12 DE OCTUBRE DE 2023
12 DE OCTUBRE DE 2023 Créditos de Producción PSG Publicidad, S.A. Email: [email protected] [email protected] www.psgpublicidad.com Los centros españoles en Panamá: puntos de encuentro de nuestra comunidad Entrevista a don Atilano Alonso, testigo excepcional de las relaciones hispano-panameñas. Un himno para Santos Jorge 01 02 05 03 04 06 07 Los guardianes del Caribe: Antonio Fernández de Córdoba y el tercer castillo de San Lorenzo El ADN de Gladys Palmera Embajada de España Dirección y coordinación: Gabriel Alou Forner Foto de Portada: Presentación de la Escuelita del Ritmo @EmbEspPan @embajadaenpanama Mensaje del Embajador de España, Guzmán Palacios Fernández La Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá celebra su Centenario
02 un año vista de mi llegada a Panamá, no quería dejar de agradecer el apoyo y el cariño recibido por parte de todos Ustedes a lo largo de estos meses. No tengo más que palabras de admiración y gratitud hacia mi nuevo hogar, mi ya querido Panamá. Doce meses que sin duda han venido marcados a título nacional por los dos procesos electorales que han tenido lugar en España. La presidencia semestral española del Consejo de la Unión Europea también ha supuesto un punto de inflexión en nuestro quehacer diario como país. Como piedra angular de nuestra presidencia, España ha apostado decididamente por reforzar la asociación birregional entre Europa y América Latina y el Caribe sobre la base de valores y principios compartidos. Mención aparte merece la iniciativa “Pasarela Mundial” (Global Gateway) que tiene por objetivo afianzar la conectividad entre ambas regiones, la transición digital y la agenda medioambiental a través de asociaciones público-privadas. En este contexto, no quisiera pasar por alto el indeleble compromiso de España con la democracia, los derechos humanos y el estado de derecho, la libertad y la igualdad social, la solidaridad internacional y el multilateralismo efectivo. En el marco del quincuagésimo aniversario de la celebración de la reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en Panamá, quiero reiterar el apoyo de España a la paz y la seguridad internacionales, así como a la soberanía e integridad territorial de todos los países y, muy en particular, de Ucrania. Como todos ustedes saben, las Cortes Generales sacaron adelante el pasado mes de febrero la nueva Ley de Cooperación para el Desarrollo Sostenible y la Solidaridad Global, con el apoyo de prácticamente todas las formaciones políticas del país. En la línea de cuanto antecede, España está dispuesta a acompañar a Panamá en materia de migración irregular –con especial énfasis en el Darién-, la lucha contra el cambio climático, la igualdad de género y la prosperidad de las comunidades indígenas, ejes vertebradores de un futuro Acuerdo de Cooperación Avanzada entre ambos países. No obstante, la presencia de la Cooperación Española en Panamá va más allá. Abarca, entre otros instrumentos, un almacén regional de ayuda humanitaria, así como la futura puesta en marcha de una Escuela Taller que forme e integre a jóvenes de estratos desfavorecidos en diversos oficios. A su vez, a través del Fondo Español de Desarrollo Sostenible (FEDES), España impulsará la ejecución de dos proyectos de enorme impacto social a lo largo de los próximos meses. En 01 Guzmán Palacios Fernández Mensaje del Embajador de España A Entrega de cartas credenciales Inauguración en Casa del Soldado
03 concreto, la construcción de una planta de tratamiento de aguas residuales en los distritos de Arraiján y La Chorrera que beneficiará a más de 250.000 personas, así como la electrificación de la comarca indígena Ngabé-Buglé de la mano de la Unión Europea. Aprovecho estas líneas para agradecer efusivamente la incansable labor de todos nuestros cooperantes en tierras panameñas. En el ámbito cultural, quisiera poner de relieve tres importantes efemérides a lo largo del año 2023. El centenario de la muerte de Joaquín Sorolla, el V centenario de Antonio de Nebrija, autor de la primera gramática en castellano, así como el quincuagésimo aniversario del fallecimiento de Pablo Picasso. En el marco de este último aniversario, el Centro Cultural de España en Panamá, la Casa del Soldado, acogió una magnífica exposición de litografías del genial artista español durante los meses de julio y agosto del año en curso. A destacar igualmente el decidido apoyo de España a la literatura. A mediados del presente mes de octubre, Panamá albergará la próxima reunión ministerial del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina (CERLALC) bajo presidencia española y el auspicio de la UNESCO. Ya de cara al año que viene, se celebrará una nueva edición del certamen literario Centroamérica Cuenta en Panamá con el apoyo presupuestario y logístico de España que será, a su vez, país invitado en la venidera Feria Internacional del Libro de Panamá. Sin duda, la firma del Memorando de Entendimiento sobre patrimonio subacuático entre España y Panamá con ocasión de la pasada conferencia internacional Our Ocean constituye otro hito en materia de colaboración cultural. Asimismo, España hace votos por la candidatura panameña de la Ruta Colonial Transístmica a patrimonio mundial de la UNESCO, fiel reflejo de nuestra larga historia compartida. Dicha candidatura incluye, entre otros, el sitio arqueológico de Panamá Viejo, el casco viejo de Ciudad de Panamá, el Camino de Cruces, el Camino Real, el castillo de San Lorenzo el Real del Chagres y la Real Aduana de Portobelo, a cuyos actos formales de inauguración tras su correspondiente rehabilitación tuve el privilegio de asistir acompañando al Presidente de la República. En otro orden de cosas, el año 2023 ha venido marcado por el centenario de la Cámara de Comercio de España en Panamá, paradigma de la ininterrumpida presencia de nuestras empresas en el país. A pesar de diferencias y desencuentros puntuales en el ámbito de las relaciones económicas y comerciales, España desea profundizar su condición de aliado estratégico y socio privilegiado de Panamá. En este sentido, quisiera recalcar la decisión del Ministerio de Hacienda y Función Pública del pasado mes de enero de excluir