Embajada_Espana
17 05 Emigrantes Españoles en América Latina: El hilo Invisible que nos une os puentes entre Europa y América Latina, que felizmente comienzan a revitalizarse, se cimentan más que en cumbres políticas, intercambios comerciales o episodios de la etapa colonial, en los sudores, sacrificios y sueños de nuestros hombres y mujeres migrantes. Con todo, la Presidencia española de la Unión Europea el próximo año nos ofrece una oportunidad de oro para poner en valor el inmenso potencial derivado de los vínculos migratorios con América Latina. La migración no es algo que ya sucedió e interesa solo a unos pocos, supuestamente, trasnochados. En el caso de España, cuatro millones recalaron en América a lo largo del siglo XX y unos cuantos vinieron a parar a Panamá. En cada una de esas rutas hay una cadena de esfuerzos y luchas que han gestado nuestra historia compartida, pero que conocemos muy poco porque casi todas surgen de la pobreza y el anonimato. Sabemos mucho de la conquista del oeste norteamericano pero apenas sobre nuestros éxodos, pese a constituir una escuela de vida inagotable. Reclutadores clandestinos dispuestos a extorsionar a los viajeros. Recién paridas acosadas en los puertos, bajo la sospecha de practicar -imagínense- la denominada “lactancia mercenaria”. La dura cotidianeidad de los Hoteles de Inmigrantes. La “emigración golondrina”, que constituyó un inmenso mercado de trabajo transnacional entre ambas orillas. La mano de obra que vino a sustituir a los esclavos en las plantaciones de café y azúcar. La amplia y vigorosa red de asociaciones que curaban, enseñaban, divertían y enterraban. Los obreros españoles, buena parte gallegos, que derramaron sangre para abrir las arterias de América, sus ferrocarriles, puertos y vías de agua; entre ellos quienes representaron la segunda fuerza de trabajo en la construcción del Canal de Panamá y la mayoría de los que murieron en el loco intento de hacer un ferrocarril en el corazón del Amazonas. Los barcos del exilio que trasladaron a nuestro continente miles de republicanos con su profunda huella social e intelectual. O los que naufragaron, segando las esperanzas de millares de víctimas entregadas a las furias del mar. Y artistas, médicos, afiladores, comerciantes, maestros, “vendecuadros” y trabajadores humildes que fundaron familias, esparcieron su legado y enriquecieron América con unos vínculos simétricos, de tú a tú, de cincelarnos mutuamente en el ejercicio de dar y recibir. Pero no se trata solo de conocer, honrar y aprender de nuestro pasado. Porque aquellos viajes que un día se emprendieron por amor, hambre o ansias de libertad inauguraron un hilo que ya nunca dejará de tejerse, trascendiendo el tiempo para producir una abundante cosecha de generaciones mestizas a la que muchos de nosotros pertenecemos. Hijos, nietas, biznietos que intercalan acentos, aprendieron a bailar salsa y tango a la vez que pasodobles y muñeiras, intervienen en la política latinoamericana y vibran con la Liga española. Progenies depositarias, además, del legado de sus María Ángeles Sallé Alonso A mis padres, que se fueron de esta tierra dejándonos dos países en un solo corazón L Por María Ángeles Sallé Alonso, Doctora en Ciencias Sociales, empresaria y consultora.
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