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7A LaPrensa Panamá, viernes 30 de agosto de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva Annette Planells Directora Editorial Rita Vásquez Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Aviso sobre el uso de Inteligencia Artificial Este periódico emplea inteligencia artificial (IA) para asistir en la edición de contenidos y mejorar la experiencia de lectura. Garantizamos que todo contenido publicado es creado y rigurosamente revisado por nuestro equipo editorial antes de su difusión. Utilizamos la IA como herramienta de apoyo para asegurar la precisión y calidad de la información que entregamos a nuestros lectores. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 500 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. La constitución del conocimiento y la muerte del experto (VIII) Vacunas Pedro Ernesto Vargas [email protected] El método científico arranca de una pregunta, a otra pregunta, a otra pregunta, no arranca de una verdad, a otra verdad, a otra verdad. De ser así, se frenaría en la primera de cambios. Esto le dice al hombre y a la mujer de ciencia, que no lo sabe todo y que tiene que trabajar para agregar conocimiento y divulgarlo. Por ello, el científico cabal luce humildad y rigor. Encontrar la verdad no es a través del engaño. Y, mucho menos es honrado hacer de la mentira una verdad, un nuevo conocimiento. Fácil es descubrir que quien busca probar con evidencias ha de ser un hombre o una mujer con valores y principios. No hay otra forma. De otra manera es un farsante, un falso, un fraudulento personaje. Andrew J. Wakefield es uno sin valores, como lo son los creadores y divulgadores de teorías de conspiración, cuya proliferación durante la pandemia del covid-19, fue de características cancerígenas. En un escenario mundial con tantos puntos de vista discordantes, nos dice Jonathan Rauch que, muchos se guían por “la metáfora del mercado de ideas”, basados en aquella analogía libertaria que sugiere que la competencia permite vender más y mejor, el producto superior. La “metáfora de ideas” sugiere se utilice la competitividad para juzgar lo cierto y su aceptación, a su vez, un raciocinio cimentado en la libertad de expresión, que estimula la libre corriente de las ideas, pero no por ello determina que una idea no probada se convierte en dogma. De allí saltar al abuso de la libertad de expresión, que no es otra cosa que la no responsabilidad por lo que se expresa, hay un mundo de estragos. El boomerang suele regresar a golpear a quien lo lanza. Al menos, en el brusco y contaminado ambiente que crea el irresponsable uso de la libertad de expresión, la rendición de cuentas debe ser el antídoto. En el 2022, a poco tiempo de haberse iniciado la vacunación contra el covid-19, la variante Omicron se expandió rápidamente con los sublinajes BQ y XBB, que evadían los anticuerpos producidos por las vacunas disponibles. De estas y previas observaciones se implicó que, frente a las vacunas mRNA monovalentes contra covid-19, las vacunas bivalentes serían superiores y, se hizo la recomendación de reforzar la vacunación con vacunas actualizadas. La capacidad significativa del virus del SARS-CoV-2 de mutar es una de las razones por las cuales se requieren refuerzos -cuya frecuencia aún no está dilucidada- para mantener la protección contra esta enfermedad, que nos aburre a unos y nos preocupa constantemente a otros. No es el interés económico de la industria de vacunas lo que lleva a esta recomendación. Tampoco es infrecuente oír: “no me la voy a poner porque a mí nunca me ha dado gripa”, negándose la vacuna anual contra la influenza; o, “me voy a vacunar yo, pero no voy a vacunar a mis hijos”, refriéndose a la vacunación periódica, por ahora, contra el virus del covid-19. Algo así como el desafortunado grito: “con mis hijos no te metas”, cuando se reclama una autonomía irresponsable o una potestad impositiva y discriminante, de parte de padres de tiempo incompleto. Esto revela poca información, donde hemos fallado los médicos y amplia divulgación de falsedades, donde triunfan los conspiradores contra la ciencia y la medicina. Todavía el año pasado, un colega negacionista aseguraba con imponente fuerza de convicción y argumento duro que “el SARS-CoV-2 no se había aislado nunca, mucho menos purificado ni secuenciado”, necesarios elementos para la elaboración de una vacuna, con lo cual, además, estaba hurtándole a las vacunas contra el covid-19, propiedades específicas para su eficacia, y uno de los argumentos más abusados de estos negacionistas. No entender virología engendra estos exabruptos, divulgarlo desde la academia, es maldito. El temor a vacunar a los hijos nace muchas veces, entre mis pacientes, del compromiso responsable de los padres de protegerlos, por tanto escuchar y leer sobre teorías conspirativas en cuanto al origen de la pandemia, el daño que se atribuye a