a Panamá de su orden ministerial de “países y territorios que tienen la consideración de jurisdicciones no cooperativas” en materia fiscal. Consecuentemente, saludamos la eventual salida de Panamá de la lista gris del Grupo de Acción Financiera Internacional de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en fechas venideras. En la línea de cuanto antecede, España seguirá contribuyendo a la prosperidad de Panamá promoviendo con ahínco la presencia de nuestras empresas en el país, así como las inversiones y el comercio bilateral que han experimentado un notorio incremento a lo largo del año 2023. Panamá es, sin duda, un país de acogida. Cada vez somos más españoles residentes en el país. Somos plenamente conscientes de la necesidad de adecuar la Sección Consular de la Embajada a la nueva realidad consular existente en Panamá. En todo caso, quisiera poner en valor la eliminación del voto rogado con ocasión de las pasadas elecciones autonómicas y generales mediante la reforma consensuada de nuestro régimen electoral. Sin más, concluyo estas líneas reiterando nuestro firme compromiso de servicio público a favor de las relaciones de amistad, prosperidad y cooperación entre la República de Panamá y el Reino de España. Visita al Darién
04 02 Félix Gómez, presidente de la Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá La Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá celebra su Centenario an pasado 100 años desde que, en 1923, un grupo de empresarios españoles residentes en Panamá, por iniciativa del Conde de San Simón, Cónsul Honorario de España en el país en aquellos días, fundaron la Cámara de Comercio de España en Panamá; institución que, desde su inicio, ha desempeñado un papel fundamental en el fomento de los lazos económicos y culturales entre ambos países. Su primer presidente fue D. Carlos Eleta, acompañado en esta aventura fundacional, además del Conde de San Simón ya citado, por D. Gervasio García, alma de toda la gestión españolista en el Istmo, y por D. Baltasar Boch, presidente por aquel entonces de la Beneficencia Española en Panamá, en cuyo local funcionó la oficina de la Cámara en sus inicios. En 1924 fue oficialmente reconocida por el Reino de España, mediante Real Decreto del 4 de agosto de ese año y, por el mismo, pasa a ocupar parte del suntuoso edificio que el Gobierno español hizo construir en el año 1916 para la Exposición Nacional de Panamá, denominado Palacio de España donde, desde entonces hasta hoy, se encuentra la Embajada de España. La creación de la Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá en los albores del siglo XX respondió a la necesidad de fortalecer los lazos comerciales entre España y esta nación emergente. Su primer gran proyecto fue la organización del Museo Comercial de muestras y productos españoles con apoyo, entre otros, de la Junta de Comercio Español en Ultramar. Desde entonces, la Cámara ha sido un punto de encuentro vital para empresarios, inversores y profesionales de ambos países y ha proporcionado un espacio donde las oportunidades de negocio se han convertido en realidades, fomentando un flujo constante de inversión y comercio. Han sido 100 años de historia a lo largo de los cuales nuestra sociedad y su entorno han vivido grandes transformaciones; se ha disfrutado de avances prodigiosos para el ser humano, y también se han sufrido Félix Gómez
05 La Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá sigue teniendo como objetivo facilitar y trabajar por el incremento de las relaciones económicas y comerciales entre los dos países. trágicos episodios para la humanidad, como los que hemos tenido la desgracia de vivir no hace tanto tiempo, de forma que el mundo de hoy poco tiene que ver con el que vivieron nuestros fundadores. Pero el espíritu que los guio en el momento del establecimiento de la Cámara ha permanecido inmutable con el paso del tiempo. La Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá sigue teniendo como objetivo facilitar y trabajar por el incremento de las relaciones económicas y comerciales entre los dos países y, por ello, se mantiene como el vínculo y referente para todas las empresas españolas que quieran hacer negocio en Panamá o viceversa, ofreciéndoles la máxima ayuda e información posible para reducir al mínimo el riesgo inherente a cualquier proceso de internacionalización. La Cámara ha sido un vehículo esencial para impulsar el comercio bilateral entre España y Panamá; a través de ferias comerciales, misiones empresariales y eventos de “networking”, ha facilitado innumerables acuerdos comerciales y colaboraciones estratégicas. En un mundo cada vez más globalizado, la Cámara ha sido una brújula para empresarios que buscan oportunidades en ambas direcciones del Atlántico. Las relaciones económicas y comerciales entre Panamá y España, como no podía ser de otra forma, han crecido exponencialmente en todo este tiempo; baste citar que las exportaciones españolas a Panamá crecieron en más de un 97% en el 2022 y se han más que septuplicado en los primeros cuatro meses de este año. Por supuesto, estas cifras no son mérito de la Cámara pero sí es cierto que, a través de los años, ésta ha aportado su granito de arena para ello. La Cámara no se ha limitado a asuntos meramente comerciales y de inversión; también ha desempeñado un papel activo en la promoción de la cultura y la educación, organizando eventos culturales, exposiciones y conferencias que han enriquecido el panorama cultural de Panamá y han acercado a los panameños a la riqueza cultural de España, así como ha respaldado programas educativos que han beneficiado a estudiantes y profesionales panameños. En definitiva, ha fomentado un mayor entendimiento entre los ciudadanos de España y Panamá, sirviendo como un puente que une las ricas herencias culturales de ambos países. Al mismo tiempo, no solo ha sido un motor económico, sino también un defensor de la comunidad; a lo largo de su historia, ha respaldado numerosas iniciativas benéficas y proyectos sociales en Panamá. Su compromiso con la responsabilidad social empresarial ha sido ejemplar, y así planea seguir operando. Reunión de la Directiva en la residencia del embajador.
