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26 8.09.2023 PERSONAJE pado con encargos de vestidos para fiestas de fin de año para las empleadas del Hotel Panamá y de los bancos cercanos. Se enamoró de Panamá. De que todo estaba cerca y de que se pueda usar la misma ropa casi todo el año. Además, en el Instituto Panameño de Habilitación Especial su hijo, que tenía autismo, recibió lamejor atenciónposible. Aún loagradece. Él se convirtió en un profesional. UN TALLERYUNA ESCUELA A los 71 años semueve como pez en el agua en su taller. Sigue haciendo de todo, especialmente legustapreparar el trabajo que las operarias van a coser. La labor de alta costura requiere de paciencia y pasión. Si alguien no disfruta este trabajo se sentirá frustrado porque si no queda bien tiene que soltarse y volverse a coser. Sutallerhasidounaescuela.Muchasde sus exmodistas fundaron uno propio; otras se jubilaron allí, comoRosita que llegó hace 30 años, ya se jubiló pero sigue atendiendo la recepción, apuntando las citas y haciendo costuras a mano. La clave para ese tipo de lealtad es ofrecer “respeto y honradez al trabajador porque aquí yo soy otra trabajadora”, dice ella y asiente su hermana mayor Eugenia, sin quien no habría podido dedicarse al taller a tiempo completo y criar a sus hijos cuando enviudó. GRACIAS A EUGENIA La tía Eugenia, quien vino de Chile, está siempre en el taller, apoyando la administración y las tareas prácticas. Ella también se ocupó de los niños de su hermana. Les ayudabacon lasmaquetasde laescuelayhacía los mejores sándwiches para las reuniones de estudio. Gaby cuenta que cuando sus hijos llegaban del colegio no preguntaban por mamá, preguntaban por la tíaEugenia. UNA CLIENTELA FIEL El momento para realizar esta entrevista estuvo sujeto al espacio en el que no había clientes en el taller. Me pidió no fotografiar vestidosquepertenecíanasus clientas, reservados para futuros eventos. ParaGaby, laelegancianoestáreñidaconla practicidad y siempre busca ofrecer la mejor calidad a precio razonable. Le alegra cuando su clienta le cuenta que a todos les gustó su vestido. “Amo lo que hago y me pagan por hacerlo, ¿quémás puedo pedir?”. Hace unos años, tuvo que operar de emergencia a su hijo. Acudió a Sara Bassan por un préstamo. La idea era hipotecar su apartamento y luego pagarle. Al día siguiente, en su taller, empezarona llegarclientescondineroo cheques.Enmenosdeunasemanatenía los20 mil dólares que necesitaba. Gaby agradeció a Saray leprometiópagaratodos.Surespuesta fue: “No tienes que pagar. Es un regalo”. Hoy en día, muchas de sus clientas le piden que adapte vestidos de alta costura que compraron vía internet o en el extranjero. Este cambio viene desde 2017. Se ha adaptado. Su negocio sigue siendo importante para ella y sus trabajadoras. Quiere crear una nueva colección con telas valiosas que ha tenido guardadas y donar el dinero a alguna asociación. Mientras tenga energía aprovechará el tiempo, dice. En 2021 viajó a Estados Unidos para estar presente en el nacimiento de su nieta. En el momento de cortar el cordón umbilical, le pasaron las tijeras al padre de la criatura, y él se las pasó a ella: “Corta tú, Gaby”. Ella le llama “el mejor corte que he hecho”. Izq.: Eugenia, hermana de Gaby Valenzuela y otro pilar del taller. Der.: Rosa lleva décadas en el taller, lleva la agenda y atiende la recepción. Fotos: La Prensa/Elysée Fernández Reconocimiento en AltaModa en 2019. Junto a su hija Norma, también diseñadora. ELLAS ENTRE NOS

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