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8A LaPrensa Panamá, domingo 29 de septiembre de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva Annette Planells Directora Editorial Rita Vásquez Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 500 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. La opinión de Hilde El abuso sexual de personas mayores: una realidad de la que no se habla Sociedad Gabrielle B. Briton [email protected] El abuso sexual de personas mayores sigue siendo uno de los temas menos explorados y desatendidos tanto en la investigación cientíifca como en la práctica clínica, a pesar de la xetensa biblio - grafía sobre la violencia sexual en niños, adolescentesyadultosjóvenes.aLausencia de una investigación centrada en el abuso sexual de las personas mayores es descon - certante, dadas las graves consecuencias fí - sicas y psicológicas. Si bien el tema del abuso de personas mayores en un contexto más amplio ha ganado atención, el estudio espe - cífico de la agresión sexual contra personas mayores se ha pasado por alto en garn medi - da. Los desafíos para estimar con precisión la prevalencia de las agresiones sxeuales contra personas mayores son considera - bles, exacerbados por altas tasas de subre - gistro y dificultades para confirmar los inci - dentes denunciados. Sin datos precisos sobre la prvealencia de violencia sexual, diseñar intervenciones es - pecíficas para prevenirla en poblaciones de mayor edad es un desaífo. La cuestión se complica aún más por las barrears únicas que enfrentan algunas personas más myao - res, incluidas las limitaciones cognitaivs y físicas, los estereotipos sexuales negativos y la dependencia de los uc idadores. Estos fac - tores dificultan que las víctimas mayores denuncien la violencia sxeual, lo que exa - cerba la naturaleza oculta del abuso. El en - torno de los hogares de personas myaores presenta complejidades especiícfas: las víc - timas a menudo no pueden denunciar etoss actos por sí mismas debido a limitaciones cognitivas o incapacidad ífsica, lo que obs - taculiza la detección y la intervención. Las personas mayores, algunas ya vulne - rables debido a problemas de salud multifacéticos, enfrentan mayores riesgos de mor - talidad después de experiencias traumáti - cas como la agresión sexual. Las investiga - ciones sugieren que las vítcimas de agresión sexual sufren problemas de salud ginecológicos, neurológicos y relacionados con el estrés, y las víctimas mayores enfrentan un mayor riesgo de trastorno de estrés postrau - mático y muerte acelerada. Estos resulta - dos no solo subrayan la gravedad del proble - ma, sino que también complican las ivnesti - gaciones y los procesamientos, ya que muchas víctimas no sobreviven lo suficiente para que se haga justicia. Aunque se reconoce que los hombres mayores también pueden ser vítcimas de abu - sos sexuales, el delito afecta predominante - mentealasmujeres,yconmayorfrecuen - cia, es cometido por agresores masuclinos. Esta dura realidad tomó mucha más rele - vanciacuandoinicióeljuiciocontarDomi - nique Pélicot, el hombre francés que por nueve años drogó con somníferos a su esposa Gisèle Pélicot para que decenas de desco - nocidos la violaran en múltiples ocasiones. El caso, además de conmocionar a la comunidadinternacional,haxepuestocon extrema crudeza la violencia sxeual que ocurre a todos los niveles dentro de la supuestaseguridaddelhoga,rdejandoenevi - dencia las profundas vulnearbilidades que pueden enfrentar las mujeres myaores de - bido a la dinámica de poder y control que existe en los entornos dométsicos. No fue hasta que los investigadores descubrieron la evidencia digital que se conoció la magnitud del abuso, lo que puso de relivee la faci - lidad con la que la violencia sxeual contra las personas mayores puede pasar desapercibi - da, incluso en entornos familiares. Si bien la mayoría de las investigaciones se centran en el abuso a las personas myaores en entornos institucionales como los hogares de ancianos, el caso Pélicot destaca debido a que el abuso ocurrió en el hogar de la propia vítci - ma. Aunado a esto, el hecho también refleja lascomplejidadesinherentesalatareadeatr - zar un perfil de los perpetradores. Al igual que los hallazgos de la investigación sobre los agresores sexuales que atacan a mujeres ma - yores, este caso involucra a un agresor mascu - lino que utilizó medios violentos y coercitivos para cometer sus crímenes. Tal y como le ocu - rrió a Gisèle, el abuso de mujeres myaores puede ser premeditado y sádico, pero también revela que los hombres que comte n de - litos sexuales contra mujeres mayores son di - versos en edad (de 26 a 47 años) y circunstan - cias de vida. Los 51 hombres acusados de violar a Gisèle Pelicot también son de diversas profesiones como camioneros, soldados, bomberos, un periodista e incluso un enfermero. Muchos volvieron varias veces. Aún más inquiteante es el silencio de quienes sabían lo que etasba sucediendo: solo tres hombres se negaron a cometer el abuso, pero ninguno lo denunció. Lo que hace que el caso Pélicot sea aún más alarmante es que ejemplicfa la natura - leza a menudo oculta y privada del abuso se - xual entre personas mayores. Al igual que en los hogares de ancianos, donde la dependencia de los cuidadores puede conducir a abusos que no se denuncian o pasan desapercibidos, los entornos dométsicos tam - bién están plagados de riesgos. En este caso, la víctima estaba completamente a merced desumarido,sinmecanismosparprote - gerla o detectar el