06 Por último, la Cámara también ha querido ejercer un papel amalgamador de la colectividad española en Panamá, mediante la organización de eventos formales e informales que sirvan de catalizador a eso que se conoce como el orgullo de pertenencia. Hace cuatro años se presentó la condecoración más prestigiosa de la Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá: la Medalla Lázaro Gago López, para honrar a uno de los referentes más respetados que ha tenido la colonia española en Panamá, y para que, al mismo tiempo, esta denominación sirviera como homenaje también a toda esa emigración española que llegó a Panamá hace tantos años, que ha sido y es ejemplo para todos, panameños y extranjeros, y que hizo de este país una segunda patria a la que amaban, y aman, tanto como a su querida España. El objetivo de esta distinción es premiar aquellas trayectorias de vida que sean ejemplo para nosotros, y para las generaciones futuras, en los valores de la honradez, el esfuerzo, la bonhomía, la solidaridad y la entrega, valores tan arraigados en esa emigración española a la que se hizo referencia. A medida que celebramos el centenario de la Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá, debemos mirar hacia el futuro; en un mundo que cambia rápidamente, la Cámara debe adaptarse a las nuevas realidades del comercio global, la sostenibilidad y la tecnología y debe continuar profundizando en seguir siendo una organización eficiente y moderna, acorde con la imagen que España irradia en el mundo de hoy. Además, es esencial seguir involucrando a las generaciones más jóvenes en ella para garantizar que continúe desempeñando su papel crucial en la promoción de las relaciones hispano-panameñas. El centenario de la Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá es un hito que merece ser celebrado, y así vamos a hacer. Su historia de éxito en el fomento de la cooperación económica y cultural entre España y Panamá es un testimonio de su relevancia y vitalidad. A medida que miramos hacia el futuro, esperamos con entusiasmo que la Cámara continúe siendo un puente de amistad y prosperidad entre ambos países en los próximos 100 años. ¡Feliz centenario a esta institución emblemática!
08 03 Redacción Gladys Palmera (Madrid) El ADN de Gladys Palmera Alejandra Fierro Eleta ay quien nace con una vocación de ayuda. Lo lleva en la sangre, en su Gen, es parte de su ADN. Gladys Palmera nació con esa vocación, pero me refiero a Gladys Palmera, la persona, el sobrenombre por el que se conoce a Alejandra Fierro Eleta, cabeza de un proyecto cultural sin ánimo de lucro que nació en 1998 cuando decidió crear la primera emisora de radio en España que difundiera música latinoamericana. La ayuda no sólo consiste en dar bienes materiales, sino también en ofrecer caminos de conocimiento. Dar a conocer lo mejor de la música equivale a mostrar realizaciones artísticas, a narrar el talento y el trabajo que hay detrás de cada una, a promover una herramienta emocional para elevar el ánimo, y a inculcar una semilla de formación musical. Por eso la primera parrilla de programación de Radio Gladys Palmera tuvo tango, bossa nova, salsa, folclor, Latin Jazz y demás patrimonios musicales de Iberoamérica. La historia de esa aventura radiofónica se recoge en el libro "Música con nombre propio", editado por la propia Gladys. Pero lo bonito es que esa aventura continuó con la construcción de la Colección Gladys Palmera, hoy por hoy la más grande e importante del mundo en música afrolatina, y que incluye discos, carteles, libros, fotos, revistas; arte gráfico y arte sonoro donde está lo más representativo de esta música a lo largo del siglo XX. La Colección supone en sí misma un viaje apasionante por los entresijos de la música en un tiempo en que todo era análogo, manual y artesano. Un disco supone grabación, producción y mezcla; ese proceso lo simbolizan las cintas,
09 los masters, los vinilos de metal y los test-pressing. Pero el disco también supone diseño, ilustración, fotografía, reproducción y fotomecánica. En cada estantería está esa historia, y en algunos rincones están los relatos de lo que hacía, vivía y sentía cada músico cuando cantó y tocó sus canciones famosas o poco conocidas. Y Panamá, como no, tiene mucho que mostrar allí. Alejandra es de familia española y panameña, por lo que siempre suenan por ahí las teclas de Lucho Azcárraga, Avelino Muñoz o Danilo Pérez; las notas de Armando Boza, Bush o Víctor Paz; las voces de Sylvia de Grasse, Meñique, Azuquita o Rubén Blades; o los calypsos de Lord Cobra, Lord Byron o The Beachers. Y es de todos conocido que su tío es Carlos Eleta Almarán, el autor de ese clásico romántico que es "Historia de un amor". Panameña, pues, de alma, corazón y vida, como diría la canción. "Parafraseando a Antonio Machado diría que mi infancia son recuerdos de boleros para cortarse las venas y divas de poderoso cardado", cuenta Alejandra."Mi juventud es aquella casa convertida en estudio de radio con decenas de locutores que pululaban por los pasillos dispuestos a rescatar joyas de la música latina y a atreverse con nuevos ritmos. Y mi historia es la de un amor, como el bolero que escribió mi tío Carlos". En 2009, motivada por lo que el músico brasileño Carlinhos Brown había hecho en Candeal, comunidad de Salvador de Bahía; pero al mismo tiempo impulsada por esa vocación de ayuda, fundó La Escuelita del Ritmo en Portobelo. Su idea era canalizar en la música todo el talento musical infantil y juvenil que corría por las calles. ¿Por qué Portobelo? Bueno, había una vieja relación afectiva con el puerto inspirada en la labor que su prima, la reconocida fotógrafa panameña Sandra Eleta, había desarrollado allí. Pero también un amor instantáneo por unos chicos maravillosos carentes de mayores oportunidades. La misma magia que despertó en Ismael Rivera el Cristo Negro, le despertaron en Alejandra aquellos niños entusiastas y esa comunidad que se disfrazaba de diablos y congos. La Escuelita del Ritmo es justamente lo que dice su nombre, una escuela de ritmo y como éste, algo tan lúdico como de aprendizaje. No es una academia de traje largo y corbata, sino la canalización de emociones armónicas. Los chicos aprenden a tocar instrumentos y con ello ayudan en la preservación de la ancestral cultura afrocaribeña que los rodea. Portobelo es Nación Congo, conserva el alma de su pasado, y se viste de color y máscara en sus festividades. En la Escuelita, cuyo programa de estudios es gratuito, se han formado desde sus inicios más de 2.200 jóvenes músicos, algunos de los cuales han tenido la oportunidad de hacer pasantías en Berklee School of Music en Boston. Sin embargo, su espíritu va más allá y hoy tiene varios proyectos en marcha:
