7A LaPrensa Panamá, viernes 3 de noviembre de 2023 Opinión Los artículos de opinión y las caricaturas son responsabilidad exclusiva de los autores. La opinión deLa Prensase expresa únicamente en el Hoy por Hoy. [email protected] Las colaboraciones para la sección de Opinión deben incluir la identificación del autor. Los artículos no deben exceder 500 palabras. No se publican colaboraciones que hayan aparecido en otros medios y La Prensase reserva el derecho de seleccionar, editar y publicar. No devolvemos el material. Fundado en 1980 Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa Presidente fundador Roberto Eisenmann Jr. Director emérito Guillermo Sánchez Borbón † Presidente Diego Quijano Durán Directora Editorial Rita Vásquez Jefe Editorial Mónica Palm Asesor de investigaciones periodísticas Rolando Rodríguez Editores Juan Luis Batista, Yolanda Sandoval, Eliana Morales, Aleida Samaniego Gerente General Juan Carlos Planells Gerente de Producción, Logística y Administración Basilio Fernández Gerente de Ventas y Comercial Sudy S. de Chassin Esta es una publicación de Corporación La Prensa, S.A. ©. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción, sin la autorización escrita de su titular. ISSN 2953-3252: La Prensa ISSN L 1605-069X: prensa.com ‘Sobre los huesos de los muertos’ Patria Pedro Ernesto Vargas [email protected] La patria no se hereda, se nace en ella o se adopta, y se protege, se le canta, se le llora. Se construye en los respiros del alma, desde el acordeón de costillas y músculos de nuestros pechos, “sobre los huesos de los muertos”y las banderas enterradas, en las voces altas que rompen el silencio o la ignominia, desde las guerras contra nuestros demonios, en las alturas de la dignidad y del respeto. Si no has estado allí, no eres patriota, la abandonas, la destruyes. Es noviembre, “el mes de la patria”, porque conmemora y celebra las batallas por su independencia, por la gestación de la república, por su soberanía. Su identidad, hecha con poca o ninguna sangre derramada cruentamente, que ahora le vacían a sus hijos de sus vasos que galopan con coraje, en una lucha material, que el oro y la codicia condicionan y la grosera opulencia impone, no se borra. Panamá de los indios que avistaron la Conquista; de los mártires con libros bajo el brazo y banderas a lo alto, que enfrentaron arsenales y colonizadores; de los jóvenes que hacen densas masas, como el agua de los mares, y se mecen en las calles y avenidas, haciendo historia nueva contra el asalto y la burla. Son muchos los gritos que aún retumban en nuestros rincones de chozas de barro y techos de paja, donde la patria se ausenta, donde la soberana es la pobreza, por razón de desmedidos apetitos por el lucro o despreciables actitudes frente a la injusticia, por gobiernos miopes y sordos que se quedan en los libros partidarios, y el jolgorio que recuerda la jauría de burlas y gritos repelentes, reclamando truenos de fusiles y botas para que vuelvan a su rescate. Se hinchan y se crecen, al punto -parodiando a Leonard Cohen- de parir primates no humanos, que se lanzan a las calles con odios en los ojos y fuegos artificiales, que explotan en la cara, rompen globos oculares, queman piel y honra al erizo de la rabia. El patriotismo no está en una soldadesca que enfrenta en desigualdad de condiciones a sus conciudadanos, pero sí lo jura y honra el soldado que defiende a su país de un poder extraño. No es cantar el himno y pasear banderas, en autos y balcones, o forrarse en sus colores, mientras se mira para otro lado la conjura antipatriótica de sus malos hijos, de reptiles de otras tierras, mientras la denuncia se esconde o se le es cómplice. Se grita el himno y se levanta la bandera para que alcance el cielo, cada vez que se denuncie la traición y la trampa a la patria, cada vez que a la integridad territorial se le robe un centímetro, cada vez que a la fuerza moral de la justicia se le burle. La devoción a la patria y a la nación es sagrada y tiene que ser genuina. Frágil es la patria y duro el juicio ha de ser para quien le traiciona. Acoger con entusiasmo la conmemoración del patriotismo, que sirva para la reflexión de lo que nos hace grandes y nos arrincona como traidores; que nos permita recoger los erráticos pasos con humildad y sin la aprendida intención de burlar o mentir; que queme la prepotencia efímera de quienes creen ostentar el poder del