6A LaPrensa Panamá, viernes 22 de marzo de 2024 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 500 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Ejecutiva Annette Planells Directora Editorial Rita Vásquez Gerente Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com Sobre internados e internos Médicos Pedro Ernesto Vargas [email protected] Hemos alcanzado un punto de inflexión en la educación médica en el país, frente a una situación delicada: el no cumplimiento del Estado para con el médico, a quien se le exige cumplir con un requisito del Estado: la obligación de completar un internado de dos años para ser reconocido su título de médico y su idoneidad para ejercer la medicina en todo el territorio nacional, como lo establece la Ley 66 del 24 de junio de 1946 y el Decreto de Gabinete 196 del 24 de junio de 1970. Este Decreto de Gabinete determinaba que el primer año de internado tenía que aprobarse “en cualquiera de las siguientes instituciones: Hospital Santo Tomás, Hospital Manuel Amador Guerrero de Colón, Hospital de la Caja de Seguro Social y Hospital José Domingo de Obaldía y cualesquiera otra que el Ministerio de Salud le asigne funciones de docencia con esta finalidad ”. Y, agregaba: “Cuando el graduado haya hecho el internado rotatorio en otro país, en el que sea necesario este requisito para el libre ejercicio de la profesión, le será reconocido como tal en nuestro país”. Con respecto al segundo año de internado en el interior del país, era más escueto: “Ha b e r cumplido y aprobado el segundo año de internado en el interior de la República”. Inicialmente, se escogieron cuatro hospitales asignados con “funciones de docencia” que les eran inherentes, lo que sugiere que el concepto del interno como médico en entrenamiento no se discutía. Así fallaba la Corte Suprema de Justicia el 12 de mayo de 1987, en su Resolución 3. Ahora que lo conozco, se me obliga recordar un mediodía mío en el Hospital General de la CSS, durante mi primer año de internado en Panamá, cuando un connotado, respetado y temido cirujano, al verme salir de la biblioteca, me increpó con tono alto y rostro de ningún amigo, “¿qué hace usted aquí? Aquí no se viene a estudiar, se viene a trabajar”. La elocuente situación para descubrir lo escondido: el internado se hizo para tener mano de obra barata. El fallo de la CSJ insistía en la “suma importancia”de que las instituciones docentes garantizaran “un proceso de enseñanza y aprendizaje…cónsono con las necesidades en materia de salud”y clasificó los hospitales de docencia de la República, “de acuerdo a su organigrama funcional, personal médico y profesiones afines capacitados para tal fin, equipo y materiales que faciliten la enseñanza y aprendizaje de conocimientos y habilidades al personal de salud a nivel de pregrado y postgrado en dichas instituciones”. En algunos países, un interno es un estudiante de la medicina o la cirugía, un médico en entrenamiento, un profesional en evolución hacia su graduación y su idoneidad. Este concepto -que no es compartido por todos los médicos ni en todas las instituciones- obliga a que el médico interno ejerza la práctica bajo guía y supervisión en un programa de entrenamiento, en una forma de alineamiento del hospital con el entrenado y la escuela de medicina. Ese concepto es también mi opinión: un interno es todavía un estudiante de medicina o de cirugía, cuya idoneidad para ejercer libremente su profesión está aún en curso y por lo cual no puede ni debe ser abandonado durante su formación clínica o quirúrgica, ni absorbido por el mercado y la industria médicas. Entonces, logrado el efecto de aquellos gestos y palabras, no atiné a responderle al venerable profesor de cirugía -cosa que fui aprendiendo con el tiempo- para recordarle que la escuela de medicina no termina con un diploma. Tampoco termina con la idoneidad en mano. En esta vocación, la responsabilidad y el compromiso con el paciente nos obliga a no terminar de estudiar. Por eso, los programas de internado no se pueden dejar algarete, no se pueden crear para sacar trabajo, no se pueden sortear a los vaivenes de los políticos, de los impedimentos del sistema de salud y, mucho menos, a la fuerza de trabajo que puede estar o no disminuida por razones diversas. Los internados desarrollan el carácter médico en los internos: crear confianza y merecerla. No se puede prescindir de esos dos años, pero tampoco se pueden despreciar en otros intereses. “Lo que los médicos hacen debe ser consistente con lo que los pacientes y la sociedad les confían que hagan y esto no debe arriesgar la confianza futura en la profes i ó n”, ha recordado con puntual certeza Rosamond Rhodes. El internado no es solo para consolidar el aprendizaje de las