Embajada_Espana

26 el odio antisemita que carcomió a gran parte de una sociedad tan avanzada, educada y culta como la europea. El impactante testimonio me conmueve. Me sorprende que en medio del dolor reservara un espacio para homenajear a quienes se atrevieron a levantar su voz en defensa de la vida, aun poniendo en riesgo la propia. De pronto el rostro de Katy se iluminó y sus ojos comenzaron a brillar al recordar a su “Ángel”. La escucho atenta- mente e imagino que se trata de un super- héroe. Me queda claro que no necesita capa para volar ni escudo para protegerse como los personajes fantasiosos modernos. Únicamente empuñando una bandera de España se abre camino para salvar vidas inocentes. No es un personaje de ficción. Es como Katy recuerda a Ángel Sanz-Briz, “El Ángel de Budapest”. El joven diplomático español estaba a cargo de la legación en Hungría. Había comenzado escondiendo judíos en sus oficinas y luego en su residencia privada. Se las había ingeniado invocando un Real Decreto de 1924, por el cual se otorgaba la ciudadanía española a los antiguos protegidos españoles o descendientes de estos. —«Son sefarditas» —argumentaba en un arriesgado y valiente acto de justicia. El diplomático sabía muy bien que el decreto del general Primo de Rivera no estaba vigente y que, en Budapest, los judíos de origen sefardí se contaban con los dedos de una mano. Cuando en su oficina y su residencia se llenaron no se dio por satisfecho y procedió a alquilar casas enteras, con la ayuda económica de algunas familias judías, para amparar a sus protegidos. Los papeles secretos de Pape nos sirvieron de brújula en un viaje desde Budapest hasta Tánger y luego a Madrid, adonde había logrado escapar la abuela de Eva. Gracias a los documentos descubrimos que una carta con el sello postal español había sido suficiente para que Sanz-Briz concediera refugio a Eva, su hermano y su madre en una de las ocho casas protegidas. La vida en las casas españolas era difícil. Estaban hacinados, enfermos, con hambre y con frío en medio de una ciudad asediada y bombardeaba… pero estaban vivos. El exterminio sistemático liderado por Adolf Hitler acabó con más de la mitad de los judíos de Hungría. En sólo ocho semanas fueron deportados al campo de exterminio de Auschwitz alrededor de 424 mil inocentes. Más de 100 mil varones judíos fueron reclutados como mano de obra esclava en batallones de trabajos forzados para el ejército. Se estima que por lo menos 42 mil de éstos murieron. Otros miles, incluyendo mujeres y niños, fueron asesinados a sangre fría a orillas del Danu- bio. Miles más, obligados a caminar en medio de la nieve sin ropa adecuada ni zapatos; mal alimentados y enfermos, murieron en las Marchas de la Muerte que se dirigían a la frontera con Austria. Uno de ellos era el padre biológico de Eva, a quien ella nunca conoció. Pasada la guerra Ángel Sanz-Briz nunca habló de su hazaña. Se estima que logró salvar a más de cinco mil judíos húngaros a quienes entregó por iniciativa propia pasaportes ordinarios, pasaportes provisio- nales y cartas de protección. Otras decenas de diplomáticos españoles lo hicieron también, por su propia cuenta y riesgo, en otras ciudades ocupadas por los nazis. Esta historia de la que no se habla suficiente, la conocí en las páginas de la obra “Más allá del deber” del historiador español José Antonio Lisbona, publicada por el Minis- terio español de Asuntos Exteriores. El golpe en seco de un sello estampado en el documento me trae al presente, de vuelta a la Embajada de España en Ciudad de Panamá, en donde se han tramitado más de dos mil solicitudes para adquirir la nacionalidad española como descendientes de judíos sefardi- tas. Con los datos actuales, al menos un 10% de la comunidad española en Panamá es de origen judío sefardí. Afortunadamente, hoy en día obtener un pasaporte español no es una cuestión de vida o muerte, pero cifras oficiales revelan que más de 153 mil personas cumplieron el trámite en todo el mundo para ampararse una vez más en la entrañable Sefarad. Muchos lo hacen como una reivindicación histórica de sus ancestros que habrían vivido más de quince siglos en la península ibérica, desde mucho antes de que naciera España; otros lo hacen porque ven en la bandera española una fuerza confiable que los puede proteger y rescatar de un futuro preocupante en sus países de origen y otros, porque ven en la España moderna, democrática y próspera un destino maravilloso para sus hijos y nietos. En nuestros días, la antigua Sefarad extiende nuevamente sus alas para proteger y para elevar a todos los hijos de su tierra y sus descendientes donde quiera que estén, por el vínculo indisoluble con quienes le han dado tanto y que nunca la exiliaron de su corazón. ¿Dónde están las llaves de España? ¿Quién abrirá sus puertas? ¿Dónde guarda un pueblo sin alma todas sus horas muertas? De Luna Sefardita, canción de Ana Alcaide y Beatriz Moreno - Cervera inspirada en la Leyenda de las llaves de Toledo. * La historia de Eva Leitman–Bohrer está contada en el libro “Los papeles secretosdePape”deAlexandraCiniglio, una publicación de la editorial española Nagrela editores.

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