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6B LaPrensa Panamá, sábado 8 de agosto de 2020 Vivir Tu opinión nos interesa [email protected] MONARQUÍA JuanCarlos I estaríaenAbuDabi El rey emérito español Juan Carlos I, quien partió al exilio perseguido por un escándalo de corrupción, estaría en Abu Dabi alojado en un lujoso hotel, según el diario ‘ABC’. En qué país se encuentra el exjefe del Estado español, ha sido motivo de gran especulación en España, y en días pasados varios medios indicaron que estaría en Portugal o República Dominicana. La Casa Real ha rehusado revelar su paradero. El horrorquese volvióesperanza Se cumplieron 75 años de la explosión de la bomba nuclear que sacudió la ciudad japonesa de Hiroshima en 1945. Una de las sobrevivientes narra su historia. TESTIMONIO RoyEspinosa [email protected] D esde la ventana de su baño, Hiroko Kishi- da, eneseentoncesde seis años, buscaba en el cielo azul y despejado, el avión que escuchaba volar por su natalHiroshima, Japón. Es- taba en casa con su madre, abuelo y hermano menor, mientras que su hermano mayorasistíaalaescuelaysu padre se encontraba enChi- nasirviendocomosoldado. No logró ver el avión, ni la bomba que lanzó a las 8:15 a.m. aquel 6 de agosto de 1945, pero recuerda el soni- dode laexplosiónycomo, en uninstante,suvidacambió. “Todo quedó completa- menteoscuro.Nosabíasies- tabavivaomuerta. Sacudí la cabeza y supe que estaba de- bajo de los escombros de ar- cilla roja con que estaba construidami casa. Sinpen- sar grité: ¡Mamá! ¡Socorro, ayúdame!”,recuerdaesta hi- bakusha de81años,término en japonés para designar los sobrevivientes de los bom- bardeosnuclearesenlasciu- dadesdeHiroshimayNaga- saki(9deagosto). Considera unmilagro que ella y su familia, lograsenso- “ Todo quedó completa- mente oscuro. No sabía si estaba viva omuerta. Sa- cudí la cabeza y supe que estaba debajo de los es- combros de arcilla roja con que estaba construida mi casa...”. Hiroko Kishida, sobreviviente de los bombardeos nucleares en Hiroshima y Nagasaki ¿AdictoaNetflix y a vermalas noticias?Cuidadocon sus ojos ‘DOOMSCROLLING’ BLOOMBERG Cuando Allyn Morrison fue despedida de su trabajo comobaristaenThePerk,en Fort Worth, Texas, la actriz de 25 años decidió pasar la cuarentena viendo progra- mas en streaming . No esta- ba perdiendo el tiempo —explicó—, solo estaba tra- tandodeagudizarsushabili- dadesdeactuación. La combinaciónde30mi- llones de estadounidenses sin trabajo y decenas de mi- llonesmás trabajandodesde casa hizo que se disparara la cantidad de horas que las personas han estado pega- das a una pantalla. De he- cho, el streaming aumentó 20% cuando comenzaron en marzo las medidas de confinamiento por el coro- navirus. El aumento a raíz de la pandemia de la exposición a la televisión, el streaming e inclusoaestardurantehoras viendo malas noticias en las redes sociales —tendencia conocida como “ doomscro- lling ”—puedehaber llegado para quedarse por un tiem- po.Ytodoesetiempoadicio- nal frente a las pantallas po- dríaserperjudicial. La luz LED emitida por la mayoría de las pantallas ex- pone sus ojos a altos niveles de “luz azul”, que pueden al- terar los patrones de sueño y conducir al “Síndrome Vi- sualInformático(SVI)”,aso- ciadocondoloresdecabezay fatiga visual, dijoel oftalmó- logoRobertWeinstock. Y aunque el experto reco- nocequepuedeserdifícilpa- ra las personas reducir la cantidad de tiempo que pa- san frente a las pantallas en estos días, hay formas deha- cerlomásseguro. Invertir en protectores de pantalla que filtran la luz más