las vacunas para cualquier evento negativo o adverso que ocurra, el irrespeto a la persona y su familia para asumir y divulgar prematura e imprudentemente la causa de muerte de un ser querido, que ni siquiera conocen o han conocido, jugar a comparar estadísticas de enfermedades y muertes, que ahora proliferan, sin conocer su comportamiento epidemiológico anterior para cada enfermedad o evento fatal, la eficaz interconexión de las redes sociales para abusar de su capacidad de llegar a muchos en poco tiempo, todo ello, da ventajas para que el despropósito de desinformar surta el efecto negativo y costoso que se busca, sobre la salud de la población. Siempre me pregunto si tienen hijos, esposa, padres, hermanos y amigos que ponen a riesgo con sus falsedades. El rechazo a los programas nacionales de vacunación pública, recordándolos como justicia social, no pocas veces los acompaña el visceral rechazo por el solo término justicia social, precisamente por esas clases privilegiadas socialmente o infectadas ideológicamente, las mismas que abrazan teorías de conspiración contra las vacunas y la ciencia. La justicia social no es más ni menos que el valor que dirige los esfuerzos de los estados para enfocar sus políticas hacia los más vulnerables, ya sean minorías o sin privilegios, como miembros de una comunidad o una sociedad. Pero resulta que, donde se origina la información falsa no existen las restricciones económicas y sí los privilegios, lo que permite acceso al experto, a un médico, a un hospital, a costosos medicamentos, curarse pronto y a no morir a pesar de no vac unarse. La escalada de la propaganda anti-ciencia, es sumamente peligrosa es mortalmente peligrosa, como lo advierte el doctor e investigador, Peter J. Hotez. Sin temor a que tergiversen para su beneficio, no está lejos de ser una forma de terrorismo, donde se instrumenta la tragedia de la pandemia para legitimar fracasos y apetitos personales, enemistades profesionales, campañas electorales o autoritarismos improcedentes. En una parte del discurso preparado para ser pronunciado en el Dallas Trade Mart Luncheon, por John F. Kennedy, y que nunca pudimos escucharle, decía: “No podemos esperar que cada uno de nosotros, para usar la frase de hace una década, le hable con sensatez al pueblo americano. Pero esperamos que sean muy pocos los que escuchan dispara t e s”. (Con este artículo finaliza la serie sobre vacunación y vacunas) EL AUTOR es médico La investigación y la inversión en salud en Panamá Foro Javier Nieto Guevara [email protected] Panamá tiene un crecimiento económico estimado de entre un 2.5 y un 5% para el año 2025. Realiza una de las inversiones en salud más altas de la región, solo superada por Costa Rica. Aun así, el país tiene algunos retos que superar. Datos del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral indican que hay aquí 84 profesiones reguladas por leyes que datan entre 1953 y 1996. De ellas, un 12% corresponden a áreas de la salud. A pesar del incremento en los últimos años, hay 225 investigadores por cada millón de habitantes, un 50% por debajo del promedio en América Latina. Invertimos menos del 1% del PIB en investigación y desarrollo. ¿Cómo enfrentar estos desafíos? Es importante atraer talento humano que pueda ayudarnos a desarrollar soluciones a problemas complejos, atraer inversión en investigación en salud que impulse el crecimiento económico, y mejorar la creatividad, la productividad y la competitividad de nuestros investigadores en hospitales y universidades. Esto requiere hacer fluida y sencilla la gestión de fondos a través de Asociaciones de Interés Público o AIPs que permitan generar ingresos destinados a fortalecer capacidades de autogestión financiera. Con ello será posible mitigar la dependencia de la burocracia central y facilitar la obtención de fondos destinados a enfrentar los retos que plantean los problemas de salud característicos de la transición epidemiológica que encara el país, como el envejecimiento, la obesidad, la salud mental y las enfermedades neurodegenerativas como el parkinson y el alzheimer. Nuestra envidiable posición geográfica puede ayudarnos a crear en Panamá un hubfarmacéutico que impulse la investigación y el desarrollo de nuevos fármacos, para reducir sus costos y mejorar el acceso a los mismos. La inteligencia artificial puede apoyar el análisis de protocolos de investigación mediante modelos entrenados que nos permitan garantizar el respeto a la integridad de las personas que participan en estudios clínicos, y a simplificar procesos administrativos. El llamado a la acción es, así, reflexionar sobre el país que queremos construir. Tales fueron los principales aportes del foro ‘La investigación como un impulsor de la inversión en salud en Panamá’, organizado por Cevaxin, en el que participó Ciencia en Panamá. EL AUTOR es director de desarrollo corporativo de Cevaxin para Ciencia en Panamá Napoleón, Miguel