Embajada_Espana

Gabriel Alou Forner, segunda jefatura de la Embajada de España D 26 07Entrevista a don Atilano Alonso, testigo excepcional de las relaciones hispano-panameñas Don Atilano Alonso on Atilano Alonso Martínez es una de las personas más conocidas y queridas de la comunidad española en Panamá, adonde vino en 1947. Durante muchos años trabajó en la Embajada de España como canciller y agregado administrativo y destacó por su ejemplar desempeño, vocación de servicio y natural don de gentes que le permitieron conocer a multitud de personas de toda condición y vivir situaciones de todo tipo como testigo excepcional de las relaciones políticas, económicas y humanas entre España y Panamá. Su buen hacer ha sido reconocido a lo largo de los años. Atilano atesora en su casa un buen número de condecoraciones y distinciones españolas e hispano-panameñas: caballero de la Orden de Isabel la Católica, oficial de la Orden del Mérito Civil, Medalla al Mérito al Trabajo, Medalla de Honor de la Emigración, Socio de Honor de la Cámara Oficial Española de Comercio de Panamá, Mención Honorífica de la Sociedad Española de Beneficencia de Panamá, Miembro Honorario del Centro Español de Colón, etc. La segunda jefatura le entrevista en su casa de San Francisco de la Caleta, llena de entrañables recuerdos familiares y profesionales. Atilano disfruta de envidiable vitalidad y prodigiosa memoria y no necesita de papeles y apuntes para responder con agudeza a nuestras preguntas. Pregunta (P) Llegó a Panamá nada menos que en 1947, en una época en que los españoles emigraban a otros países europeos o iberoamericanos como la Argentina, Uruguay o Venezuela. Cuéntenos en qué circunstancias vino y qué razones impulsaron a un joven veinteañero de Reinosa (Cantabria) a “cruzar el charco” e instalarse en Panamá. Respuesta (R) Venir a Panamá fue la gran suerte de mi vida. Ahora disfruto aquí de mis hijos, nietos y bisnietos hispano- panameños y pienso cómo fueron las circunstancias de mi niñez. Durante la Guerra Civil, cuando el frente estaba en el norte de España, estuve a punto de ser enviado a Rusia como “Niño de la Guerra”, pero un tío mío, anarquista influyente de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) me sacó del tren que nos llevaba hacia Francia cuando se averió en Torrelavega y me devolvió a mi pueblo con mi familia. Después estudié en Barcelona, interno en el Colegio Nuestra Señora de la Bonanova (La Salle). Al cabo de un tiempo y gracias a mi formación pude soñar con viajar a América para trabajar. Eran unos tiempos duros en España, de escasez, en plena postguerra y mucho antes del desarrollo económico de los años 1960. Así que me embarqué en el transatlántico Cabo de Buena Esperanza, de la Compañía Ibarra, y navegamos durante 43 días. Como era la época de la Segunda Guerra Mundial, el barco tenía que esperar en puerto o cambiar la ruta prevista en función del desarrollo de la guerra y de la peligrosidad de las aguas. Pero antes de establecerme en Panamá viví unos años en Caracas, adonde llegué en 1944, seguí con mis estudios y trabajé de maestro. Pasados unos años, decidí venir a Panamá. Eso fue en 1947.

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