pueblo y se quemen las naves, para alcanzar la dignidad asechada por el extranjero. Sin valores humanos ni principios patrióticos, el propósito ciudadano será fallido y el resultado oneroso. En esta ocasión, la coyuntura histórica nos enfrenta a los panameños alrededor de la codicia por sus riquezas de cobre, que además implica, en la oscura sombra de la tinta y el tiempo, entregar tierras y cielos a gobiernos extranjeros, destruir la rica biodiversidad nacional y enriquecerse con corruptos actos protegidos. La responsabilidad no recae en nuestra diversa abundancia; recae en nuestros hombres y mujeres que cegados por quién sabe cuántos dioses durante 25 años, han facilitado la destrucción de nuestra riqueza verde, la contaminación de nuestros ríos otrora alegres, la salud de nuestras poblaciones más humildes y el riesgo de apagar nuestras esclusas canaleras. Nada justifica que esto no se detenga ipso facto, excepto la codicia de extranjeros y nacionales, el terrorismo empresarial que nos amenaza con denuncias y demandas internacionales. La patria los espera. El crimen tiene derecho a su defensa, pero el crimen siempre será y castigado. En estas efemérides, miro al cielo para ver la bandera de la patria, tricolor y henchida, batirse jubilosa contra el viento y la tormenta, salir airosa frente a un nuevo enemigo, que abre otra vez las entrañas de sus montes, cambia el curso a sus ríos y amenaza rendirnos en las cortes de naciones. Pero aquí están cientos de miles de jóvenes patriotas, entre mareas de pueblo; jóvenes y patriotas como aquellos sembradores de banderas en la Zona del Canal de 1958 y 1959; como los mártires de enero de 1964, pueblo valiente como el pueblo frente a los dictadores que aupaban una reforma educativa o como el pueblo de blanco, de la Cruzada Civilista, provocando los estertores de muerte de la dictadura narcomilitar. Hoy, te canto con Gaspar Octavio Hernández: “¡Bandera de la patria! Sube…sube hasta perderte en el azul…Y luego de flotar en la patria del querube; de flotar junto al velo de la nube, si ves que el Hado ciego en los istmeños puso cobardía, desciende al istmo convertida en fuego y extingue con febril desasosiego, ¡a los que amaron tu esplendor un día!” Nada justifica que esto no se detenga ‘ipso facto’, excepto la codicia de extranjeros y nacionales, el terrorismo empresarial que nos amenaza con denuncias y demandas internacionales. EL AUTOR es médico pediatra y neonatólogo Una joven memoria viviente Protestas Ivonne Torres-Atencio [email protected] Este 3 de noviembre culminan dos semanas de protestas desarrolladas en todo el país por gremios, sindicatos, ambientalistas, jóvenes y personas del campo, de las comarcas y de todas las edades que se han sumado desde distintos espacios, barriadas y calles. Nos hemos sumado así, también, a la protesta global por la desatención de los gobiernos del mundo a los riesgos por el calentamiento global, que tuvo entre sus puntos de partida la huelga escolar semanal por el clima que inició la joven Greta Thunberg años atrás en Estocolmo, Suecia. Durante décadas, Panamá ha conocido acciones llevadas a cabo por organizaciones sin fines de lucro, con una importante participación femenina, que se han pronunciado en defensa de zonas protegidas y en contra de actividades económicas y posturas políticas lesivas para el ambiente. Gracias a estas acciones, la demanda anterior al contrato de la minera fue declarado inconstitucional. Lo ocurrido en las últimas dos semanas ha sido la gota que rebasó el vaso acumulado de indignación, hartazgo y cansancio por la pérdida de coherencia, institucionalidad y gobernabilidad. Se ha tratado a la ciudadanía como si careciera de criterio para encarar acciones que, motivadas por una clara avaricia, fracturan la institucionalidad en perjuicio de nuestro futuro. Sin embargo, la juventud cuenta hoy con el poder de la información y con una sensibilidad frente a temas ambientales, que se han hecho sentir en estos días de protesta ciudadana. Como panameña que en su adolescencia atravesó por el doloroso evento de la invasión del 20 de diciembre de 1989, estoy convencida de que la ciudadanía debe recuperar democráticamente lo que ha costado establecer sobre la sangre y las cenizas de compatriotas. Panamá ha contado con la abundancia de su flora y fauna. Sin embargo, el cambio climático demuestra nuestra fragilidad y pone en evidencia