “Durante la guerra no había visto ni un solo objeto infantil. Me había olvidado de que existían los jugue tes…” “Las bombas destruyeron el cementerio. Fuimos corriendo: los muertos estaban fuera de las tumbas… como si los hubieran vuelto a matar…” “Durante la guerra, nosotros jugábamos a “la guerra”.“Combatíamos. Hacíamos prisioneros. Fusilábamos”.“Yo crecí sin mi madre…” “En las afueras nos disparaban a quemarropa. La gente caía al suelo…Sobre la arena, sobre la hierba…Cierra los ojos, hijo…No mires…me pedía mi padre. Mirar al cielo también era aterrador: de tantos aviones, se vía negro”.“Los cadáveres cubrían el suelo. Pasó un avión cerca de nosotros…Mi padre cayó y no se levantó. Me senté a su lado: Papá, abre los ojos. Papá, abre los ojos…” “Yo no lograba comprender que mi padre ya no se levantaría, y que tenía que dejarlo allí, tal cual, en la carretera, en mitad del polvo”. “Me arrancaron de él a la fuerza, pero durante los días siguientes, muchos días, yo caminaba mirando atrás, esperaba que mi padre me alcanzara de un momento a otro”.“¡Y yo que ya había perdido la esperanza de poder vengar a mi padre!”.“Nadie me había explicado aún que la guerra no duraba un día, ni dos, que podría ser mucho tiempo”. “Nos tenemos que ir todos. ¿Adónde? Nadie sabía nada”.“Caían las primeras bombas, yo las seguía con la mirada hasta que tocaban el suelo. Alguien me aconsejó que abriera la boca para no quedarme sorda”. Teníamos un cubo colgado en el patio. Cuando el ataque aéreo terminó, lo descolgamos: contamos cincuenta y ocho agujeros. El cubo era blanco; desde arriba seguramente creyeron ver a alguien con un pañuelo blanco en la cabeza y le dispararon…Se divertían…” “De entrada parecían gente normal…Yo quería ver cómo eran sus cabezas. No sé de dónde lo había sacado, pero pensaba que sus cabezas no eran humanas…Ya se hablaba que mataban a las personas”.“Cuando empezaban a disparar, incluso los gallos dejaban de cantar y se escondían”. Al cruzar el arroyo cercano vi que el agua era roja. ¡Y cómo levantaron el vuelo los cuervos al pasar!” “A mi mente infantil no le impactó demasiado la palabra guerra, me asustó mucho más la palabra aviones”.“Cuan - do eres pequeño…Vives en un mundo diferente, no miras desde arriba, vives pegado al suelo. Desde esa altura los aviones son todavía más terribles; las bombas, más terroríficas. Recuerdo que envidiaba a los bichitos: eran tan pequeños que siempre podrían esconderse en algún lugar, bajo la tierra…” “No s detuvieron a todos y nos metieron en el edifico de la escuela. Nos obligaron a ponernos de rodillas y nos apuntaron con las ametralladoras. Nosotros, los niños, éramos igual de altos que las ametralladoras”.“Resulta que la niña encontró una granada. Y se puso a mecerla igual que a una muñeca. La envolvió con un trapito y la mecía…La madre corrió, pero no llegó a tiempo”.“En nuestra aldea, …una vez acabada la guerra siguieron enterrando a niños durante más de dos años. Había desechos metálicos de la guerra por todas partes… fragmentos de minas, de proyectiles…Y nosotros no teníamos juguetes”. ¡Qué sabemos nosotros de la guerra! ¡Nada! Estos son algunos testimonios de niños rusos de la II Guerra Mundial, como los ha transcrito hace algunos años, la escritora bielorrusa y Premio Nóbel de Literatura de 2015, Svetlana Akexiévich, en su libro Últimos testigo s . Siguen sonando esas palabras como de hoy, como comenzaron solo hace dos y medio años en Ucrania y hace un año, dentro de 3 días, en Israel, donde el cielo desgajó buitres. Los niños de la guerra, los “últimos tes tigos”, no son solo inocentes, son instrumentos, mercancías donde cobarde y criminalmente se permutan vidas. Donde se atrinchera el terrorista o el soldado, se acoraza para que cuenten más cuerpos de niños calcinados por cada uno de ellos y clame el mundo enardecido y ciego. Los niños de la guerra, los “últimos testigos”, no son solo inocentes, son instrumentos, mercancías donde cobarde y criminalmente se permutan vidas. Donde se atrinchera el terrorista o el soldado, se acoraza para que cuenten más cuerpos de niños calcinados por cada uno de ellos y clame el mundo enardecido y ciego. EL AUTOR es médico Envejecer con dignidad: ¡Longevidad productiva! Personas mayores Arletty Pinel y Víctor López Cabrera [email protected] Ya es tiempo de desafiar la visión del envejecimiento como un período de dependencia y declive. Los avances contemporáneos en salud, bienestar y tecnología permiten a las personas mayores vivir más tiempo activas, saludables y productivas. Un adulto mayor saludable es un motor de cambio que contribuye tanto a las economías domésticas como al desarrollo del país. A lo largo de su vida, las personas mayores han contribuido a la economía, desde la estabilidad laboral o de trabajos no remunerados, como el cuidado de familiares y su participación en redes comunitarias. Este aporte debe ser reconocido. Aunque dejar de trabajar y disfrutar de una jubilación digna es un derecho, muchas personas mayores eligen seguir activas y productivas. La longevidad representa una oportunidad de realización personal y contribución a la sociedad. Cuando llega el momento en que necesitan apoyo debido a una mayor dependencia, ese respaldo debe entenderse como un derecho adquirido, nunca como