Embajada_Espana

18 El aporte de este pequeño enclave poblacional al crecimiento y desarrollo del modelo peninsular de dominio y poblamiento es inmensurable. Lugar de tránsito, las rutas trazadas entre Nombre de Dios y Panamá, y con posterioridad Portobelo y Panamá, establecen una perspectiva innovadora a la vida económica de la colonia y a la política fundacional de la corona. Centro de trasiego de riquezas y mercancías; punto referencial de las expediciones exploratorias y de conquista; epicentro de la actividad administrativa es, también, el paso obligado de las nuevas generaciones de colonos que buscan en las tierras descubiertas un nuevo hogar y oportunidades para sus sueños de bienestar. Progresiva, pero ininterrumpidamente, el proceso de sincretismo social, cultural y biológico generado en el Istmo por la acción magnética de la ciudad de Panamá actúa como una fuerza centrífuga que lanza hacia los más lejanos confines del continente la verdadera visión del Nuevo Mundo. Contrario a lo ocurrido con otras poblaciones fundadas al calor de la actividad colonizadora y que sucumbieron bajo la espada de piratas y corsarios y fueron abandonadas para siempre, el ataque a la ciudad de 1671, si bien sacudió sus estructuras económicas y sociales no debilitó el espíritu de sus pobladores ni la voluntad de la corona de mantener en esa región del continente un sitio poblado que garantizara la permanencia del eje económico que la motivara. Trasladada y repoblada dos años después en el sitio del Ancón, asume nuevamente y con mayores bríos su papel como núcleo de la vida comercial y dinamiza la política de poblamiento de la región. Luego del traslado, los restos de la vieja Panamá quedaron abandonados por más de dos siglos, lo que hizo posible que se conservaran aquí valiosas evidencias materiales del pasado colonial y de la época prehispánica, que nos permiten hoy estudiar los orígenes de la capital panameña. Sus ruinas fueron declaradas monumento público en 1912, en 1976 adquirieron carácter patrimonial con la promulgación de la Ley No. 91 del 22 de diciembre de 1976, por la cual se regulan los Conjuntos Monumentales Históricos de Panamá Viejo, Portobelo y el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá y con la Ley No. 14 del 5 de mayo de 1982 se dictaron las medidas sobre custodia, conservación y administración del Patrimonio Histórico de la Nación. En 1995 se creó el Patronato Panamá Viejo, una institución sin fines de lucro y de régimen mixto, que se ha hecho cargo de la administración de las 28 hectáreas que conforman el Conjunto Monumental de Panamá Viejo. Está constituido por el Club Kiwanis de Panamá, que ocupa la presidencia de la organización, el Ministerio de Cultura en la vicepresidencia, la Autoridad de Turismo de Panamá (ATP) en la secretaría, el banco Banistmo en la tesorería y tres vocales que pertenecen al Club Kiwanis de Panamá, a la Fundación Rilemo y a la Alcaldía de Panamá. A lo largo de 25 años, el Patronato Panamá Viejo ha consolidado el único proyecto arqueológico permanente en el país, mantiene un programa de conservación preventiva de los monumentos y otro de conservación y restauración bienes muebles; consiguió que se promulgara una ley de protección del sitio y su entorno con un régimen urbano

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