Ecos_del_Agro

26 OCTUBRE 2024 Muchas veces, en tertulias con amigos y familiares, he expresado que la vida en la ciudad conlleva una gran pérdida de tiempo. Una persona de 70 años en la ciudad no solo aparenta mayor edad de la real, sino que logra vivir, con suerte, apenas un tercio de esos años de manera realmente plena. El estrés, el smog, el trá co y las largas las en instituciones y bancos, sumados al tiempo necesario para recuperar energías mediante el sueño, reducen sus horas diarias productivas a tan solo unas 5 horas, a un costo muy alto para su salud. Por otro lado, en la ciudad todo implica costos adicionales. Un banano o aguacate que se pierde en el campo y que satisface el paladar de los campesinos, debido a sus costos, se aleja de la dieta citadina. Además, deben afrontar gastos altísimos por todos los servicios, lo que convierte a esta persona, al llegar a la edad de jubilación, en un anciano sin salud, sin ahorros y muchas veces con una abultada cartera de deudas. Salvo algunos exitosos, la mayoría de quienes migraron en busca de un futuro mejor se arrepienten, pues nunca lograron una verdadera estabilidad laboral y económica. Su retorno se complica porque no dejaron nada en el campo y se ven obligados, con suerte, a terminar sus días en apartamentos que, debido a las limitaciones propias de la edad, se convierten en cárceles donde no pueden ni siquiera subir y bajar un peldaño. En cambio, en el campo se vive más libremente, con bajos costos en alimentos naturales al alcance de la mano. El cuerpo y la mente se mantienen activos sin rutinas, convirtiendo las actividades diarias en un reto constante que fomenta la improvisación. No hay días iguales; los eventos positivos generan satisfacción y los negativos impulsan la creatividad para resolverlos, incluso cuando ocurren por primera vez. No es secreto que en el campo existen personas de noventa años que pastorean, conducen sus propios vehículos y gestionan sus proyectos. Respirar aire puro, sudar abundantemente, bañarse en ríos, comer frutas directamente del árbol, madrugar y trabajar al aire libre se convierten en las vitaminas y minerales que fortalecen sus cuerpos y los mantienen alejados de los hospitales. Por ello, los gobiernos deben estar claros que invertir para que la gente del campo no migre a la ciudad y promover su regreso, sería una medida con efectos sociales y económicos de gran importancia. No podemos favorecer exclusivamente al sector terciario sin armonizarlo con el primario, los que mayormente contribuyen al PIB necesitan que sus socios del sector primario obtengan ganancias justas para vivir y producir alimentos en las mejores condiciones posibles. Así, no se verán obligados a migrar y no se convertirán en cargas sociales para las ciudades ni para el propio sector empresarial. Un sector productivo robusto representa seguridad para toda la sociedad. / LA LIBERTAD DEL CAMPO PRODUCE BIENESTAR A LA SOCIEDAD Es Fresco, Nuestro y de Calidad Consuma el Producto Nacional

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