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6B LaPrensa Panamá, domingo 15 de octubre de 2023 Personaje Vivir In memoriam Adrienne Samos [email protected] Carmen, quizá porque no pudimos despedirnos, quiero dirigirte estas líneas. Voy a intentar lo que ya sé que no podré hacer: transmitir cuál era tu verdad fundamental. Tu singularidad. Aquello que te hacía “única e increíble”, como escribió hace unos días tu hija, Ana Berta. No tengo ese don, pero quizá logre aproximarme a algunos destellos que emanaban de tu centro vital. Tu singularidad puede entreverse con solo leer una fracción del descomunal mosaico de cientos de expresiones de pesar que comenzó a inundar las redes desde que familiares, amigos y la comunidad del arte latinoamericano nos fuimos enterando de que te nos fuiste el pasado 8 de octubre. Un mosaico que expone hazañas y cualidades tan personales e íntimas como públicas y profesionales. Tu cuñada Pilar, por ejemplo, produjo una semblanza perceptiva y concisa. “Se graduó Phi Beta Kappade Smith College, se convirtió en mecenas del arte latinoamericano y produjo muchos libros y exposiciones. Pero más importante que eso era su inmensa generosidad y calidad humana”. Te comentaba a menudo que me impresionaba tu elegancia y serenidad entretejidas con una fuerza imparable que hizo muchísimo por internacionalizar el arte de Panamá y traer el arte de afuera al país. Eras lo que llamarían en otros tiempos una “gran dama”, con tu hablar pausado y tu cultura sofisticada, obtenida en la alta academia y mediante una nutrida experiencia en el estudio y la apreciación directa de las artes. Y a la vez, eras una bohemia. ¡Puro entusiasmo! Y poseedora de esa otra cultura: la que te hacía tan abierta de mente y espíritu, tan jovial, atrevida, relajada. Pasar contigo una tarde o, mejor aún, días, semanas o hasta meses trabajando en alguna exposición, taller o simposio, o recorriendo u organizando alguna bienal o evento importante en Panamá o en otro país, era tener la oportunidad de aprender de todo y de oír anécdotas cautivantes sobre tus tratos con infinidad de protagonistas del mundo del arte latinoamericano. Es evidente que estuviste con gran frecuencia en el meollo de la acción. Hasta nuestras discusiones eran una bocanada de aire fresco. Estar en desacuerdo contigo era una delicia, Carmen. Cero dramas y mucho intercambio. Esa actitud tenía que ver con tu voluntad de hacer sentir cómodas a personas de muy distinto temperamento, origen y condición. Para ti era más significativo que ganar la discusión. Recuerdo oírte decir que en el mundo hay demasiado pasando y que, más que pasarte analizando los hechos, preferías entenderlos a través del arte; es decir, mediante ciertas manifestaciones de la belleza. Una belleza a veces terrible. Quizá el poder más especial, el más raro de todos los que poseías, Carmen, era el poder de la felicidad. Un poder discreto, casi velado, y por ello más raro aún. Un poder contagioso, porque con tu actitud y con tus acciones demostrabas que las cosas están o estarán lo mejor que pueden estar si así lo decidimos. Ello no significa que no te aquejaran problemas ni que los ocultaras. De hecho, hacías tuyos los dilemas de otros y asumías nuevos retos en favor del arte y los artistas. Varias veces te oí decir: “De nada sirve que ponga un carón ante los contratiempos. Hay que sacarles el jugo a los contratiempos”. Y acto seguido, te reías. Otros de tus poderes discretos y contagiosos eran tu risa y tu picardía. Ese comentario, bien visto, es una versión, con sabor panameño, de la famosa frase: “¡De la adversidad vivimos!”, cuyo autor, el artista brasileño Helio Oiticica, como tú, asumió en su vida una postura rebelde e inconforme ante las realidades impuestas. Carmen: la amiga, asesora, colaboradora y colega de la comunidad del arte en Panamá, Centroamérica, América Latina y ciudades muy “latinoamericanas ”co - mo Nueva York, Miami y Madrid. Desde que empezaste a dirigir, con apenas 22 años, El Sótano en Panarte en 1977 por petición de Graciela, justo después de graduarte de historia del arte y museología, te propusiste impulsar a incontables artistas jóvenes y entendiste que para ello había que vender sus obras y crear coleccionismo. Luego vino Arteconsult aquí y en Boston, así como The Americas Collection en Miami, y la enorme serie de proyectos expositivos en colaboración con galeristas de la talla de Clara DiamentSujoyMary-AnneMartiny Edward Sindin (“Carmen: the gem of Latin America!”) o con innumerables críticos y curadores, como la gran Raquel Tibol, con quien colaboraste en esa estupenda exposición dedicada a Guillermo Trujillo en el Rufino Tamayo de México. Imposible resumir toda tu trayectoria, pero sí debo mencionar la Bienal Centroamericana: ese parteaguas que tanto hizo por estrechar lazos creativos y afectivos entre los artistas, gestores y público de la región. Estoy convencida de que, sin tu gestión, diplomacia y perseverancia, no habría existido o durado lo que duró. La única mujer en medio de esos empresarios que patrocinaban la bienal, tú lograste maniobrar egos y sensibilidades, quizá por haber aprendido desde niña a lidiar con tu padre y (¡seis!) hermanos varones. Nunca pusiste a los artistas más establecidos por encima de los jóvenes. Es más, los exponías en igualdad de condiciones. No olvidaré, por ejemplo, tu incisiva exposición de 2001, en la que pusiste a dialogar imágenes de Sandra Eleta y de Gustavo Araujo, y cuyo enfoque era la subversión de ciertas nociones del kitsch. El dinero para ti fue también una manera de asumir proyectos sin fines de lucro, siempre con un equipo a quien entrenabas con paciencia y cariño. Desde jovencita fuiste fiel colaboradora del MAC Panamá. Todo ello, y más, te mereció el último Premio Excelencia en las Artes por parte del “pequeño gran museo de Ancón”. Por último, quiero mencionar otro poder paradójico y contagioso. Eras una soñadora con los pies sobre la tierra. “Lo que parecía imposible, un día ya no lo es”, nos dijiste a quienes, agotados pero satisfechos, habíamos organizado un ambicioso foro internacional de arte en 2013. Tu comentario me llevó a Alicia en el País de las Maravillas , cuando Alicia le dice a la Reina que “es inútil creer en cosas imposibles”. Y ella le responde: “Me atrevo a decir que no has tenido mucha práctica…Cuando yo era más joven, siempre lo hacía durante media hora al día. A veces creía hasta seis cosas imposibles antes del desayuno”. Hasta siempre, amiga y cómplice entrañable. Los poderes de Carmen Alemán Healy

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