la necesidad de consolidar la sostenibilidad de nuestra ruta interoceánica, mediante una economía basada en el conocimiento. El gobierno de Panamá aún tiene la oportunidad invaluable de escuchar a su población y a las distintas disciplinas científicas, y reconducir sus acciones. Ojalá recuerde que, como lo dijera Eduardo Galeano, “no hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la memoria humana se niega a callarse la boca”. LA AUTORA es doctora en farmacología y presidenta de Ciencia en Panamá ¡Surge el poder ciudadano! Juventud I.Roberto Eisenmann, Jr. [email protected] La democracia está en recesión universalmente. Ha salido un libro titulado La crisis de la democracia capitalista, escrito por Martin Wolf, editor asociado del F inancial Timesde Londres, que hace un profundo analisis de la crisis y hasta llega a sugerir acciones para salvar la situación. La raíz del problema está en la ciudadanía. El sistema ha fallado en crear una ciudadanía que se empodere de su autoridad, provocando que nuestros ciudadanos hayan ido -poco a poco- aflojándose, al punto de abandonar el derecho que le ofrece el sistema democrático. Como consecuencia, a falta del jefe (la ciudadanía), los políticos van siendo más y más abusivos y van llevando a la democracia a niveles de incompetencia y corrupción que la convierten en un sistema de injusticias inaceptables en lo económico y lo social, al punto que el pensamiento generalizado de los dormidos ciudadanos va a evolucionar hacia -aunque parezca mentira- la posibilidad de gobernantes autocráticos (de izquierda o derecha) en los que ellos, los ciudadanos, pierden lo más preciado: su libertad. ¿Qué se requiere para revertir estas nefastas tendencias? Que la ciudadanía reconozca su responsabilidad, despierte y recupere su poder como raíz y autoridad primaria de la democracia; se manifieste con fuerza y determinación, y vaya forzando a sus nuevos políticos a ejecutar las reformas que necesita la democracia para seguir libre, vigorosa y más justa. ¿Y qué ha ocurrido en nuestro Panamá en las últimas semanas? Los jóvenes del país se tomaron la calle en forma masiva y pacífica, sin liderazgos absolutistas; apartaron a los radicales, quienes son constructores de profesión pero destructores de la democracia... y gritaron a todo pulmón: “¡Aquí está el poder ciudadano de Panamá!”Tenemos rabia por tanto abuso, corrupción, ineptitud y vivezas del gobierno, y decimos basta. ¡Esta vaina cambió! ¡No aceptaremos más abuso ni de este ni del próximo ni de ningún gobierno! Y además, ¡no queremos ser país minero! Estamos aquí para ser raíz y construir más democracia. Una democracia de acción y reformista, participativa y justa. ¡Una democracia disruptiva y creativa que sea proyecto e ilusión para todos, absolutamente todos, los orgullosos panameños! Somos jóvenes y mayoría; somos orgullosos patriotas con virtud cívica. Tenemos seguridad en nuestro camino de ejercer nuestro poder ciudadano con seguridad e identidad democrática. Y, ¿cómo debemos sentirnos todos los panameños que estamos pagando caro la paralización resultante? Recuerdo mucho la gran marcha de los educadores que marcó la lucha contra la dictadura. Coreaban “¡un poquito más y ganamos la batalla!”Eso es muy válido ahora, el poder ciudadano se ganó la calle y con un poquito más se ganará la batalla. Cambiaron el país. Los gobiernos responderán y temerán nuevamente al “poder ciudadano”y de esta forma salvaremos la democracia para nuestra nación, la que le dejaremos a nuestros hijos, nietos y bisnietos. ¡Es un nuevo país! ¡Han salvado a la democracia! ¡Nos han devuelto la ilusión nacional! Falta poco. El gobierno tendrá –p a ra terminar la protesta–que hacer algo dramático, como una ley ordenando el referendo, para que la decisión sea del pueblo, y una ley de moratoria. ¡Solo así volveremos a la normalidad! ¡Gracias mil, jóvenes de mi nación! Siempre que al lograr la victoria sepan terminar la protesta -estos primeros días del mes de la patria- con un positivo que permita reconstruir la vida económica, sobre todo para la población más vulnerable. De ser así, ¡la historia los premiará! Recuerdo mucho la gran marcha de los educadores que marcó la lucha contra la dictadura. Coreaban ‘¡Un poquito más y ganamos la batalla!’ Eso es muy válido ahora. EL AUTOR es presidente fundador del diario La Prensa
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