E 13 l nombre de Santos Jorge, un joven músico inmigrante que arribó en nuestro istmo en el ocaso del siglo XIX, es archiconocido para todos los panameños—después de todo, es el autor de la pieza musical más cantada en este territorio desde los albores de la nueva república. La persona, empero, es menos conocida, como lo es el entorno artístico que encontró en su viaje desde España al Perú y que lo hizo permanecer en Panamá. Dedicaré las siguientes líneas a aportar algunos datos acerca del Panamá finisecular que recibió a Jorge y, en el proceso, daremos una mirada a la obra de este artista quien, más allá de Alcanzamos por fin la victoria, dejó una importante huella en la construcción del paisaje musical panameño del siglo XX. Santos Jorge Amatriain nació en Peralta de Navarra el 1 de noviembre de 1870 y estudió con el reconocido compositor y también navarro Juan Pascual Antonio Arrieta (conocido como Emilio Arrieta) en la Escuela de Música y Declamación de Madrid. A los diecinueve años, Jorge abandona la península en ruta a Lima. Al realizar la escala obligada en Panamá, el joven artista es convidado a tocar el órgano en la catedral, tras lo cual se le ofrece de forma súbita la posición de maestro de capilla. La catedral había recientemente perdido a su anterior maestro de capilla, José de los Santos Benítez, quien a su vez fue hijo del anterior titular del cargo, José María. Con pocas personas con el entrenamiento requerido para el importante puesto catedralicio, la llegada del joven Jorge fue bien recibida. El maestro Eduardo Charpentier Herrera nos cuenta que, tras su destacada participación acompañando el servicio, el obispo Alejandro Peralta ofreció las condiciones para que Santos Jorge permaneciera en el Panamá colombiano, lo cual hizo gustoso. 04 Samuel Robles, musicólogo, investigador permanente del CIHAC–AIP Un himno para Santos Jorge Samuel Robles El compositor español de la música del Himno Nacional de Panamá
14 Pero, aparte de una atractiva oferta de trabajo para un joven en los albores de la adultez, ¿qué habría encontrado Santos Jorge en la ciudad de Panamá como para interrumpir su plan original de irse a Lima, ciudad importante donde seguramente podría continuar educándose mientras tocaba y componía? Ciertamente, la idea de ser maestro de capilla a tan cortos años sería llamativo, pero si las condiciones circundantes no eran favorables o si las mismas no ofrecían oportunidades de crecimiento, el plan perdería valor. La narrativa tradicional usualmente asegura que la historia musical panameña inicia con la llegada del francés Jean Dubarry para hacerse cargo de la recién fundada Banda de Música de la Guardia del Estado Soberano en 1867. Posteriormente, con la llegada de músicos cubanos como Lucio Bonell, Lino Boza y Máximo Arrates Boza y el surgimiento del flautista Arturo Dubarry (hijo de Jean), se da un crecimiento del nivel de los músicos de la ciudad capital a través de conciertos públicos usualmente en las calles y el constante estreno de obras musicales compuestas por los músicos mencionados. Es en este momento de la narrativa cuando usualmente se inserta a Santos Jorge como director de banda y, luego, como autor del Himno Nacional. No obstante, la historia de la música istmeña es más antigua, rica, diversa, y cuenta con interesantes protagonistas. Entender este pasado es clave para comprender la motivación de Santos Jorge para hacer de la escala el destino final de su viaje—y de su vida. MÚSICA Y PANAMÁ EN EL SIGLO XIX Si bien el acervo documental sobre la actividad artística en el Panamá colombiano es fragmentario, existen suficientes fuentes primarias como para pintar un panorama sobre la diversidad, conexión global y desarrollo artístico, particularmente en la música. Entre estas fuentes, tenemos crónicas de viajeros y residentes, cartas, reseñas periodísticas, anuncios publicitarios, programas de mano, registros parroquiales, documentos gubernamentales y mapas, solo por mencionar algunos. Un elemento que resalta en casi todas las fuentes es que en Panamá se bailaba. Se bailaba con frecuencia y diversidad. La danza social era parte de todas las celebraciones y ninguna celebración, por más insignificante, era desaprovechada. La música, lógicamente, venía de grupos en vivo que incluían alguna combinación de piano, guitarra, violín, flauta o contrabajo, además de otros instrumentos. Sabemos por cronistas que el repertorio de una noche de baile en la ciudad de Panamá no difería mucho de aquellas en otros centros urbanos del Caribe, de la América hispanoparlante o incluso de los registros que tenemos de danzas de salón en los Estados Unidos o Europa. Panamá estaba conectado a través de redes de negocios y las danzas encontraban su camino a las salas de la élite istmeña a través de las manos de los músicos profesionales nacidos en el arrabal de Santa Ana. Estos músicos, además de tocar las mismas danzas de salón que sonaban en Nueva York o en Londres, también tocaban en servicios religiosos, bailes populares, circos y ceremonias protocolares, bandas militares, entre otros. No podemos dejar de mencionar que, tras la independencia en 1821, muchos son los eventos que contribuyen al fortalecimiento de esas redes de comunicación regional y global, entre ellos la apertura de Santos Jorge
15 rutas de correo y pasajeros en ambos océanos, la fiebre del oro en California y el inicio de obras del canal francés. La música de salón panameña era, entonces, una plataforma en la que coincidían la danza social contemporánea, la música arrabalera, las danzas híbridas de la región caribeña, la música militar y la tradición musical eclesiástica, así como la herencia que venía desde el campo a través de conexiones marítimas locales. De este paisaje musical diverso, complejo, globalmente conectado y pujante, surgen personalidades importantes que contribuyeron a forjar esa plataforma de intercambio cultural. Entre ellos está el ya mencionado organista José de los Santos Benítez (1825-1886) y el violinista Miguel Iturrado (+1879) cuya vida y obra nos encontramos actualmente estudiando. Músicos como estos, que crecieron y aprendieron su arte en un entorno donde el intercambio cultural era la norma, contribuyeron a desarrollar una cultura musical rica cuyos bailes de salón, según al menos una observadora contemporánea “no tiene nada que envidiar a los de Nueva York”. A lo largo de esta época culturalmente rica y diversa, y muy a pesar de la inestabilidad política prevalente durante el período colombiano del istmo, la necesidad de aprender instrumentos musicales en la élite continuó sin aparente merma desde la época española—los documentos nos revelan una sociedad