24 descargar su plata. Por delante navegó el chinchorro para avisar en Panamá de lo sucedido. El alférez habló directamente con el presidente de la Audiencia, Álvaro de Quiñones Ossorio, solicitándole la ayuda que el general le había pedido: bergantines de remo, buzos, carpinteros y herramientas. En una hora, Quiñones Ossorio dispuso lo necesario para ir desde Panamá hasta el puerto de Perico y, desde allí, fue en un bergantín hacia al bajo en el que había encallado la almiranta y, posteriormente, fue hasta la isla de Contadora en la que estaban las cubiertas custodiadas por Hurtado de Mendoza. El día 21 al anochecer, el casco flotante del San José, llegó a la isla Saboga. Ossorio se quedó en Contadora con el alférez mientras el general fue de nuevo al bajo para tratar de buscar más plata con ayuda de buzos de perlas de la zona. Entre Contadora y Saboga, o entre Contadora y Chapera, según otros testigos, donde se encontraban los restos flotantes del galeón, estaban los cajones y talegas de caudales; mientras que en el bajo quedaban, barras de plata, piñas sueltas y plata labrada. En ambos puntos se irían extrayendo materiales y objetos desde el día 21 de junio al día 7 de julio. Después de estar al frente de las tareas de rescate, Quiñones Ossorio escribió una carta al virrey del Perú en la que se destacaban las diligencias realizadas para rescatar el tesoro del rey, quitándole parte de los méritos al general Hurtado de Mendoza. Dos días después de recibir esta carta, el virrey de Perú, conde de Chinchón, escribía al rey de España, Felipe IV, para dar cuenta de lo sucedido recordándole que jamás había habido durante su mandato en Perú un accidente de tal envergadura. En la misma carta hablaba de la pérdida material y de la compensación entre la carga registrada y la que iba sin registrar. Por fin, el 14 de agosto de 1631, un grupo de testigos declaró ante un escribano que recogió los testimonios para el oidor de Panamá. Gracias a estos relatos hemos podido hacer esta reconstrucción de los hechos. Resulta evidente que el bajo en el que encalló el San José no estaba cartografiado, y que el general Hurtado de Mendoza, sus capitanes y pilotos no hicieron sino seguir las instrucciones que se daban para entrar en el golfo de Panamá. Por eso, Hurtado de Mendoza, tras el naufragio, pidió un castigo ejemplar para el piloto mayor de Panamá, Diego Ruíz de Campos, por conocer el bajo desde hacía tiempo y no ponerlo en los derroteros y cartas de navegación. En definitiva, el naufragio del San José es un testimonio arqueológico único de los galeones de la Armada del Mar del Sur. Un naufragio esencial para la historia marítima de Panamá que debe servir de acicate para crear en el país las infraestructuras necesarias que precisa el desarrollo de la arqueología subacuática. Galeón español del siglo XVII.
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