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5B LaPrensa Panamá, miércoles 17 de julio de 2024 Vivir Tu opinión nos interesa [email protected] NUEVAS TERAPIAS El boom de la medicina de precisión La investigadora española Lorena Diéguez, una de las creadoras de un sistema basado en la biopsia líquida que permite hacer un diagnóstico personalizado de cada paciente de cáncer, aseguró a EFE que se vive un “boom” de la medicina de precisión que impulsará múltiples terapias, aunque ve clave aumentar la inversión. De tipos a mitos, hablemos sobre la migraña Roy Espinosa [email protected] Las cefaleas son uno de los trastornos más comunes del sistema nervioso. La Organización Mundial de la Salud (OMS) las define como trastornos primarios, dolorosos e incapacitantes, que se caracterizan por dolores de cabeza recurrentes, y entre los cuales se encuentran la migraña. Dos veces más frecuente en mujeres que en hombres, debido a las influencias hormonales, la migraña se presenta con un dolor pulsante o latente, habitualmente localizado en un solo lado de la cabeza. Frecuentemente, este malestar se acompaña de síntomas como náuseas, vómitos, sensibilidad a la luz y al sonido. Estos episodios pueden extenderse desde horas hasta días, y la intensidad del dolor puede ser incapacitante para realizar las actividades cotidianas de quien la padece. Existen dos tipos principales de migrañas: con aura (migraña clásica) y sin aura (migraña común). Lo que las diferencia es que, la migraña de aura, presenta síntomas premonitorios antes del dolor de cabeza. Estos pueden ser alteración del campo visual, adormecimiento en la mitad del cuerpo, falta de sensibilidad, lentitud de pensamiento y después se presenta la migraña. Dichos síntomas pueden durar entre cinco a 60 minutos, para luego llegar el dolor de cabeza. El neurólogo Dr. Fernando Gracia, explica que si las migrañas suceden más de 15 veces al mes, entonces se trata de una migraña crónica, y se puede llegar a presentar todos los días. “Es muy importante cuando uno habla de migraña o cefalea vascular, descartar otras causas de dolor de cabeza que pueden ocurrir, que sean los dolores de cabeza con causas secundarias, que pueden ser una meningitis, un tumor cerebral, un trastorno cerebrovascular, un trauma, problemas oculares, problemas de sinusitis, entre otras cosas”, explica Gracia. Pero, ¿cuándo un dolor de cabeza o una migraña se vuelve una señal de alarma? Gracia explica que se debe estar atentos a sintomatologías como dolor de cabeza muy frecuente y que vaya en ascenso. “En vez de mejorar, se hacen más frecuentes, se vuelven más severos y no se quita con analgésicos comunes. También se puede llegar a perder el conocimiento a causa de un dolor de cabeza, sufrir una convulsión o tener vómitos muy asociados a la migraña. O cuando nunca ha padecido de dolores de cabeza y luego de 50 años le empieza a dar dolor de cabeza y no responde a los medicamentos”. Sobre qué hacer en caso de presentar síntomas de migraña (que no estén dentro de los recién mencionados que necesitan de atención médica pronta), Gracia indica que el tratamiento no es siempre farmacológico. Primero, se debe identificar si existen desencadenantes, como lo pueden ser las bebidas alcohólicas, no dormir bien, estrés, fumar, entre otros. Hablando, finalmente, sobre los mitos que existen alrededor de la migraña y cómo curarla, el Dr. Gracia empieza por mencionar a la tan popular medicina alternativa, donde se suele presentar el llamado efecto placebo. Pueden ser productos como el magnesio o vitaminas. De allí, hace un breve conteo de historias sobre las medidas erróneas que han tomado las personas para combatir las migrañas: “Mire, ha habido pacientes que se han quitado todas las calzas, porque creen que las calzas producen migraña. Hay pacientes que han decidido hacerse la histerectomía. Dicen que es el mal funcionamiento del útero. Aunque es cierto que en la mujer la migraña es más frecuente durante la menstruación. Pero no es el útero, son las hormonas. Hay un montón de falacias y de criterios que andan siempre, sobre todo en las redes sociales.”. La recomendación del especialista es visitar a su médico de atención primaria o a su médico familiar. Exponerle el problema, y él le podrá ayudar. Y decidirá si cree que debe ser evaluado por un especialista, como un internista o un neurólogo. La migraña suele ser más frecuente en mujeres y se puede presentar, incluso, en niños. Archivo Don Alejandro y las selvas del Río Indio, 1952 El ornitólogo estadounidense Alexander Wetmore visitó el istmo en 1952. Durante su estadía recorrió río Indio, así como otras partes del país. Hoy, sus huellas todavía siguen profundas en Panamá. MEMORIA S Stanley Heckadon Moreno [email protected] Este julio, los medios resaltaron las declaraciones del administrador del Canal de Panamá que para garantizar agua suficiente por 50 años para el canal y las potabilizadoras que suplen a dos millones de