en la que maestros de diversos instrumentos ofrecían sus servicios tanto a familias de fortuna heredada, como a aquellas cuyo caudal provenía del comercio. Maestros de música tanto locales (como Ramón Díaz del Campo y Soparda, también tesorero de la ciudad) como foráneos enseñaban privadamente el arte musical. Ciertamente no era la única de las actividades, también vemos en oferta clases de pintura, danza y esgrima, por mencionar algunas. Los maestros organizaban veladas en las que sus estudiantes ofrecían recitales y, para bailes de salón, algunos de los aprendices más destacados compartían tablas con músicos profesionales como Benítez o Iturrado. Esta es la Panamá con la que se encuentra el navarro Santos Jorge a sus diecinueve años: una sede vacante por la muerte de un legendario maestro de capilla, un mercado fructífero de instrucción privada, una zona usualmente alejada del conflicto bélico y una sociedad que premiaba el talento de instrumentistas, compositores y arreglistas. Santos Jorge y el paisaje musical panameño Jorge es uno de los músicos que lleva de la mano a Panamá al siglo XX. No es el único, desde luego—los panameños Narciso Garay, Arturo Dubarry, Alfredo Saint Malo, Chuliá Medina y Antonio Gáez vienen a la mente, de tantos nombres que hoy hemos olvidado. ¿Cuál es la contribución de Santos Jorge? ¿En qué se ocupa una vez se instala como maestro de capilla en 1889? Charpentier Herrera, uno de nuestros primeros historiadores musicales, nos cuenta que Jorge adquiere casi inmediatamente una ocupada agenda de instrucción privada en piano, teoría, solfeo, violín y canto, además de servir como director musical para eventos de entretenimiento y danza. Fue nombrado interinamente como director de banda en varias ocasiones, hasta que, con el nacimiento de la nueva república, se hace cargo de la primera institución musical del país, la Banda Republicana, desde 1903 hasta 1912. Durante su gestión y ayudado por la amplia experiencia ya adquirida como maestro de capilla, compositor y arreglista, Santos Jorge lleva a la Banda a un nivel de excelencia del cual esa institución goza incluso hasta nuestros días. Como director de la Banda y una de las principales figuras del mundo musical de la ciudad, Jorge compuso una cantidad no despreciable de danzas, marchas, música religiosa, ceremoniales y varios himnos, entre los cuales destacan el Himno al Maestro y el Himno al Trabajo. Pero Jorge sin duda era mejor conocido por sus contemporáneos por las danzas que compuso para la Banda (como El Cabrero, Chiquita, Rosa María o La
Celosa) y por su labor como organista en la sede catedralicia. Jorge fue protagonista de las afamadas retretas, tan importantes como elemento de generación de comunidad para los habitantes de la ciudad, así como lo fue también de la música de recogimiento y reflexión religiosa. Santos Jorge Amatriain, desde Peralta de Navarra, hizo del istmo su hogar y de la nueva república panameña su morada final. Durante su prolija carrera fue un elemento ubicuo en la producción musical de la ciudad, una ciudad que, a su llegada en la adolescencia, le ofreció no solo una ocupación de prestigio y cariño, sino un campo fértil y diverso, un paisaje musical activo y actual. Jorge encontró en Panamá a una comunidad artística viva: colegas para tocar sus composiciones, alumnos para iniciar en el hermoso arte de los sonidos, una congregación para liderar desde el teclado y una nación que decidió que su himno no sería un llamado a la guerra, sino una declaración de paz en los versos de Jerónimo De La Ossa, versos que encontraron cobijo en la música de la Marcha a Bolívar, que Jorge había compuesto en 1893 y que, adaptada después de la separación, se convirtió en el Himno Nacional. Jorge murió en la ciudad el 22 de diciembre de 1941, tras haber recibido en vida altos honores civiles y el aprecio de los panameños.
19 Tomás Mendizábal, arqueólogo e investigador de planta del CIHAC-AIP. 05 Los guardianes del Caribe: Antonio Fernández de Córdoba y el tercer castillo de San Lorenzo enry Morgan envió a uno de sus lugartenientes, Joseph Bradley, al mando de tres navíos con casi quinientos piratas como avanzadilla para tomar el Castillo de San Lorenzo el Real del Chagres. Era la primera fase de su plan de cruzar el istmo para saquear la ciudad de Panamá. Los piratas desembarcan y llegan por tierra al castillo un 5 de enero de 1671. Se encontraron con una fortaleza construida en la cima de un acantilado rocoso, hecha de camellones o terraplenes de tierra revestidos de una recia empalizada, que conformaban por lo menos tres baluartes con plataformas para artillería detrás de un foso. Don Pedro de Elizalde y Ursúa, castellano del San Lorenzo al mando de una tropa de oficiales y soldados españoles y milicianos panameños, alrededor de trescientos cincuenta hombres, opusieron una feroz resistencia que por día y medio le costó la vida a más de ciento cincuenta de los corsarios, entre ellos al propio Bradley. Pero un golpe de mala suerte los condenó: un cañón pedrero de bronce que diezmaba a los piratas con su constante fuego, se sobrecalentó y estalló con tal fuerza, que abrió una gran brecha en la pared del castillo que bordeaba el foso. Por ese boquete entraron granaderos enemigos que causaron gran daño y luego los demás piratas que dieron pie al combate cuerpo a cuerpo. Después de una cruenta batalla en la que el castellano rechazó pedir cuartel, decisión que pagó con su muerte, los piratas finalmente toman el castillo al día siguiente, Pascua de Reyes. Una vez asegurada la fortaleza y con el pendón inglés izado, Morgan hace su entrada y marchan sobre Panamá. Un mes después, a su regreso, es allí donde reparten el botín robado y parten hacia Jamaica, no sin antes arrasar por completo el San Lorenzo. En noviembre de ese mismo año de 1671 llega al istmo Don Antonio Fernández de Córdoba, maestre de campo y sargento general de batalla de la Armada de Flandes, a quien la reina regente Mariana de Austria había nombrado Gobernador, Capitán General y Presidente de la Audiencia del Reino de Tierra Firme. Venía con órdenes de reconstruir la ciudad de Panamá y el castillo en la boca del río Chagres. Comienza su tarea delineando la nueva fortaleza, que sería la tercera en el mismo sitio. La segunda fue construida por el gobernador Pedro Carrillo de Guzmán en la década de 1650 y luego arrasada por Morgan; y la primera fue aquella levantada por Bautista Antonelli setenta años antes, y que fue destruida no por ataques de piratas, sino por la falta de mantenimiento y los embates del oleaje, ya que se situaba en la punta y al pie del acantilado. Fernández de Córdoba rápidamente trazó un pequeño castillo para tan solo cincuenta hombres, constituido de dos elementos principales: una nueva plataforma marina en la punta del barranco y al nivel del mar para cubrir con artillería la boca del río; y en la cima del acantilado un castillo propiamente dicho, de hornabeque con dos medio-baluartes en su frente de tierra, protegidos por un amplio y profundo foso seco. Ambas partes se comunicarían mediante una torre adosada a la pared del acantilado. De allí partió a Panamá para reconstruirla. Tomás Mendizábal (Crédito Ana Endara)
