6 15.08.2025 POR LA SOMBRITA ELLAS.pa EN ALGÚN RINCÓN HEMOS DEJADO LA AMABILIDAD Y LAS BUENAS FORMAS, Y LA AUSENCIA SE NOTA INCLUSO EN LAS MÁS ALTAS ESFERAS DEL PODER. CORTESÍA, ¿A DÓNDE TE FUISTE? Hubo un tiempo no tan remoto, no tan en blanco y negro como para que algunos no pudieran recordarlo, en el que lo común era ver a los funcionarios, sobre todo a quienes ocupaban altos cargos, expresarse con amabilidad y cortesía en público. Era la época en la que los apretones de mano iban y venían. “Su excelencia” por aquí, “su señoría” por allá, “distinguida” más allá. Hay que reconocer que, a veces, tanta deferencia se excedía y hasta daba mala espina. Pero ese era el comportamiento: desde un acto en la Junta Comunal hasta en una Cumbre del G8. Por supuesto, era lo mínimo que se esperaba de quienes ejercían funciones públicas. Y digo que hubo un tiempo porque ahora lo común empieza a ser lo contrario. A la cortesía la han mandado a salir de la sala. O, mejor dicho, creo que ella misma decidió irse. Allá va, espantada y sonrojada por las cosas que le toca presenciar en actos protocolares y discursos presidenciales. En febrero, el sitio de verificación de noticias Chequeado, en Argentina, reveló que, en 15 meses, el presidente Javier Milei había pronunciado mil 051 insultos. 600 los dijo en los últimos 100 días. Por supuesto, aquí solo se cuentan los emitidos en público: en entrevistas, en X o en conferencias de prensa. Ojalá pudiéramos decir que el presidente argentino es una excepción. Ojalá pudiéramos volver a un tiempo en que era noticia que un mandatario se dirigiera de forma irrespetuosa a otro mandatario… o incluso a otro país. Y hay que decir que, hace poquito, el presidente Milei prometió que iba a insultar menos. Hay quienes defienden —sí, hay quienes lo defienden—, catalogando esa forma de expresarse como “auténtica”, porque así “el pueblo sabe que no es como otros políticos”. Lo cierto es que debemos preguntarnos: ¿por qué a alguien le gustaría ver insultos en boca de sus altos funcionarios, si estoy segura de que a nadie le gustaría convivir con ellos? Si alguien viviera una situación parecida en su trabajo, tendría razones para acudir al Mitradel y denunciar un ambiente laboral dañíno. Una relación de pareja en la que la comunicación se base en insultos se consideraría violencia doméstica. ¿Serían mejores nuestras interacciones en las salas de espera, las filas del supermercado, las reuniones de padre de familia si todo lo ‘resolviéramos’ con una agresión verbal? Sí, el mundo quiere autenticidad. Quiere que las autoridades no solo sean formales y amables en sus palabras, sino también correctas en sus actos y en su gestión pública. Pero creo que todos queremos y merecemos respeto. Señora Cortesía, por favor, regrese. por ROXANA MUÑOZ @roxana_munoz_07
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