habitantes urbanos, urgía el embalse sobre río Indio. Ello trajo a mi mente las impresiones que sobre este río dejase el primer naturalista que lo explorase en 1952. En el verano de 1944 arribó al istmo un hombre alto, canoso, delgado, lento en andar y parco en hablar. Tenía 58 años. Era uno de los ornitólogos más famosos del mundo. Vino a estudiar las aves del archipiélago de Las Perlas e iniciar, sin saberlo, una nueva etapa de su vida que ligaría su nombre al de Panamá. Volvería a explorarlo los siguientes veranos hasta el de 1966. Así surgió su obra Birds of the Republic of Panama, la biblia sobre las aves del istmo, publicada en cuatro tomos por el Instituto Smithsonian. Era Alexander Wetmore. Sus amigos panameños le decían Alejandro, los campesinos don Alejandro y su esposa Beatriz, le apodaba Alejo. Ansiaba explorar una región científicamente desconocida, las selvas lluviosas del Caribe. La cuestión era cuál de tantos ríos. Su amigo Eugene Eisenmann Brandon le facilitó datos útiles y escogió río Indio. Un avión de la fuerza aérea los dejó en Albrook, con su asistente Watson. Unos vehículos con doble tracción los llevan al final de un camino de tierra que terminaba a orillas de río Lagarto, en cuya boca estaba el caserío de Salud. Aquí contratan una docena de cargadores costeños, quienes en sus jabas caminaron 14 millas por unas playas que Wetmore y Watson consideraron las más hermosas que habían visto. La población del caserío de río Indio era gente negra, llamados costeños, playeros o naturales. Las casas eran ranchos de tambo con pisos y paredes de madera y techos de pencas. Sin escusados, para lo cual servían las playas. Al anochecer, las casas se alumbraban con lámparas de querosín y velas. No había acueducto, clínica, farmacia, telégrafo, teléfono, electricidad, ni carretera. Cada dos semanas llegaba de Colón, a pie, el cartero. El caserío tenía, una tiendita que doblaba de cantina. Tienda que vendía harina, jabón, fósforos, machetes, hachas, anzuelos y cuerdas de pescar. El único símbolo de la presencia estatal era la escuelita. Río Indio tenía una capillita, su gente eran devotos del Cristo Negro de Portobelo. Subsistían las familias de la agricultura de roza y quema. Para ellas el cocotero era lo que para los árabes del desierto la palma de dátil. El arroz con coco, su comida por excelencia. Cada una tenía sus palmas para extraer aceite de cocinar y remedios caseros. En verano, cuando el oleaje de la brisa norte impedía la pesca, los carpinteros de ribera reparaban los cayucos con estopa de coco y alquitrán. La venta del guineo, coco, concha de tortuga carey eran su fuente de ingreso. En 1952, la principal actividad era el cultivo del banano, cuyo auge lo estimuló la Segunda Guerra Mundial, cuando a la región se le apodó la Costa de Oro. A veces llegaban lanchas de Colón, como la Tumbaito de Antonio Tagarópulos, llevando y trayendo mercancías y pasajeros. Sin puerto ni muelle, las lanchas anclaban afuera de la barra a espera de que los botes grandes que desafiaban el oleaje trayendo los racimos pagados a 10 céntimos cada uno. Para las mujeres el río era el lavadero, tendedero de ropa y centro social. Un día una mujer lavaba cerca de la boca ayudada por su hijita que estaba con el agua a la cintura. Súbito, la niña gritó. Un tiburón le agarró su pierna y la arrastraba. Corrieron y agarrándola por las manos se la quitaron. Tenía graves heridas y moriría desangrada. Don Alejandro escribió una nota y envió a un joven a caballo al teléfono más cercano, donde llamaron a Albrook de donde vino un helicóptero que la llevó al hospital. Cuando María Asista regresó, venía sin su pierna. Comentaba don Alejandro y su asistente, que a pesar de la suma pobreza en que ella vivía, siempre canaleteaba su cayuquito cantando con una hermosa sonrisa como la más feliz de las niñas. Preocupaba a don Alejo la deforestación que vio en Azuero, donde los potreros rápidos avanzaban hacia las cabeceras de ríos y quebradas. En el futuro habría menos aguas y se aceleraría la erosión de los suelos, historia que había visto por Hispanoamérica. Con el incansable apoyo de istmeños como Pedro Galindo Vallarino y Rubén Darío Carles, no descansaron hasta que en 1966 se estableció el Parque Nacional Cerro Campana. Las selvas del caribe son nuestra última reserva hidrológica, tres de cada cuatro galones de lluvia que la naturaleza nos dispensa caen sobre estas selvas. Súbito, se negoció la apertura de una gran mina de cobre a tajo abierto. También avanza la carretera Colón-Bocas del Toro. Me recuerda cuando la carretera Panamericana alcanzó el río Chucunaque en Darién. Desde Chepo hasta Yaviza, por doquier, ardía la selva, como si el hombre le hacía la guerra a muerte a la naturaleza, que le da la vida. Esperemos que esta vez seamos más sensatos. Fotografía tomada por el Dr. Alexander Wetmore a María Asista, en la boca del río Indio, en 1952.

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