20 La obra del tercer San Lorenzo comenzó a toda prisa. Era preciso mantener defendida la boca del Chagres, que abierta daba paso expedito a cualquier nuevo ataque a Panamá. Fernández de Córdoba se trajo 10,000 ladrillos de Cartagena, y compró doscientos esclavos en Portobelo de los que dejó veinticinco en San Lorenzo para iniciar los trabajos. Mandó hacer dos hornos de cal para que la nueva fortaleza fuese levantada, por primera vez, en mampostería. Se excavó un nuevo foso, de unos 12 metros de ancho y 2.5 de profundidad, en el substrato rocoso del promontorio. Fue la excavación de ese foso lo que delineó o delimitó el frente de tierra del nuevo castillo, con sus dos medio-baluartes a cada extremo de la nueva hendidura, mirando hacia la tierra firme. Este fue el castillo que atacó y arruinó Edward Vernon en 1740. En la década de 1760, la Corona española ordena construir un nuevo San Lorenzo, el cuarto y todavía en pie, que demuele lo que quedaba del anterior y lo cubre con sus nuevos componentes, rellenando el foso. Fue ese foso, abierto en 1672 y rellenado noventa años después, el que decidimos explorar en el reciente proyecto de investigación titulado “Los orígenes del castillo de San Lorenzo y el poblado de Chagres en el Caribe panameño”. Se trata de un proyecto interinstitucional y multidisciplinario, liderado por el Centro de Investigaciones Históricas, Antropológicas y Culturales – AIP, en colaboración de especialistas del Museo del Canal Interoceánico de Panamá, la Universidad del Norte de Barranquilla, Colombia, la Universidad Tecnológica de Panamá, el Centro Regional Universitario de Coclé de la Universidad de Panamá, y el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, y financiado por la Secretaría Nacional de Ciencias, Tecnología e Innovación de Panamá (SENACYT). También por primera vez se realizó una prospección arqueológica y se logró delimitar la zona ocupada por el pueblo de Chagres, que acompañó al castillo desde inicios del siglo XVII y que fue uno de los principales puertos caribeños del istmo. Este pueblo fue mudado en 1916 al sitio de Nuevo Chagres, donde como parte del proyecto se realizó una investigación de memoria oral entre sus habitantes. Con la investigación se logró documentar los restos del tercer castillo de San Lorenzo, que fueron cubiertos por el patio de armas del cuarto castillo y que apenas se insinuaban en la superficie actual. Se pudo exponer la superficie de toda la cortina de piedra que une los dos medio-baluartes del hornabeque, y se definió la profundidad y extensión total del foso. También se encontró un fragmento del revestimiento de mortero de argamasa que cubría las paredes de los baluartes. Como el foso estuvo abierto por solo noventa años, uno de los objetivos principales era el de obtener una muestra de los desechos arrojados por los soldados de la guarnición allí en esa limitada burbuja de tiempo, para poder estudiar su vida cotidiana a través de su cultura material. Sin embargo, el estrato arqueológico al fondo del foso, bajo los rellenos de tierra y caliche, estaba totalmente limpio, al contrario de lo que observamos por ejemplo al pie de las fortificaciones de Panamá, repletas de desechos. Es muy probable entonces que la tropa haya arrojado la basura el mar y no en el foso. No obstante, logramos documentar vastos depósitos de materiales arqueológicos en el pueblo de Chagres, donde los análisis de laboratorio nos podrán dar esa imagen de la vida cotidiana que buscábamos. En la actualidad el proyecto continúa con el análisis y síntesis de los datos arqueológicos recuperados en campo, y los datos históricos obtenidos en el Archivo General de Indias (Sevilla) para en la primera mitad del 2024 poder publicar los resultados de la investigación en medios científicos y en el mismo castillo. Así sus muchos visitantes podrán comprender mejor la larguísima y apasionante historia de esta imponente fortificación, recién restaurada, que hoy es uno de los principales atractivos turísticos de Panamá y que está inscrita en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO. Plano del castillo (1749) levantado por Nicolás Rodríguez. Biblioteca del Palacio Real de Madrid. Visita del embajador a las excavaciones
23 06 Mario Crespo Ballesteros, encargado de los Asuntos Consulares y Administrativos de la Embajada de España Los centros españoles en Panamá: puntos de encuentro de nuestra comunidad Celebración de Santiago Apóstol en la Sociedad Española de Beneficencia El embajador y el cónsul visitan la Sociedad Española de La Chorrera nstalarse en un nuevo país nunca es fácil. Hace cien años, cuando los viajes transoceánicos se hacían en barco de vapor y el teléfono era un lujo muy reciente, lo era aún menos. Por eso, la emigración española en América, y también en Panamá, siempre ha estado unida al asociacionismo, a la creación de clubes que unen a nuestros compatriotas y los enlazan con su tierra de origen. El libro “Galicia en Panamá”, de los historiadores Carolina García y Francisco Sieiro, aborda, entre otros temas de interés, la historia de las entidades de la emigración española. En 1885, un grupo de españoles residentes en el Istmo se unieron para constituir una asociación pionera: la Sociedad Española de Beneficencia. Creada con vocación filantrópica, la entidad continúa siendo hoy un referente por sus actividades sociales, culturales y deportivas. Entre los años 50 y 70 del siglo XX, se produjo una gran oleada migratoria desde Galicia, mayoritariamente desde la provincia de Ourense, hacia Panamá. En paralelo, fueron surgiendo nuevos centros españoles, tanto en la capital –el Club Deportivo Unión Española- como en el interior –hoy persisten la Sociedad Española de la Chorrera, el Círculo Español de Colón, el Centro Español de David, el Centro Recreativo Español de Veraguas y el Círculo Español de Aguadulce. También merece mención la Asociación de Damas Españolas-Panameñas, un ejemplo pionero de asociacionismo femenino. De creación mucho reciente, la Fundación Nosa Terra destaca por su labor de investigación y homenaje a los obreros españoles que participaron en las obras de construcción del Canal de Panamá a principios del siglo XX.
