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prensa_2024_08_03

7A LaPrensa Panamá, sábado 3 de agosto de 2024 Nicolás Maduro no aceptará y la salida no es electoral Venezuela Enmanuel Benavides R. [email protected] Venezuela es una dictadura. Un régimen fuertemente armado que constantemente viola los derechos humanos de sus ciudadanos y obliga a millones a aceptar que lo negro es blanco y que los perdedores son ganadores. Para nadie es un secreto que Maduro se robó descaradamente las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. Una cuarta parte del mundo, observadores internacionales, y más de 10 millones de venezolanos -excepto el régimen y sus aliados internacionales- saben que Edmundo González ganó la elección con una gran diferencia. Edmundo, un ex diplomático de carrera, se unió a la política luego de que el dictador Maduro prohibiera a la líder opositora más impresionante de estos últimos tiempos en Venezuela, María Corina Machado, presentarse como candidata, inhabilitándola políticamente. Las encuestas a boca de urna y los recuentos paralelos organizados por la oposición en la mayoría de centros de votación del país muestran que González ganó con más del 65% de los votos. Sin embargo, después de una demora sospechosa y un supuesto hackeo por parte de Macedonia del Norte —que ya Macedonia desmintió—, el Consejo Nacional Electoral, dirigido por los lacayos del régimen, anunció que Maduro resultaba ganador por un estrecho margen. Maduro nunca ha sido un demócrata, y desde que llegó al poder hace 11 años lo ha demostrado en cada situación posible. Lo hizo en 2013 cuando se robó las elecciones, en 2016 cuando no permitió el referéndum revocatorio, en 2017 cuando tomó en cuenta el plebiscito, y consideró a la Asamblea Nacional —de mayoría opositora—en desacato, instalando una Asamblea Constituyente queriendo cambiar la constitución y creando así la mayor crisis institucional de Venezuela de todos los tiempos. Esta vez, el régimen inventó millones de votos con ayuda de los chinos para robarle la victoria a la oposición. Algo similar a lo que ocurrió en la República Democrática del Congo —uno de los países más pobres del mundo—en 2018 cuando la dictadura fabricó millones de votos para robarse la elección. La artimaña del Congo tuvo éxito. La de Maduro no debe tenerlo. Pero esto no será fácil. Que esto suceda dependerá principalmente de nosotros, los venezolanos comunes. El robo es tan descarado que tenemos la obligación de negarnos a aceptarlo y hacer eco a la comunidad internacional para que ellos hagan lo mismo. Afortunadamente, han estallado protestas en todo el país, incluso en lugares que en algún momento fueron considerados bastiones del régimen chavista. Hasta ahora, más de una docena de personas han muerto, más de 100 personas han sido detenidas y 11 han sido secuestradas y desaparecidas, según denuncian organizaciones sin fines de lucro y el comando de campaña de María CorinaMachado. Tanto en Caracas, la capital, como en distintas ciudades del país, ha sido un estruendo de cacerolas y sartenes. Las multitudes han tumbado al menos seis estatuas del fallecido dictador Hugo Chávez, a quien Maduro sucedió en 2013 como líder de la llamada “revolución bolivariana”de temática socialista y autoritaria. Los venezolanos estamos hartos de los estragos causados en nuestro país en un cuarto de siglo de este régimen autoritario. Primero bajo Hugo Chávez, que logró ocultar durante mucho tiempo la crisis debido a los altos precios del petróleo, que le permitían el derroche sin escrúpulos de dólares para financiar sus fallidos proyectos. Y luego bajo Nicolás Maduro, que ha causado una hiperinflación mayor a la de cualquier país que no está en guerra. En sus primeros ocho años, hasta 2021, la economía venezolana se contrajo drásticamente, la corrupción ha sido astronómica, los disidentes desaparecen, y una cuarta parte de la población (alrededor de siete millones de personas) ha tenido que huir. Por desgracia, el ejército está bloqueando el cambio y será difícil lograr que abandone a Maduro. Será necesario convencer al alto mando, pero Maduro depende de la inteligencia cubana para mantener a los oficiales a raya. La oposición se ha esforzado por demostrar con detalles irrefutables que las elecciones fueron robadas. Pero esto no es suficiente, la oposición debería organizar manifestaciones aún más grandes. Muchos soldados de a pie, cuyas propias familias comparten las penurias actuales de los venezolanos, no son necesariamente leales al régimen. El mundo exterior también puede hacer su parte, venezolanos o no. Sin datos electorales completos y creíbles, los países occidentales deberían rechazar de plano los falsos resultados entregados por el Consejo Nacional Electoral. El fracaso debería significar nuevas sanciones económicas y una persecución por parte de la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad. Occidente también debería aplicar sanciones individuales contra el círculo íntimo de Maduro, incluidos sus generales, lacayos y testaferros —conocidos coloquialmente como enchufados—cuyas familias viajan constantemente al extranjero y se hospedan en lugares donde la mayoría de los