materias fundacionales; es la oportunidad para forjar su carácter, para desarrollar sus actitudes o virtudes, para decidir qué comportamiento lo distinguirá de aquí en adelante, qué deberes cultivar. Esta es la formación que se le debe al médico que espera por uno o dos años de internado. Mi diploma de medicina y cirugía se me entregó solamente al completar siete años de estudios: seis años entre las aulas de la facultad, los consultorios de salud pública y privados en la comunidad, y en las salas hospitalarias para observar, cuestionarme y aprender de los pacientes, de cómo elaborar sus historias clínicas y conocer mejor sus molestias, sus costumbres, su cultura, sus creencias. Aprendí con excelencia procedimientos, cómo analizar resultados, para luego, durante un año como interno en el hospital universitario, de allí su nombre, rotar por diferentes especialidades, para poner en práctica lo aprendido, descubrir lo que no sabía, siempre con la cercana vigilancia y guía de tutores y mentores médicos, a quienes les atraía la docencia y tenían la capacidad para enseñar. Ese era y debe ser el escenario donde aplicar las ciencias fundacionales de la medicina. Es la respuesta al mundo real, al que se enfrenta el estudiante para aprender ahora el arte de la medicina, a través del humanismo que se debe proyectar en cada encuentro con el paciente. Estos conceptos se pierden en una sociedad del cansancio y de la ligereza, ese fantasma que todo lo minimiza, que todo lo reduce al tiempo inmediato de la fluidez, donde no hay compromisos ni duración, sino el esclavizante concepto del rendimiento económico, el de las finanzas que miden costos y beneficios, también financieros. No es el mismo idioma del médico humanista, donde el beneficio supera la contabilidad de los dólares, donde el rendimiento económico se mide en la salud y el bienestar de las gentes. Toca entonces ahora hacer la pregunta cuya respuesta no develan las autoridades: para los internos, ¿no hay plazas o no hay plata? Es incongruente y hasta detestable por lo que tiene de burla, oír decir que se necesitan médicos en el país y, al mismo tiempo, atreverse a decir que no hay plazas para médicos internos en ese mismo país. No hay plata ni hay recursos. Los recursos no son solamente estructuras, sino tecnología y recursos humanos. Mucho tiempo se ha perdido y le debemos a los graduados de medicina y cirugía alcanzar sus sueños, su llamado, su vocación. Echemos para atrás el tiempo, cuando éramos graduandos y queríamos entrar al hospital al día siguiente, ya doctores, como así nos lo creíamos y orgullosos lo decían nuestros padres. No tengo cifras concretas para afirmar que aquí no faltan médicos ni internos; lo que sí es un hecho visible es que la pandemia dio cuenta de lo indeseable de un sistema sin recursos, que tuvo que recurrir a ese bloque grande y aún en formación, como son los médicos internos, para afrontar la gravedad de una infección devastadora y cuidar pacientes con no más que su vocación. Los programas de internado deben revisarse, los internos deben respetarse y debe prevalecer el compromiso de servicio y atención a la población, mientras se responde a los tiempos. Hay que encontrar los dineros entre los excesos del gasto público. Los internados como se sufren hoy, no son la causa de las serias falencias en salud pública, sino el resultado que redunda en daños, de una forma de maraña lírico-moral, como diría Italo Calvino. Para los internos, ¿no hay plazas o no hay plata? Es incongruente y hasta detestable por lo que tiene de burla, oír decir que se necesitan médicos en el país y, al mismo tiempo, atreverse a decir que no hay plazas para médicos internos en ese mismo país. EL AUTOR es médico pediatra y neonatólogo Investigación en tuberculosis al servicio del país Salud Johanna Elizabeth Ku [email protected] Una de las funciones de la investigación científica consiste en proporcionar evidencia que sustente las políticas públicas que impactan en nuestras vidas. Este es el caso del Plan Estratégico Nacional para el Control de la Tuberculosis en Panamá 2023-2027, y el cual fue publicado en la Gaceta OficialNo . 