24 Reunión en el Círculo Español de Aguadulce Reinventar los centros para el siglo XXI En el Panamá de hoy, un país pujante con un marcado carácter cosmopolita, ¿siguen siendo útiles los centros españoles? Aunque las circunstancias de nuestros nacionales son muy distintas que hace unas décadas, las asociaciones son importantes para articular a la comunidad y ofrecerle puntos de encuentro. No pueden ser burbujas que aíslen a sus socios del exterior, sino espacios abiertos en los que compartir lo mejor de nuestro país: de la cultura al deporte, pasando por la gastronomía, el emprendimiento o la acción solidaria. Deben estar presentes también en el mundo digital y las redes sociales, que hoy complementan a los salones y auditorios, y contar con las aportaciones de los más jóvenes. Nuestros centros son también una valiosa herramienta para difundir las oportunidades que España ofrecen a sus residentes en el exterior y para hacerlos conscientes de sus derechos y sus deberes, algo especialmente relevante en el contexto actual. Este año se han celebrado las dos primeras convocatorias electorales bajo la Ley Orgánica 12/2022, que suprimió el llamado voto rogado. Sigue activa la Ley de Memoria Democrática, que permite adquirir la nacionalidad a los nietos de españoles de origen y sus descendientes. Y tanto la Administración central como las comunidades autónomas ofrecen un variado catálogo de recursos para los españoles que quieren retornar al país o estudiar en nuestras universidades. Por eso, en abril de este año se celebró -bajo la presidencia del embajador y con la asistencia del consejero de Trabajo, Migraciones y Seguridad Social- un primer encuentro de centros españoles en Panamá. La reunión sirvió para mejorar la coordinación entre las asociaciones y programar actividades comunes. También se planteó estrechar los lazos con otras instituciones españolas en el país, como la renovada Casa del Soldado o la ya centenaria Cámara Oficial de Comercio de España en Panamá (CAESPAN), así como con las empresas de origen español. Después de aquella reunión, varios centros han emprendido reformas, han dinamizado sus actividades y están buscando, con creatividad y determinación, formas de reinventarse. Este año se ha realizado una decena de eventos divulgativos conjuntos con la Embajada sobre asuntos como la asistencia consular, la Ley de Memoria Democrática o los derechos sociales y laborales. Además, el embajador ha visitado personalmente todas las sedes. Esta programación se suma a las actividades habituales de los centros: deporte, música, danza, conferencias o gastronomía, así como la celebración de las festividades más destacadas. En Panamá viven ya más de 17.000 españoles, una cifra en constante aumento. El año pasado, según estadísticas del INE, Panamá fue el segundo país del mundo en el que más se incrementó porcentualmente la población española, solo por detrás de Colombia. Estos datos consolidan a nuestra colonia como la más numerosa de entre las europeas. Es también una de las colectividades más plurales, emprendedoras y generosas: las aportaciones de nuestros nacionales a la economía, la sociedad y la cultura han sido esenciales para la construcción del Panamá actual. En nuestro colectivo hay empresarios de éxito, profesionales expatriados de diversos ámbitos, científicos de vanguardia, misioneros y cooperantes, educadores… Para todos ellos, los centros constituyen un referente muy actual. No se han quedado anclados en la nostalgia, sino que se proyectan hacia el futuro para crecer con el país de acogida y transmitir el legado español a las nuevas generaciones. Desde la Embajada y la Sección Consular seguiremos colaborando con sus juntas directivas para que los españoles sigan encontrando lugares en los que encontrarse y celebrar nuestra cultura.