caridad ni como una carga. En este contexto, la economía plateada constituye una herramienta poderosa de inclusión financiera y social para las personas mayores como para la sociedad. Esa economía constituye un ecosistema de gran impacto en la provisión de bienes y servicios para mejorar la calidad de vida de las personas mayores. Ese ecosistema impulsa la creación de empleo, fomenta la innovación y genera crecimiento en sectores clave como la salud, el turismo y las tecnologías de apoyo. No es un mercado de nicho, sino una fuerza que beneficia a todas las generaciones. Es esencial romper con los estereotipos que asocian la vejez con la improductividad. Con un entorno adecuado, las personas mayores, independientemente de sus recursos económicos, pueden seguir liderando, creando y emprendiendo. Además, como consumidores, dinamizan sectores estratégicos y contribuyen con las economías locales y globales. Reconocer que las personas mayores son agentes productivos, innovadores y esenciales para el crecimiento constituye un imperativo para el desarrollo humano. La economía plateada redefine el significado de la longevidad. El pasado 1 de octubre se celebró el Día Internacional de las Personas Mayores, una fecha que nos recuerda la importancia de promover la inclusión de este grupo de nuestra población, fortalecer su proceso de longevidad y valorar la dignidad y sabiduría que poseen como seres humanos. LOS AUTORES son médica psiquiatra y directora ejecutiva de Genos Global Consulting, y docente universitario, respectivamente, para Ciencia en Panamá El país del ni fu ni fa Impunidad Diana Peña [email protected] Locución que expresa que algo resulta indiferente, que no despierta interés ni aprecio. Los medios de comunicación, ya sean escritos, digitales o por internet, como es su labor, nos informan sobre las noticias y hechos que ocurren en el país y en el mundo. Muchas veces, estas noticias han sido tan bien investigadas y respaldadas con pruebas, que solo falta que se presenten las denuncias correspondientes y se actúe. Sin embargo, la mayoría de las veces... ¡quedan en un limbo absoluto! ¡Ni fu ni fa! Tales son los casos de corrupción, como los auxilios económicos otorgados por el Instituto para la Formación y Aprovechamiento de Recursos Humanos a personas cercanas a altos funcionarios y políticos del gobierno pasado, o a familias con solvencia económica que bien podían costearse sus estudios en prestigiosas universidades extranjeras. Recordemos también el dinero distribuido a “diestra y siniestra”de los fondos de descentralización, destinados a proyectos que nunca se ejecutaron. Otro caso que nos viene a la memoria son las cirugías bariátricas por estética, realizadas a docenas de funcionarios de alto nivel o por amiguismo, que nos costaron a todos casi un millón de dólares en fondos públicos (partida discrecional del presidente). ¡Dios, qué injusticia! ¡Tantas personas esperando una cirugía urgente sin recursos económicos! ¡Abuso absoluto, imperdonable! Está también el caso de los materiales comprados o licitados para la reparación de infraestructuras públicas que nunca se usaron, y luego desaparecieron. Cuando se busca a los responsables, nadie responde, o culpan al más débil. Otro ejemplo son esos funcionarios que, en un pestañeo, o por arte de magia, se convierten en millonarios con el aval de sus jefes. Mencionemos también los “procedi - mientos excepcionales”, que no son más que contrataciones directas, y que ocurren con demasiada frecuencia. Podríamos seguir enumerando muchos más actos indebidos, pero sería un cuento de nunca acabar. Además, la ciudadanía ya los conoce. De lo que estamos cansados es de que todos terminan en... ¡ni fu ni fa! Los autores de estos actos nos pasan por delante, se ríen, nos sacan la lengua y se burlan de nosotros. Esto se llama impunidad. Viven lujosamente, sin ningún tipo de estrés. El 5 de mayo de 2024, la ciudadanía intentó dar un giro de timón y acabar con parte de esta situación. ¡No fue suficiente! La Asamblea Nacional sigue gobernada por los miembros de los distintos partidos políticos, quienes a través de acuerdos tras bambalinas deciden, según sus conveniencias, qué leyes aprueban, qué partidas transfieren y para qué, y qué funcionarios ratifican en cargos importantes. ¡Mandan y gobiernan! El presidente actual, al menos, sale a la palestra. ¡Tenemos presidente! ¡No estamos en acefalía! Presidente, por favor, no sea parte del ni fu ni fa. No permita que los funcionarios actuales compartan en actos públicos con aquellos que están señalados y que deberían estar bajo investigación. Se necesita limpiar la imagen del país para el bien de quienes vivimos aquí. Los culpables de actos de corrupción deben pagar sus castigos, y los actos indebidos no deben quedar olvidados en alguna gaveta. Necesitamos vivir en paz, tranquilos, seguros, con confianza, una buena educación, atención médica, medicinas y buenos trabajos. No queremos ser más el país del ¡ni fu ni fa! Los autores de actos de corrupción y despilfarro de recursos públicos nos pasan por delante, se ríen, nos sacan la lengua y se burlan de nosotros. Esto se llama impunidad. Viven lujosamente, sin ningún tipo de estrés. LA AUTORA es arquitecta
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