durade las computado- ras portátiles y los teléfonos es una opción, y por supues- to, puede reducir el brillo de lapantallaomirarhaciaotro ladodurante20segundosde vezencuando. Se ha disparado el uso de dis- positivosmóviles. Archivo brevivir. En parte por la dis- tancia donde se encontraba su casa, a 1.75 kilómetros al norte del centrode la ciudad donde cayó la bomba, y por- queenesemomentoestaban justo detrás de la única pa- redquesemantuvoenpiede sucasa. Mientras narra su histo- ria,comovoluntariadelMu- seopor lapaz enHiroshima, sus ojos enocasiones se opa- can, pero su voz semantiene firme.Losrecuerdossoncla- ros, porque como declaró a estediario“setratadeotroti- podememoria”. “Todavía recuerdo a mi abuelo diciendo: ‘huyan, no sepreocupenpormí, pronto caerá otra bomba’. Él tenía una discapacidad, por eso era consciente que no podía huir connosotros.Mimamá ledijoque iba a volver por él. Peronuncapudoregresar". Emprendieronun viaje de escape al norte, junto con otroscientosdesobrevivien- tes. Sin zapatos, caminando sobre escombros, piedras y vidrios. “En el camino comenzó a llover, pero eran gotas ne- gras ymuchas personasmu- rieron a causa de esta lluvia radiactiva. Nosotros afortu- nadamente encontramos unos cobertores de paja que se usaban para proteger el cultivo. Todavía recuerdo el chorro negro de agua que bajaba por la superficie de tomatesbrillantesyrojos". Imágenes como la de una joven madre que suplicaba por agua y comida para su hijomuerto que cargaba so- bre la espalda, pueden ape- nas describir la tragedia que lerodeaba.Pero lasuerte les sonrió en varias ocasiones. Como cuando un granjero les regaló una bolita de arroz. “Todavía recuerdo ese sabortanrico,creoquefuela bolita de arroz más rica del mundo”. O al encontrarse con una amiga de sumadre, con la cual se quedaron a vi- virportresaños. Al día siguiente, luego de estar a salvo, sumadre viaja- ba 20 kilómetros de regreso a la ciudad en busca de su hermanomayor. Una sema- na después, finalmente vol- vió cargando a su hermano, gravementequemado. Sin poder llevarlo a un doctor, Kishida todavía re- cuerda cómo ella y su her- mano menor rayaban pepi- nosparaponerleasuherma- no sobre las quemaduras. “Laheridaseenfriabayyano sentía tanto dolor, pero al poco tiempo otra vez decía: ‘me duele, me pica’. Hasta que pudimos llevarlo al hos- pitalparaquelepusierande- sinfectante cada 10 días du- rante10meses”. “Cuando regresamos a la primaria, sus compañeros de la clase ledecían: ¡qué as- co, qué fea está tu herida! Porque tenía queloides. Se burlaban de él y lo aparta- ban. Pero como él era muy optimistanodecíanadaeiba conmigo silencioso a la es- cuela”. HoyHiroshimaesunaciu- dad renacida, cosmopolita y degenteamable.Salvoporla cúpula de Genbaku y elMu- seo de la paz, no hay rastros de la destrucción de aquella bomba. Pero gracias a las historias de los sobrevivien- tes, las nuevas generaciones sabenquesuciudadesunre- cuerdo constante del horror delaguerra. Es por ello que Kishida busca transmitir el mensaje que su padre le enseñó tras regresar a casa después de estarpresotresañosenSibe- ria durante su servicio mili- tar: “Nunca tienen que per- mitirotraguerra”. YKishidaremarca:“Esees el motivo por el que doy tes- timonios,hace75añosyoes- tuve allí y sobreviví, y tengo que contribuir en la cons- truccióndelapaz”. Memorial de laPaz deHiroshima, Japón, también conocido comoCúpulaGenbaku. Cortesía HirokoKishida comparte su experiencia. Cortesía Museo por la paz enHiroshima. Cortesía

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