Gabriel Alou Forner, segunda jefatura de la Embajada de España D 26 07Entrevista a don Atilano Alonso, testigo excepcional de las relaciones hispano-panameñas Don Atilano Alonso on Atilano Alonso Martínez es una de las personas más conocidas y queridas de la comunidad española en Panamá, adonde vino en 1947. Durante muchos años trabajó en la Embajada de España como canciller y agregado administrativo y destacó por su ejemplar desempeño, vocación de servicio y natural don de gentes que le permitieron conocer a multitud de personas de toda condición y vivir situaciones de todo tipo como testigo excepcional de las relaciones políticas, económicas y humanas entre España y Panamá. Su buen hacer ha sido reconocido a lo largo de los años. Atilano atesora en su casa un buen número de condecoraciones y distinciones españolas e hispano-panameñas: caballero de la Orden de Isabel la Católica, oficial de la Orden del Mérito Civil, Medalla al Mérito al Trabajo, Medalla de Honor de la Emigración, Socio de Honor de la Cámara Oficial Española de Comercio de Panamá, Mención Honorífica de la Sociedad Española de Beneficencia de Panamá, Miembro Honorario del Centro Español de Colón, etc. La segunda jefatura le entrevista en su casa de San Francisco de la Caleta, llena de entrañables recuerdos familiares y profesionales. Atilano disfruta de envidiable vitalidad y prodigiosa memoria y no necesita de papeles y apuntes para responder con agudeza a nuestras preguntas. Pregunta (P) Llegó a Panamá nada menos que en 1947, en una época en que los españoles emigraban a otros países europeos o iberoamericanos como la Argentina, Uruguay o Venezuela. Cuéntenos en qué circunstancias vino y qué razones impulsaron a un joven veinteañero de Reinosa (Cantabria) a “cruzar el charco” e instalarse en Panamá. Respuesta (R) Venir a Panamá fue la gran suerte de mi vida. Ahora disfruto aquí de mis hijos, nietos y bisnietos hispano- panameños y pienso cómo fueron las circunstancias de mi niñez. Durante la Guerra Civil, cuando el frente estaba en el norte de España, estuve a punto de ser enviado a Rusia como “Niño de la Guerra”, pero un tío mío, anarquista influyente de la FAI (Federación Anarquista Ibérica) me sacó del tren que nos llevaba hacia Francia cuando se averió en Torrelavega y me devolvió a mi pueblo con mi familia. Después estudié en Barcelona, interno en el Colegio Nuestra Señora de la Bonanova (La Salle). Al cabo de un tiempo y gracias a mi formación pude soñar con viajar a América para trabajar. Eran unos tiempos duros en España, de escasez, en plena postguerra y mucho antes del desarrollo económico de los años 1960. Así que me embarqué en el transatlántico Cabo de Buena Esperanza, de la Compañía Ibarra, y navegamos durante 43 días. Como era la época de la Segunda Guerra Mundial, el barco tenía que esperar en puerto o cambiar la ruta prevista en función del desarrollo de la guerra y de la peligrosidad de las aguas. Pero antes de establecerme en Panamá viví unos años en Caracas, adonde llegué en 1944, seguí con mis estudios y trabajé de maestro. Pasados unos años, decidí venir a Panamá. Eso fue en 1947.
27 P. Al poco de establecerse en Panamá ya estaba trabajando en la Embajada de España como canciller. Cuéntenos en qué consistía su trabajo en aquellos años. R. La situación no era fácil para un emigrante español recién llegado, pues desde el año 1945 Panamá y España tenían interrumpidas sus relaciones diplomáticas. Esa situación anómala duró seis años. Trabajé un tiempo como contable en la Nestlé. En ese periodo, los españoles que teníamos que hacer trámites y documentos teníamos que ir a Colón, donde nos atendía muy bien el vicecónsul honorario de España Pedro Calonge. Al cabo de los años, su hija María del Carmen Calonge, le sucedió como vicecónsul en Colón también durante mucho tiempo. Ir a Colón era muy agradable, había un tren de madera que salía de la estación en el centro de la ciudad y una vez en Colón aprovechaba para visitar a muchos amigos españoles. Cuando se retomaron las relaciones y reabrió la Embajada de España, la secretaria del embajador recién llegado, la señora Emilia Fábrega, le habló de mí a Rafael de Los Casares, conde de Rábago, pues el embajador buscaba a un español con estudios que supiera contabilidad para desempeñar el puesto de vicecanciller de la Embajada. El canciller, es decir, el encargado de temas administrativos, contables y de personal, era entonces Avedillo Zúñiga; cuando se marchó, pude ocupar su plaza. En el Palacio de España, como hoy en día, estaba la Embajada, pero en aquella época también estaba allí instalada la Cámara Oficial Española de Comercio en Panamá (CAESPAN), algo que data de la época de la Exposición, cuando el gobierno de Belisario Porras cedió a España un terreno para construir un pabellón de exposiciones y muestras comerciales que luego acogió también la sede de la Embajada. Por la tarde, cuando la Embajada cerraba al público, funcionaba la Cámara, de la que fui secretario general, y allí atendíamos a los empresarios españoles y a los panameños que buscaban contactos en España. Este año la CAESPAN cumple su centenario y estoy orgulloso de haber contribuido a esta historia de éxito. P. Su trabajo en la Embajada le ha permitido conocer a muchos españoles. ¿Cómo eran los primeros españoles que trató? R. Desde mi primer día en la Embajada, mi divisa fue el servicio público para los españoles, mi afán era ayudar a los compatriotas en todo lo posible. A mediados de los años 1950 llegaban muchos trabajadores españoles, la mayoría gallegos de Pontevedra, dedicados a la construcción, y de Orense, centrados en el comercio y las mueblerías. Estos últimos fueron muy conocidos pues fueron los introductores de la venta a crédito. A este tipo de vendedores les llamaban popularmente “vendecuadros”. Había emigrantes que venían con muchas ganas de trabajar, pero apenas tenían instrucción, los había incluso analfabetos. Organizamos un grupo y por las tardes, en horas libres, les enseñábamos escritura y aritmética en el colegio de La Salle. Parece increíble pero actualmente, cada mes, todavía me reúno para comer con un grupo de aquellos jóvenes emigrantes que fueron mis alumnos en el colegio. El emigrante español fue muy bien acogido en Panamá porque era trabajador, serio y responsable, y no se metía en líos. Otra parte muy gratificante de mi trabajo consistió en ocuparme de las becas que el Instituto de Cultura Hispánica facilitaba a los estudiantes panameños para estudiar en España. Ayudé a muchos jóvenes panameños que fueron a estudiar en universidades españolas y que luego han tenido gran relieve en Panamá. Y el trabajo en la CAESPAN me permitió conocer a muchos empresarios y profesionales españoles que hacían negocios e inversiones en Panamá. Gracias a estas ocupaciones viajé a culturales y ferias comerciales en muchos países de Hispanoamérica. Guardo un gran recuerdo de todos los embajadores de España, funcionarios y compañeros de trabajo panameños y españoles con los que compartí tantos años en la Embajada. Don Atilano saludando al rey Felipe VI en Panamá
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