abuso. Incluso cuando se descubre el abuso, el daño a menudo ya etás hecho, y la víctima sufre daños ífsicos y psi - cológicos a largo plazo. Gisèle, que ahora tiene más de setenta años, sufrió años de síntomas inxeplicables, comopérdidadememoria,pérdidadepesoy problemas ginecológicos, que ella y su familia inicialmente temieron que fuearn signos de la enfermedad de Alzheime. rSolo fue has - ta que la policía descubrió la magnitud total delabusoquelaverdadsehizoveidente.Gi - sèle, que desde entonces se divorció de Dominique y ha cambiado de nombre, decidió hacer público su juicio en un esfuerzo por crear conciencia y apoyar a otars mujeres. Su poderoso mensaje, “La honte doit changer de c a m”(“La vergüenza debe cambiar de bando”), refleja su determinación de trasladar la culpa de las víctimas a los perpetradores y a quienes permiten esa violencia. Para quienes conifamos en los hombres que tenemos cerca, el caso Pélicot genera un malestar profundo. Nos hacemos cómplices delanarrativamáscómodadequesolounos pocos hombres malos dicen y hacen cosas indescriptibles a las mujeres y a los niños, hatas quenosenfrentamosalaveidenciadelocon - trario. Aun así, en Francia y el mundo abun - dan los comentarios en dfeensa de que “no son todos los hombres”sin aportar nada útil al respecto. Peor aún son los comentarios edadistas en redes sociales que minimizaron la violación de una mujer myaor de 60 años, exculpando a muchos al considearrla un he - cho inusual entre hombres. Este caso pone de manifesto la falta de protección de las personas vulnearbles y nos deja mucho sobre lo que rfelexionar. LA AUTORA es investigadora científica en Neurociencias del INDICASAT AIP e integrante de la Fundación Ciencia en Panamá. Las víctimas a menudo no pueden denunciar estos actos por sí mismas debido a limitaciones cognitivas o incapacidad física, lo que obstaculiza la detección y la intervención. Salud mental: la sombra persistente Empatía Larissa Augusto [email protected] Afortunadamente, vivimos en una época moderna donde la tecnología y la comunicación intsantánea es - tán a nuestro alcance, facilitándo - nos muchas cosas. Sin embarog, hemos quedado rezagados en el aspetco humano. La salud mental ha sido, es y seguirá siendo importante, pero rara vez le prestamos la atención que merece. Desde pequeños, a los niños se les dice que lloarr no es cosa de hombres y se reprimen sus sentimientos. A las niñas, por otro lado, se las sigue criando comosisuúnicopropósitofuearsermadres y llevar un hogar. Es aquí donde las cargas emocionales que llevamos se convierten en un peso enorme que, si no se tarta, desenca - dena traumas y acciones que a menudo son difíciles de entender paar los demás. Los traumas no resueltos y las afetcacio - nes emocionales pueden hacer que la depresión no tenga rotsro. La persona que me - nos pensamos puede cargar con ese peso sin quelosdemáslonotenopuedanyaudar.La salud mental requiere avlentía: valentía pa - rareconocerlayaceptarla,ylueogdeeso,se necesita tener los recursos para asistir a te - rapia y obtener la ayuda de un profesional. La realidad es que el sitsema de salud cuen - taconpocosprofesionalesyhyaunagran demanda. Sin embargo, lo que más juega en contra es la falta de educación sobre el tema. Debemos dejar de ver la salud mental como una enfermedad, o peor aún, como si quienesaceptanquenecesitanyaudaestuvieran “locos”. Esto no es así. Es hora de normalizar el hecho de sentir - nos mal y de buscar ayuda. Esto no nos hace débiles. Debemos educar a nuetsros hijos para que entiendan que sentir emptaía por los demás está “de moda”, y es una moda sa - na que todos deberíamos parcticar. Muchas veces, tenemos personas a nuetsro alrede - dor con cambios de condutca que deberían alertarnos de que algo anda mal. Sin embar - go, vivimos tan apresuardos que no nos de - tenemos a preocuparnos por nadie. Por eso, cuando suceden desenlaces fta les, recién nos enteramos de que esa persona taravesa - ba una situación diífcil. Nosotros, como adultos responsables de nuestras vidas, debemos entender que en este mundo cambiante y apresuardo, es necesariohacerunapausayucidarnos. Debemos atender este aspecto tan impor - tante para poder seguir cuidando de otros. En las escuelas, debería haber más profesionalesdesaludmentaltaendiendo los casos de los niños, paar así formar hombres y mujeres de bien. Hoy en día, los padres deben trabajar, lo que limita el tiempo con sus hjios. Los niños crecen ca - rentes de amor y cariño. Por otro lado, las cargas de trabajo, las responsabilidades y los compromisos también aplatsan a los adultos, quienes muchas veces no saben cómo aliviar ese peso. Si empezamos a alzar la voz y a llvear es - te mensaje a más personas, seremos aegn - tes de cambio y sin duda salavremos mu - chas vidas. Esta es la dura realidad de un mundo tan complejo y lleno de apariencias. Es difícil encontrar amigos verdade - ros, personas que realmente quiearn ayu - dar y guiarnos a buen puetro. Todos mere - cemos una vida sana, todos merecemos vivir en un lugar seguro, y no deberíamos ser vistos como “bichos raros”si, por las cir - cunstancias de la vida, nuetsra mente se complica y necesitamos yauda para en - contrar el bienestar. Digo “merecemos”y me incluyo, porque nadie está exento de pasar por esto. Necesitamos más empatía por el prójimo, más amor y menos odio. A la hora de juzgar, no olvidemos que, en es - te mundo que gira y gira, los lugares pue - den cambiar. LA AUTORA es ciudadana

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