venezolanos jamás podrá hacerlo. Aunque muchos no queramos esta opción, el mundo tiene una última cosa que ofrecer: una salida segura para Maduro y sus cómplices más cercanos, una vida cómoda en una playa cubana, o algún antiguo palacio de los zares rusos, posiblemente incluyendo inmunidad judicial. Eso indignaría a quienes queremos ver a Maduro tras las rejas, enfrentándose a la justicia en La Haya. Pero es un precio que vale la pena pagar para evitar el derramamiento de sangre y empezar a reconstruir Venezuela lo antes posible. EL AUTOR es analista político y exiliado venezolano residente en Estados Unidos. Ciudad de Panamá, a merced de ríos y quebradas Urbanismo René Pardo C. [email protected] Hace meses llegó la temporada de lluvias en todo el territorio nacional, ¡enhorabuena!, solo que para la capital de la República es tiempo de estrés urbano generalizado, lo sufre la familia, el comercio, el turismo, etc., y todo tipo de movilidad urbana. Ahora, ciertamente el estrés citadino que afecta todas las actividades de la ciudad en cada época de lluvias no es un asunto, consecuencia o producto del tiempo climático propio de la ubicación geográfica global del país. Explico por qué no. Se dice que todas las ciudades creadas y/o fundadas desde la antigüedad hasta el siglo XX tienen un emplazamiento caracterizado por fuentes de agua, es decir, hidrológico (ríos, lagos, lagunas, mares), ya que sin agua no hay vida posible sobre este planeta nuestro. No llegan a 20 los países y ciudades del mundo que carezcan de un río en su sitio de ubicación o territorio, y todas aquellas que poseen esta riqueza natural aprenden a convivir con ella, independientemente de sus caudales y longitudes. A manera de ejemplo: Madrid tiene el río Manzanares, Nueva York el Hudson, el gran río Rin atraviesa cuatro países europeos (Suiza, Austria, Alemania y Países Bajos); el Nilo lo hace con otros tantos países y ciudades del continente africano, tales como Burundi, Ruanda, Tanzania, Uganda, Sudán, Egipto, entre otros. Por su parte, el gran río Sena atraviesa París, todo un espectáculo; el Támesis caracteriza y da vida a Londres, Inglaterra; el río Yangtsé es vía de comunicación y transporte para al menos cuatro grandes ciudades del pujante país chino. Estos cuerpos de agua forman parte de la vida cotidiana, cultural y comercial de las ciudades por donde su caudal fluye, y la población de cada lugar conoce su valor. El punto es que la vida en ciudades sin ríos es realmente difícil y puede tornarse hasta onerosa, como es el caso de Las Vegas en Estados Unidos, por decir lo menos. Ahora bien, la ciudad de Panamá tiene la gran fortuna de que su sitio de asentamiento lo atraviesan varios ríos, sin incluir quebradas, algunas de las cuales son casi ríos; ocho en total, desde Nuevo Tocumen hasta Cárdenas, en el corregimiento de Ancón. Comparados estos en magnitud de caudales y longitudes de recorrido con los antes mencionados ríos, los nuestros se mostrarían en un mapa hidrológico como simples arroyos; pero ojo, no equivocarse, porque en esta y toda época de lluvias en los distritos de Panamá y San Miguelito resultan o se convierten en verdaderas fieras naturales sin control alguno y en cada crecida arrasan e inundan todo lo que esté a su paso en su obstruida área de expansión o planicie de inundación. De lo expuesto sustento por qué el estrés citadino que vivimos en la ciudad de Panamá con cada temporada de lluvias no es producto o causado por el tiempo meteorológico. Es de todos harto conocido el clima del país desde que nacemos, como ocurre en cada rincón del orbe a cada población humana o no, es decir, aprendemos a vivir con lo que nos ofrece o presenta el ambiente, nos adaptamos al sitio y su naturaleza o la vida será insoportable. Adaptación siempre ha sido la primera opción, por supuesto que sí. Sabemos, dada la información estadística de los estamentos especializados del Estado, que la temporada de lluvias va de abril a noviembre y que en la vertiente del Pacífico el régimen es más extenso, casi 8 meses de lluvia, prácticamente, y que el volumen promedio anual de pluviosidad, es decir, de lluvias, es de por lo menos 3000 mm; entonces, la planificación del desarrollo urbano en materia de infraestructura vial, drenaje pluvial y del sistema hidrológico deben responder a dicha realidad. Los ríos deben ser estudiados con la aplicación de modelos hidrológicos o modelación hidrológica a fin de conocer su posible comportamiento presente y futuro, a los efectos de tomar decisiones que deberán repercutir en la calidad de vida de la población de la ciudad y de su economía, en términos generales. Lo planteado no es para nada extraordinario, la academia e Investigación de la Universidad Tecnológica de Panamá está capacitada para realizar la labor antes expuesta y brindar a las instancias nacionales de gobierno información profesional y confiable sobre el particular a los efectos de la toma de decisiones, solo hay que brindarle los recursos necesarios. El Ministerio de Obras Públicas, la Alcaldía de los distritos involucrados y el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial deberán hacer lo propio. Es tiempo de acondicionar esta