29785-B el 19 de mayo de 2023. Allí se reconoce al Laboratorio Satélite del Instituto de Investigaciones Científicas y Servicios de Alta Tecnología (Indicasat-AIP), ubicado en la provincia de Colón - creado a partir de la Convocatoria Pública de Fortalecimiento a Infraestructura, Equipamiento e Instrumentación Especializada para Actividades I+D (INF) 2011 de la Senacyt bajo código de proyecto INF11-039 - como parte de la Red Nacional de Diagnóstico de la Tuberculosis. El Plan se refiere a los resultados del estudio “Encuesta de Costos Catastróficos total debido a la TB –Panamá 2021”(Fundación Univalle/Idies –Innovación), el cual fue divulgado en un Café Científico de la Senacyt. Los costos sociales de la enfermedad se consideran catastróficos cuando el paciente y su familia debe destinar más del 20% de su ingreso para recibir el tratamiento. El estudio reveló que el 88% de las familias de 184 pacientes encuestados incurrió en costos catastróficos, con gastos acumulados de entre 373.00 y 2,217.00 balboas durante los 6 meses de tratamiento. A esto se agrega que el 10% de las familias declaró no haber tenido ingresos durante el mismo periodo. Entre los costos directos, destacaron el transporte, tiempo del paciente y el tiempo de su acompañante. Uno de los objetivos estratégicos del Plan contempla “desarrollar investigación operativa en temas relevantes a la situación actual de Panamá”. Esto incluye que la Sección de Control de la Tuberculosis organice reuniones periódicas con entidades científicas o académicas “para el diagnóstico de necesidades y posibilidades de inves tigación”. El próximo 24 de marzo se celebrará el Día Mundial de la Tuberculosis. Gracias a todos aquellos que han estado involucrados en la investigación de la tuberculosis en Panamá, contamos hoy con una política pública en este campo sustentada en evidencia científica local, como debe ser. LA AUTORA es toxicóloga, divulgadora científica, exbecaria de Senacyt, asistente de laboratorio en Indicasat-AIP e integrante de Ciencia en Panamá. ¿Cómo? Propuestas I.Roberto Eisenmann, Jr [email protected] Ya las elecciones están a la vuelta de la esquina y, hasta la fecha, hay un desproporcionado número de votantes aún indecisos. Esto no es necesariamente negativo; puede simplemente ser que más gente está pensando más en su acto de votar, sabiendo más claramente que su voto es vital para reparar el defectuoso, aunque libre sistema político de nuestro país: la democracia. Cada candidato viable (porque hay algunos que no lo son por distintas razones) debe estar rompiéndose la cabeza pensando cómo lograr destacarse para atraer al votante indeciso y ganar la elección, ya que debe haber dicho cómo resolverá todos los temas importantes. La respuesta es sencilla: hay que explicar el cómo va a resolver cada problema. Esto requiere de liderazgo y, sobre todo, de valentía. ¿Por qué es tan difícil explicar el “cómo”? ¡Porque es un riesgo! Aunque implica mostrar el liderazgo que todo el país desea en su próximo presidente, los asesores políticos usualmente le sugieren a su candidato que no haga nada que pueda poner sus votos en peligro. Le sugieren que el secreto es no cometer errores antes de llegar a la presidencia y sólo entonces hacer las cosas a su manera. Le sugieren no arriesgarse y ser neutro en temas álgidos, para así atraer a todos. Yo pregunto: ¿eso fue lo que hicieron Bukele o Milei? ¡No! Se arriesgaron, dijeron claramente cómo, y ganaron masivamente. Para mencionar solo dos temas vitales en Panamá: 1-Caja de Seguro Social/Salud. No sólo es una tragedia para casi todo el pueblo, sino que tiene la capacidad de quebrar la economía del país. Todos, absolutamente todos los candidatos han dicho que van a “arreglar ”el grave problema del Seguro Social, pero ninguno ha dicho ni cómo ni cuándo. Digo yo que si no lo solucionan en los primeros 100 días de mandato, terminarán pateando la lata (tal cual se ha hecho durante años). 2-Educación. Al igual que con el tema de la Caja, todos los candidatos han dicho que lo van a resolver y ninguno ha dicho ni cómo ni cuándo lo hará. No se ha escuchado ninguna propuesta de cambio radical para curar esta fábrica de pobreza que es la educación. Como ciudadano a tiempo completo, he procurado escuchar a casi todos los candidatos presidenciales. En mi largo andar, he conocido los trazos básicos de cómo opera la Presidencia de la República. A mi pregunta sobre cómo resolvería el problema de la Caja de Seguro Social, uno de los candidatos me contestó que tenía un plan, pero que si lo decía perdería la elección. ¡Por supuesto que así nunca se resolverá la crisis de la Caja ! Por un lado, nuestra Caja es un desastre que tiene a todo el pueblo afectado diariamente: sin medicamentos, sin citas razonables, sin jubilaciones que permitan vivir con dignidad…Y, por el otro, está llena de botellas y trampas. ¡Una vergüenza nacional! ¿Habrá algún candidato que se atreva a decirnos el “cómo”y ser un verdadero líder? Veremos. ¿Por qué es tan difícil explicar el ‘cómo’? ¡Porque es un riesgo! Aunque implica mostrar el liderazgo que todo el país desea en su próximo presidente, los asesores políticos usualmente le sugieren a su candidato que no haga nada que pueda poner sus votos en peligro. EL AUTOR es fundador del diario La Prensa
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