Embajada_Espana
11 decisivo. Fue la primera Constitución que tuvo Panamá, donde produjo un enorme impacto. Fue en Panamá donde primero se juró la Constitución en todo el virreinato. Se juró en todos los pueblos y ciudades. Rápidamente se socializaron principios como republicanismo, democracia, soberanía nacional, libertad de imprenta, igualdad de derechos ante la ley (cuyo principal defensor fue el panameño Ortiz y Gálvez) y así otros más. Gracias a esta Constitución, entre 1812 y 1821 se celebraron nada menos que nueve torneos electorales democráticos para elegir capitulares en el Ayuntamiento, diputados para la Diputación Provincial y representantes para las Cortes en Madrid. En este clima de creciente politización empezó a germinar la voluntad separatista de Panamá. Lo anterior, por supuesto, es un resumen demasiado apretado que no hace justicia al extraordinario proceso de acelerada maduración política que experimentó Panamá en ese cortísimo y agitado período. Jamás Panamá había vivido una experiencia semejante. A. ¿Cuál fue la situación de los españoles que permanecieron en Panamá después de la independencia? C. No fueron pocos los españoles residentes en Panamá que simpatizaron con la independencia o militaron activamente en el proceso separatista. La mayoría habían llegado a Panamá como militares, religiosos, comerciantes o funcionarios, y estaban tan arraigados y se sentían tan identificados con el país, sobre todo aquellos que habían contraído nupcias con damas locales, que ya habían elegido a Panamá como su nueva patria. Varios de ellos firmaron de buen grado el acta de independencia y tenemos noticia de oficiales del ejército español que no solo permanecieron en Panamá, sino que además se incorporaron al ejército revolucionario y pelearon por la independencia en campañas como Pichincha, Matará y Ayacucho, donde algunos murieron en batalla. Incluso figuras tan conspicuas como el gobernador y mariscal de campo Alejandro Hore, quien no era precisamente revolucionario y rechazaba la Constitución de 1812, había comprado la finca Pan de Azúcar, en San Miguelito, donde pensaba pasar sus últimos días con sumujer, sus dos hijas y un hijo de dos años nacido en Panamá. Pero murió antes de que pudiera disfrutar de este sueño. A. Usualmente se piensa que Panamá no fue teatro de guerra durante el periodo independentista y la historiografía ha concedido poca relevancia a los ataques de Chasseriaux, MacGregor, o Illingworth reduciéndolos a meras anécdotas sin mayor trascendencia. ¿Realmente fue así? C. En varios libros y artículos, y más recientemente en mi libro Portobelo y el San Lorenzo del Chagres, he destacado que durante todo el periodo colonial Panamá se encontró en estado permanente de guerra, por lo que los vecinos vivían sin tregua “con las armas en las manos”, como repetían una y otra vez las autoridades. Después del ataque de Morgan en 1671, en la Corte se decía que Panamá había dejado ser “tierra de pleitos” (en alusión a la relevancia de su Audiencia pretorial) y que ya era “teatro de guerra”. La presencia de tropas españolas y de fuerzas milicianas locales era abrumadora. Y eso no había cambiado durante los años previos a la independencia, por lo que a este periodo le dedico en el libro más de cien páginas y toda la segunda parte. Por un lado, en numerosas ocasiones se enviaron desde Panamá tropas al mando de oficiales panameños para reprimir la insurgencia en distintas partes de Nueva Granada, como Quito, Iscuandé, el Chocó, Santa Marta y en otras partes de la costa Caribe. Por otro, Portobelo fue dos veces atacada, con las consecuentes pérdidas en vidas humanas, sobre todo durante la campaña de Gregor MacGregor en 1819. Y por el Pacífico, ese mismo año, la capital fue asediada por la corbeta de guerra Rosa de los Andes, al mando de John Illingworth, que incendió Taboga, mientras corrían rumores de que la escuadra de Cochrane, luego de sitiar Callao, atacaría a Panamá en cualquier momento. Pero también se produjeron incidentes militares menores de los que hasta ahora no había registro en la historiografía, como el de un tal Partillot, general inglés que atracó con cuatro naves de guerra frente a Mandinga, y desembarcó con tropas para atacar por la retaguardia a Portobelo o Panamá auxiliado por indios cunas, aunque sin éxito. Tan importantes fueron las campañas de MacGregor, Illingworth y Cochrane, que frenaron en seco el exitoso comercio que se había desarrollado desde 1808. Las naves con tesoros y mercancías dejaron de llegar por la inseguridad en los mares, el fisco quedó sin recursos por falta de ingresos y se iniciaron dos largos años de exacciones y préstamos forzosos tanto a ricos como a pobres, que crearon un creciente malestar y en última instancia, estimularon el deseo de independencia. Alfredo Castillero Calvo frente al Archivo General de Indias. Sevilla
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