ciudad para que responda a las realidades naturales y que la ciudadanía manifieste el comportamiento que demanda la ciudad, o sea, que practique y desarrolle una cultura urbana propia del vivir en ciudades. Señores Presidente y Ministros de Estado que corresponda, señores Alcaldes y Representantes de corregimientos de los distritos de Panamá y San Miguelito, ustedes son los nuevos en turno, electos por el pueblo y por ende al frente de toda situación y condición que confronte la nación en cada una de sus circunscripciones geográficas. Por favor, detengan de una vez por todas el incremento del estrés urbano, al tiempo de no dejar que la madre naturaleza, asociada a la poca práctica del buen vivir y de cultura urbana que reina en la ciudad de Panamá, someta a su población una vez más a la zozobra de la paz, el sosiego y la economía familiar de los que aquí malamente habitamos o sobrevivimos en cada temporada de lluvias y en cada inundación. Créanme, lo dicho es una prioridad del país, se trata del acto de vivir, por lo que debe estar en los primeros puntos de la agenda de gobierno y no en la Asamblea Nacional y sus intríngulis, ella no es. No llegan a 20 los países y ciudades del mundo que carezcan de un río en su sitio de ubicación o territorio, y todas aquellas que poseen esta riqueza natural aprenden a convivir con ella, independientemente de sus caudales y longitudes. EL AUTOR es urbanista La Ciudad de la Salud: la carreta delante de los bueyes Prioridades Rafael de Gracia Ruiz [email protected] En términos generales, la vida nos ocupa con tres tipos de asuntos: los intrascendentes, los importantes y los urgentes. Si bien con los intrascendentes optamos por el “ni fu ni fa”, nos centraremos en aquellos importantes que requieren ser atendidos sin mayor dilación y los urgentes que ameritan acometidas ipso facto. En la gestión de servicios de salud, este discurrimiento se aplica diariamente y debemos enfrentarlo con prudencia y sensatez, ya que la vida y la muerte están siempre en juego. Esto lo saben, presumo, los que administran la atención sanitaria, cualquiera sea su nivel de responsabilidad. En esa misma línea, la atención de pacientes se estructura en varias esferas de complejidad, es decir, según la gravedad de la condición por la que consultan. Ello permite administrar mejor el abastecimiento de equipos, insumos y medicamentos, así como la organización del equipo humano requerido. Generalmente, existen tres niveles de atención. El primer nivel es donde se realiza el diagnóstico y manejo tempranos de las enfermedades comunes, además de labores de promoción y prevención de la salud. Es el primer punto de contacto del usuario con el sistema de salud y en el que se resuelve hasta el 85% de los problemas. El segundo nivel ofrece atención especializada a problemas que no se pueden resolver en el nivel primario, manejándose situaciones médico-quirúrgicas un poco más complejas, y constituye alrededor del 10% de la demanda de atención. Por último, tenemos el tercer nivel de atención, que incluye hospitales especializados o institutos dedicados a alguna patología o segmento poblacional en particular (a estos últimos a veces se les considera como un cuarto nivel). En este nivel se realizan manejos avanzados y procedimientos altamente complejos o bien el cuidado de enfermedades raras o crónicas, representando aproximadamente el 5% de la demanda de atención. Nuestro país cuenta con toda esta segmentación y, a pesar de algunos inconvenientes y tropezones, vamos empujando la carreta procurando sinergizar esfuerzos de manera práctica y en pos de la mejor capacidad resolutiva. Lamentablemente y para tristeza de todos, nos encontramos con situaciones como la que están viviendo muchas de las unidades ejecutoras de 1° y 2° nivel de nuestra Seguridad Social, quienes han estado padeciendo por abastecimientos insuficientes, “t rabajando con las uñas”y encarando a los usuarios que reclaman con justa razón una atención de calidad, además de luchar contra la opinión pública, a la que no hay que darle mucha cuerda para que los avasalle. Todo es asunto de trabajar lo urgente y manejar paulatinamente lo importante, nunca al revés. Miremos la Ciudad de la Salud, un complejo de 4° nivel, magnífico y necesario para el país a mediano y largo plazo, al que se inyectó un gran presupuesto, restando personal y abastecimientos, así como maniobrabilidad financiera a unidades ejecutoras de 1° y 2° nivel ¡que son los que atienden al 95% de la población! Aplaudo el avance tecnológico y me encanta la idea de un centro de alta complejidad para el tratamiento de enfermedades cardíacas o el cáncer, pero poner “toda la carne en el asador”oca - siona que no haya mayor oportunidad para “cocinar ”otras cosas. Un centro de atención hermoso y moderno, con equipos y tecnología de punta, es muy importante e indiscutiblemente necesario para la población, pero no debe ser promovido en detrimento del mayor segmento poblacional que requiere asistencia básica de los servicios de salud con urgencia. Amigos, se ha puesto la carreta delante de los bueyes. Nada menos, nada más. EL AUTOR es médico Opinión

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