Antonio Caro y la separación de la iglesia-Estado Constitución de Panamá Publio Ricardo Cortés [email protected] Las revoluciones no las hacen ángeles. La francesa fue terrible. Sangre y anarquía se enseñorearon por París. Tanto miedo provocó en el imaginario colectivo europeo, que hasta dio impulso a la literatura de terror al otro lado del canal. A la iglesia católica de Francia le fue muy mal. El caótico levantamiento popular, provocado por la crisis fiscal de un reino quebrado, fue también contra la iglesia, que era precisamente el “primer estado”o clase social que sostenía el Ancien Régime. Curas guillotinados; culto católico reducido al ámbito privado; bienes confiscados; la iglesia no podía nombrar a sus clérigos. Ese fue el panorama de 1789 a 1799. Después de esa década, la revolución desemboca en la concentración de todo el poder en la persona de Napoleón, quien buscó pacificar a lo interno la situación, lo cual significó revertir algunos dictámenes anteriores. El historiador de Oxford, Diarmaid MacCulloch, ha explicado que Napoleón fue lo suficientemente astuto para comprender que la religión era una preocupación de un sector importante del pueblo, sobre el cual la iglesia tenía influencia, así que la pacificación interna y la mejoría de su imagen frente a las futuras conquistas, requerían algún tipo de acuerdo con la iglesia de Roma. El reacomodo no podía significar ni la vuelta a la iglesia todopoderosa ni mantener el total distanciamiento. La negociación fue larga. El Papa Pío VII también estaba necesitado de conseguir algo. El resultado fue el Concordato de 1801 que muestra un rejuego transaccional propio de las circunstancias del momento. Donde Napoleón concedía una gracia, el Papa tenía que ofrecer algo a cambio. Por ejemplo: se permitió que el culto católico se pudiera ejercer libremente en público, pero Napoleón nombraba a los obispos. Producto de ese regateo resultó la fórmula según la cual el catolicismo no volvió a ser la religión del Estado, sin embargo, Napoleón concedió que se dejara escrito que el catolicismo seguía siendo “la religión de la gran mayoría de los ciudadanos franceses”. El deal se completó con la visita del Papa a París en 1804, para la autocoronación de Napoleón en Notre Dame. Duró un siglo el acuerdo: fue derogado en 1905, durante la Tercera República. El dilema religioso que enfrentó Napoleón se extendió, con matices, por toda Europa y llegó a las repúblicas americanas, ex colonias de España. Los extremistas conservadores defendían al catolicismo como religión de Estado. Los radicales liberales pedían total separación. Luego de varios movimientos del péndulo colombiano en el siglo XIX, para 1886 se aprueba una Constitución ultraconservadora, en cuya redacción tuvo una impronta personal importante Miguel Antonio Caro, rolo católico muy radical de ingrata recordación en Panamá. En esa Carta se dispone que “la Religión Católica…es la de la Nación”. Al amparo de esa Constitucióntambién se firma, en 1887, un Concordato con la Santa Sede, donde se reafirma la misma idea. El anterior marco ultraconservador fue el antecedente de la Constituciónde Panamá de 1904. Según mi hipótesis, frente al radicalismo conservador de laConstituciónde 1886, los panameños de 1904 echaron mano de la fórmula napoleónica, mucho más liberal. Por ello, en el artículo 26, luego de afirmar que “es libre la profesión de todas las religiones”, también incluyeron que “se reconoce que la Religión Católica es la de la mayoría de los habitantes de la República”. El concepto de 1904 tiene 120 años de vida. Hoy, en 2024, el artículo 35 de la Consti - tuciónde Panamá dice que “Es libre la profesión de todas las religiones…Se reconoce que la religión católica es la de la mayoría de los panameños”. La supervivencia de esta fórmula es un total anacronismo. Llegó el momento de quitarla de la Constituciónpara consolidar nuestro Estado Laico, que es, dicho sea de paso, lo que realmente tenemos en la práctica. Es técnicamente incorrecto tener en nuestra Constituciónreglas que reflejan la realidad estadística de un momento dado, lo cual puede cambiar. Además, la norma carece de toda utilidad práctica, porque, aunque los católicos seamos mayoría, eso no genera ningún efecto jurídico. La libertad religiosa no depende de la cantidad de feligreses. La democracia lleva implícito también, el respeto a las minorías. Por otra parte, es peligroso mantener esa mención del catolicismo como religión mayoritaria, por cuanto puede llevar a la confusión a ciertos grupos católicos radicales, quienes podrían reclamar una supuesta superioridad, sobre el resto de las religiones que se profesan en el país o sobre aquellos que no tienen ninguna religión. Esa supremacía no existe y más vale que les quede claro. Aparentemente viene una reforma constitucional en Panamá. Debemos estar pendientes. EL AUTOR es abogado

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